Los irlandeses Fontaines D.C. son una de las mejores noticias recientes para los aficionados al rock de guitarras. Sus tres discos, urgentes, eléctricos y que han pasado de afterpunk inicial a enriquecerse con arreglos dispares, están liderados por la voz de Grian Chatten, un veinteañero que acaba de debutar con Chaos for the Fly (Partisan. Pias), álbum de folk melancólico y reflexivo con guiños sinfónicos y electrónicos que, además de mostrar su hiperactividad, nos revela que su voz artística es necesaria y ambiciosa, y sus resultados, excelentes.

Portada del disco.

La gran mayoría de listas de 2022 incluyeron en sus primeros lugares el tercer y último trabajo de los irlandeses Fontaines D.C., Skinty Fia. Su discografía, siempre ligada a los sueños, deseos y frustraciones de Dublín e Irlanda, y que en lo musical se inició con la fiereza del punk y ha ido creciendo y abriéndose a otros estilos, incluido el pop y los guiños electrónicos, se encuentra entre lo mejor del rock de guitarras surgido en el último lustro.

Al frente está su vocalista, Grian Chatten, cantante particular que, en vivo, se muestra como una fiera enjaulada, explosiva, inquieta, incapaz de mantenerse quieta y deseosa de morder. Dogrel, el debut del grupo, marcado por los sonidos afterpunk más urgentes, se publicó en 2019, justo un año antes de A Hero’s Death, una continuidad que ganó en matices, bajó el ritmo y la velocidad y ganó en intensidad. El tercero, el más expansivo en ritmos y arreglos, llegó el año pasado y les aupó a lo más alto del rock actual.

Ni confinamiento, ni zarandajas. Los chavales parecen sufrir de una hiperactividad similar a la de Prince en los mejores años 80. No han parado de girar en los últimos años –a cien conciertos por ejercicio y actualmente en tierras de USA– y mostrado una valentía cercana a la arrogancia en cada nuevo paso. Y ahí surge Chatten, que acaba de debutar en solitario con Chaos for the Fly, un disco de sonidos diversos, alejado de la urgencia explosiva y eléctrica del grupo madre, más folk que rock, de aliento clasicista pero con apuntes modernos y electrónicos.

Clásico y contemporáneo

Este debut, ya uno de los mejores discos de 2023, se grabó en algo menos de dos semanas en un hiato entre dos giras de Fontaines D.C., con el productor habitual del grupo, Dan Carey, como mano derecha de Chatten. El equipo funciona como un guante en las nueve canciones del álbum, que suena melancólico, introspectivo y elegante, más otoñal que estival y con textos más personales y reflexivos sobre la vida e, incluso, a pesar de sus 26 años, la muerte.

Chatten, que inició la composición mirando al mar en Dublín y siguió con el proceso en unos días libres que pasó en Madrid y Jerez, es el autor de todos los temas y arreglos, incluidos los orquestales, y nos regala una voz más cálida y templada, con un timbre menos alto e impulsivo, que remite a Leonard Cohen, Chet Baker y el Nick Cave maduro, en sus propias palabras. Se advierte desde el arranque con la acústica y melancólica The Score, que va creciendo en encanto melódico con un apoyo electrónico.

El irlandés canta “como una ola que rompe” entre guiños a Cohen y Nick Drake. Y es que Chaos for the Fly es un disco que se debate entre el clasicismo y la actualidad, los instrumentos orgánicos y acústicos y los sintéticos. Los beats encajan como un guante en Last Time Every Time Forever, una especie de vals envuelto en suntuosos arreglos de cuerda con sonidos dub y trip hop, uno de los temas que comparte con su pareja, Georgie Jesson, y que trata sobre las dependencias y comportamientos compulsivos.

La electrónica también colorea East Coast Bed, ritmo lento de melodía atrayente con un fraseo de sintetizador juguetón, voz sedosa y trompeta final espectacular, capaz de romperte el corazón con apenas tres notas. “Y si te tienes que ir, está bien, así debe ser”, canta un conmovedor Chatten en torno a la muerte de un conocido. No menos espectacular resulta Fairlies, una canción de autoafirmación –se harta de repetir “puedo vivir solo, tengo otra canción más”– que arranca como si los Violent Femmes se hubieran pasado al folk y que cobra vuelo con su mezcla de violines, guitarras acústicas y tenues pianos.

Su favorita es el baladón All of the People, con excelsas cuerdas finales y una imagen inolvidable –“Está haciendo cola en el parque de atracciones con un puñado de fichas y encanto de sobra”–, y la de casi todo el mundo es Bob’s Casino, donde Chatten y su pareja juegan a ser crooners para cantarle a “la inutilidad de los juegos de azar y la persecución de la riqueza” en una burbuja musical ajena al tiempo, con unos vientos sensibles con ecos de Bacharach y The Divine Comedy. El lazo lo ponen la folkie Salt Throwers off a Truck, la acuosa y luminosa I’m so Far y la melancólica Season for Pain, en la que, con dolor, el irlandés da carpetazo a una amistad o relación. Él, con este debut, solo abre una puerta más que, visto/oído lo visto, fotografía a una voz/autor sensible, atrayente y muy necesario.