En la esquina norte del paseo Ramon Iribarren de Hondarribia se esconde una joya arquitectónica hasta hace poco inaccesible a la ciudadanía. Se trata del Castillo de San Telmo, propiedad del Ayuntamiento de la localidad guipuzcoana desde el pasado mes de julio y del que es posible contemplar su interior desde hace unas semanas, gracias a las visitas guiadas organizadas por Arma Plaza Fundazioa. Días antes de la inauguración de esos tours, este periódico pudo discurrir por sus diferentes rincones y conocer más de la historia de este monumento.

 El Castillo data de finales del siglo XVI, concretamente del año 1598; de ello da una pista el escudo de Felipe II que se halla en la parte superior del arco de entrada, mientras que su dintel confirma que se construyó con fines defensivos. Y es que su principal objetivo en esa época era poder controlar el acceso de piratas a la bahía y así combatir los posibles robos. “Hoy en día, tenemos dos espigones y un puerto, pero antes no”, explica el alcalde de Hondarribia y presidente de Arma Plaza Fundazioa, Txomin Sagarzazu, en referencia a la poca protección física que tenía la entrada marítima al municipio.

En realidad, San Telmo no se trata de un solo edificio, sino de un conjunto de edificaciones, y no todas ellas fueron construidas en una misma fecha. Existe una torre, que las personas responsables de Arma Plaza creen que pudiera ser un elemento previo al Castillo, posiblemente de época medieval. Hay también una terraza, la utilizada en los inicios como plaza artillera; un espacio utilizado como almacén de pólvora en el siglo XVIII; y dos edificios (uno utilizado como vivienda por los últimos dueños y el otro con un pozo, letrinas y demás) que antiguamente se encontraban interconectados por los sótanos, conexión que se pretende recuperar con las obras de restauración. Todo ello se encuentra rodeado por una muralla, que tiene una parte original del siglo XVI y otra incorporada en el XVIII.

Vista desde la terraza del Castillo de San Telmo, en Hondarribia, hacia una de las edificaciones. Iker Azurmendi

A lo largo de su historia, el Castillo de San Telmo ha pasado por diversas manos. Habiendo visto la luz en una época donde el concepto de propiedad pública y privada era distinta a la establecida hoy en día, sí que tuvo durante un largo período de tiempo una función de beneficio colectivo y una gestión en manos de quien gobernaba el territorio. Sin embargo, en el XIX pasó a manos de Aquilino Rodríguez, un hombre que tuvo múltiples propiedades inmuebles en Gipuzkoa; y se ha mantenido dentro de la familia Rodríguez, utilizándose durante décadas como residencia estival y en los últimos años incluso como domicilio de uno de sus descendientes. 

Pero el pasado año, la familia quiso deshacerse de la propiedad. Un entidad privada quiso adquirirla pero se trata de un monumento histórico y la Ley del Patrimonio vasca ofrece una serie de protecciones para que pudiera convertirse en un bien público. Se trata del derecho de tanteo y retracto; esto significa que si hay una intención de compraventa privada de un monumento, se debe informar a las Administraciones correspondientes, que pueden igualar la oferta económica realizada y obtener la edificación. En este caso, el Ayuntamiento de Hondarribia, “siendo este un patrimonio que consideramos que es de toda la ciudadanía”, subraya Sagarzazu, adquirió el Castillo de San Telmo por tres millones y medio de euros en julio de 2022.

El primer paso del Consitorio hondarribiarra, una vez comprada la propiedad, fue prepararla para abrirla al público; “nosotros lo queremos como algo vivo, que la ciudadanía lo conozca desde el minuto uno”, incide Sagarzazu. Por ello, y teniendo en cuenta el buen estado general del entorno, que tiene signos de haber sido cuidado a lo largo de los años por las anteriores personas propietarias, el Ayuntamiento se ha limitado a realizar trabajos “de desbroce, de limpieza” y también de limitar el paso a rincones y límites que puedan entrañar un peligro, como parte de la barandilla del mirador que da al mar.

Tras ese pequeño lavado de cara, el 17 de diciembre el Ayuntamiento, a través de Arma Plaza Fundazioa, comenzó ya a ofrecer esas visitas que permitirán no solo a los hondarribiarras, sino al resto de guipuzcoanos y también a turistas, “conocer este patrimonio oculto”, manifiesta el alcalde. Son visitas gratuitas, tres diarias entre el martes y el sábado y dos los domingos, con opciones en euskera y en castellano.

Pero la función de este Castillo no se va a limitar únicamente a ser un escaparte histórico y cultural. Desde el consistorio quieren desarrollar un “programa de participación ciudadana”, en palabras de Sagarzazu; un proyecto “a largo plazo” para poder lanzar sugerencias y propuestas acerca de los posibles usos que pueda tener San Telmo en el futuro.

Entre tanto, un grupo de personas expertas en historia y arqueología se encargarán de hacer una investigación más profunda de las instalaciones. Desde analizar las diversas intervenciones edificatorias que se han realizado a lo largo de los años, hasta la restauración y recuperación de algunos espacios, pasando por “actuaciones arqueológicas” en busca de restos históricos, cuyo descubrimiento no es nada descabellado, ya que en la cercana Playa de los Frailes “se recogieron restos romanos”, recuerda Sagarzazu.

“Ahora empezamos todo un proceso, que no sabemos cuántos años va a durar”, reconoce el alcalde. Se abre el camino para descubrir los misterios que pueda tener escondidos el Castillo de San Telmo; una labor que, al ser este “un bien protegido”, requerirá de la actuación “conjunta” del Ayuntamiento de Hondarribia, la Diputación de Gipuzkoa y el Gobierno Vasco