Hugo Almonacid padre y Hugo Almonacid hijo representan a la tercera y cuarta generación de un linaje chileno de artesanos que, desde el abuelo del primero, se dedican a la carpintería de ribera. Viajaron desde Chile a finales de marzo por invitación de la Factoría Marítima Vasca, Albaola, y de Pasaia Itsas Festibala. Precisamente, el país latinoamericano es la nación invitada de esta festejo cultural, que se desarrollará en todos los distritos pasaitarras entre el 9 y el 12 de mayo. Será el día 10 cuando padre e hijo boten la velera chilota que construyen en Albaola y que ya se encuentra muy avanzada. La lancha se sumará así a la flota de más de 110 navíos a remo y a vela que se han registrado para participar en las actividades de este encuentro que tiene como objetivo la difusión del patrimonio marítimo. NOTICIAS DE GIPUZKOA interrumpe brevemente la labor de dos Hugos en el astillero pasaitarra, donde avanzan en un vehículo propio de su región, el archipiélago de Chiloé, en el suroeste del continente. A pocos metros, en una nave contigua, los operarios de Albaola levantan la réplica de la San Juan, un ballenero del siglo XVI. Los chilenos se muestran fascinados por las instalaciones y también por la empresa que lleva a cabo el equipo liderado por Xabier Agote. “Ojalá nos dé tiempo y podamos colaborar en la nao”, dice el más joven de los Almonacid. “Aunque sea fijando un clavo o dos”, apuntala el padre haciendo eso mismo, dar en el clavo.
Aún tienen tiempo, pero también mucho que hacer. El pasado viernes se encontraban fijando la cuaderna. Es decir, ultimando la estructura de las costillas que parten de la quilla, a babor y a estribor. Este lunes comenzarán con las labores de entablado, un trabajo que esperan tener “avanzado” de cara a este fin de semana.
Una lancha chilota: tradición y modernidad
Al llegar este periódico a Albaola, Hugo padre se encuentra dentro del armazón de la embarcación serrando un madero, mientras el hijo utiliza la prensa. Con esta que preparan serán tres las lanchas tradicionales chilotas que han construido. No obstante, hay un matiz. El velero de Pasaia será tradicional, sí, pero también “optimizado”. Es decir, beberá de los usos y costumbres de antaño para adaptarse a la contemporaneidad. El senior de los Almonacid cuenta que en su momento este tipo de embarcaciones se construían en Chiloé para el “uso personal” de cada uno de los constructores y que, habitualmente, su función –y, por lo tanto, su forma, dado que eran “muy anchas”– respondía al del transporte de mercancías.
En cuanto a la lancha, no sólo será un mero vehículo. Cuenta, además, con una doble función cultural: la de divulgar el patrimonio marítimo de su país y poner en valor la navegación a vela, algo que se ha ido perdiendo en el sur de Chile.
El más joven de los Almonacid, que además de carpintero de ribera es ingeniero naval, añade que hoy en día no existe excesiva demanda de este tipo de navíos en su archipiélago natal. En todo caso, dice, son las clases pudientes las que suelen encargar estos veleros con un afán recreativo. De hecho, la optimización que diseñaron su compañero Daniel Bravo y él para sus chilotas apunta en esa dirección, a que sean “más atractivas” para el ocio y puedan “competir” con navíos construidos con “otras fibras”.
Como carpinteros que son, estos artesanos optan, claro, por la madera y recursos nativos. En Chile utilizan variedades autóctonas de árboles, aunque cambian de región en región –ellos tienen su taller en el sector de Caracolito en Calbuco–, para la construcción. Citan algunos como el coihue, el mañío y el avellano. También recurren a otras plantas que no son nativas pero pero que se introdujeron hace años como el cupressus macrocarpa o el castaño.
Hugo Almonacid padre, por su parte, recuerda sus inicios en la carpintería y cómo ha cambiado el mundo. Llegó a trabajar con su abuelo cuando no se utilizaban herramientas eléctricas y todo se hacía a mano con hachas, con cepillos de carpintero o garlopas. Ahora, explica, los tableros se tensan con prensas, pero antes de hacía con cordeles.
Carpintería de ribera en Chile
Padre e hijo se muestran encantados con poder trabajar en unas instalaciones como las de Albaola. Tienen buenas herramientas y también un buen techo. “Es un lugar como para trabajar todo un año”, ríe el padre. A renglón seguido, el hijo cuenta que hace años que seguía el proyecto de la Factoría Marítima Vasca, de la nao San Juan y de Aprendiztegi, la escuela de carpintería de ribera Lance Lee. En Chile no existen centros formativos de este tipo, siendo este oficio cosa de cada clan. Además, la situación económica y la demanda de los armadores, según cuentan, les obliga a que todos los trabajos deban terminarse “lo antes posible”.
“En Chile falta mucho por avanzar en lo que se refiere a la carpintería”, señala el artesano e ingeniero naval. Allí, “las condiciones son más precarias”. En este sentido, Hugo hijo explica que han avanzado mucho en la parte cultural, sobre todo, en lo que se refiere a que las autoridades de la región de Los Lagos reconozcan esta práctica como patrimonio cultural inmaterial de mayor rango posible. Ese hecho trajo aparejado unos mayores recursos que, a su vez, conllevaron a que, en la actualidad, haya alrededor de unos 150 carpinteros de ribera en su zona. Por lo tanto, es un oficio que para nada está “extinto”. “Falta, quizá, un mayor apoyo económico para afianzar la carpintería de ribera como sector y que se mantenga en el tiempo”, añade.
Las diferencias constructivas entre Chile y Euskal Herria también son apreciable. En su hogar, las embarcaciones no las levantan sobre suelo pavimentado, sino directamente sobre la tierra. Además, las precipitaciones del sur del país les obligan a edificar techos con algún material que luego deben poder retirar. “Aquí tenéis unas condiciones ideales”, reitera.
Chile y Euskal Herria
Dentro de la programación del país invitado de Itsas Festibala, el historiador Nelson Alejandro Bahamonde Barría ofrecerá una conferencia el próximo 2 de mayo en el Museo Marítimo Vasco sobre las relaciones entre Chile y Euskal Herria, a través del mundo de Chiloé. Esa charla servirá también para reivindicar la figura de José de Moraleda y Montero, nacido en Pasaia en 1750, y que fue un importante cartógrafo del siglo XVIII, responsable de dibujar la zona de Calbuco.
La relación entre ambos países es tran grande que atraviesa el tiempo y masas de agua y tierra hasta llegar a conseguir conexiones improbables. Gracias a Bahamonde, que ha rescatado un plano del pasaitarra Moraleda y Montero, esta familia de carpinteros ha descubierto que su astillero en Caracolito se ubica junto a donde históricamente se construyó el primer fuerte de Calbuco. En pocas semanas, su lancha chilota representará un nuevo abrazo entre Euskal Herria y Chile, un nuevo hito en la historia y la tradición de dos países que siempre han mirado al mar.