Los premios Max son la fiesta del teatro. La Fundación SGAE instauró en 1998 estos galardones, los más importantes de las artes escénicas, para reconocer la labor de los profesionales y la calidad de las producciones más destacadas del año en este ámbito. Ayer las luces del teatro Falla de Cádiz se encendieron para acoger a creadores, intérpretes y productores, que asistieron a una gala dirigida por Ana López Segovia y José Troncoso, quienes presentaron “un viaje en el tiempo con el teatro como ágora del pueblo”, con “un profundo acento gaditano, tanto en costumbres, en artes como en filosofía de vida”.

La XXVI edición de los Premios Max fue de las más repartidas de la historia, en la que se premiaron 18 espectáculos. Entre los finalistas, se encontraban trece creadores vascos, más del doble que la edición pasada. Así, se pudo oír el euskera en Cádiz gracias a los cuatro premiados vascos. Tanttaka Teatroa, que cumple 20 años, consiguió el Max a la mejor labor de producción con Sexberdinak-Sexpiertos. La obra quiere trasladar las dificultades de las personas con movilidad reducida en todos los aspectos de sus vidas. “Este premio es un buen regalo de aniversario. La cosa más bonita que nos han dicho de esta obra es que nos ha cambiado la manera de mirarnos”, explicó la directora Mireia Gabilondo. “Eskerrik asko Telmo (Irureta) por tu coraje, eres la persona más valiente que conozco”.

La pieza en euskera forma parte del proyecto Geuretik Sortuak de Udalbitza “por eso damos las gracias a los municipios vascos y a todas las instituciones que sí hacen de la creación contemporánea la razón de sus políticas culturales”.

La directora, dramaturga, actriz e investigadora teatral, María Goiricelaya se alzó con el Max a la mejor adaptación con Yerma. “Nuestra Yerma no tiene las palabras de Lorca, pero tiene las de todas las mujeres que, a día de hoy, están pasando por procesos similares en relación a la imposibilidad de ser madres de forma biológica. Es un canto a la visibilización de la infertilidad, sobre la que todavía hay muchos tabús”. Goiricelaya dio también las gracias a la Sala BBK, que ha producido la obra, “por caminar conmigo y por creer que el teatro puede cambiar el mundo. Además, este premio es para el sector vasco por cuidar de los artistas. Eskerrik asko”.

Iñaki Rikarte se ha llevado el premio a la mejor dirección de escena por Supernormales, una producción del Centro Dramático Nacional que habla de la sexualidad de las personas con discapacidad física o psíquica, interpretada por un formidable elenco mixto de actores con y sin diversidad funcional. “El trabajo de un director de escena se debería ver en el de los demás, hay gente que debe haberlo hecho muy bien para estar yo aquí. Eskerrik asko”, agradeció en la gala.

Pascal Gaigne, nacido en Francia pero afincado en Donostia desde 1990, se llevó el Max a la mejor composición musical por Eta Orain zer de Kukai Dantza. La obra de la compañía vasca también optaba al Max como mejor espectáculo de danza, pero el galardón acabó en manos de La Reina del Metal, de la compañía Vanesa Aibar, una producción holandesa y sevillana.

Tampoco se lo pudo llevar Zuhai-tzak landatzen zituen gizona, de la compañía Gorakada, que optaba al Max como mejor espectáculo para público infantil, que se lo arrebató Blancanieves de la Chana Teatro. Ni la joven directora de escena bilbaina Marta Eguileor, finalista a la mejor autoría revelación por Borderland, una ópera producida por la sala BBK. En este caso, se lo llevó Cucaracha con paisaje de fondo, una comedia negra de Javier Ballesteros, que retrata la vida en un balneario donde van a curarse las mujeres que no pueden tener hijos.

Ane Pikaza se quedó también sin el Max por su increíble papel en Yerma, un intenso viaje emocional con la (no-)maternidad como telón de fondo. El jurado se lo dio a Marta Nieto y a Marina Salas por La infamia. El Max al mejor espectáculo se lo llevó La voluntad de creer, de Busman Producciones y el de mejor actor, Pere Arquillué por L’adversari.

Diversidad lingüística

El discurso oficial lo puso el guionista Antonio Onetti, presidente de la SGAE: “Por fin hay una estatuto que ampara a nuestros artistas y aun así reivindicamos una mayor difusión de las artes escénicas, y más promoción”. Onetti rompió una lanza por el modo en que se encuentra la danza, “no me quiero poner trágico pero hay que darle valor al patrimonio coreográfico”. Y reivindicó también la diversidad lingüística: “Que una compañía vasca pueda salir fuera y que lleve su obra completamente en euskera”. “El teatro no es sólo arte, es un espacio de paz que muchos pueblos no pueden disfrutar, Ucrania, Siria, Palestina...”, finalizó Antonio Onetti.

Los premios también incluyeron categorías especiales: Max de Honor a Tricicle y el Max de carácter social que reconoce la labor de Payasospital. “No tendría que haber ningún hospital sin un equipo de payasos”, aseguraron desde Payasospital.