Con Irati, como con el resto de sus trabajos, Paul Urkijo en Donostia juega en casa. La Semana de Cine Fantástico y de Terror ha sido el escenario en el que ha presentado sus cortos y también su ópera prima, Errementari, que se hizo con el favor del público. El cineasta alavés vuelve a Donostia con su segundo trabajo, Irati, una superproducción que trae el cine de espadas y brujería –en la estela de Legend o Excalibur– a la época de la batalla de Orreaga, escena con la que, por otra parte, se abre la película. Eneko Sagardoy interpreta a Eneko Aritza, primer rey de Pamplona y un hombre con profundas raíces cristianas que se topa con su contraparte pagana, Irati, a la que da vida la primeriza actriz Edurne Azkarate. A los pocos minutos de ponerse a la venta, se agotaron las entradas para la sesión inaugural de mañana viernes y también las del pase que tendrá lugar el 4 de noviembre en el Victoria Eugenia. Los espectadores se encontrarán con un largometraje en el que Urkijo hace lo que mejor sabe hacer, difundir la mitología propia, centrándose en este caso, en la reina del panteón vasco, Mari, representación divina de la madre tierra.

Irati’ es un compendio de los principales mitos de la mitología vasca, ¿temía que no se entendiese igual de bien en otros lugares como Sitges? 

A pesar de ser una película muy local, en el sentido de que hablamos de nuestra cultura y nuestra historia, habla de temas muy universales que pueden ser representativos de cualquier país. Por otro lado, a la gente le gusta ver cosas exóticas, porque son diferentes. Esa tendencia a globalizarlo todo, a que todo sea igual es aburrido. Por ejemplo, en Errementari la reacción de la gente al uso del euskera fue muy buena, le gustó mucho. En Irati he querido hacer lo mismo: enseñarle al mundo nuestra cultura, nuestro idioma y nuestra mitología.

‘Irati’ pivota sobre dos ejes: el mítico, centrado en la figura de la diosa Mari, y el histórico, que versa sobre la batalla de Orreaga 778 y sus consecuencias.

Son elementos que me han fascinado desde niño y que siempre he querido llevar a la gran pantalla. Para nuestro pueblo son elementos muy importantes y tengo muchas ganas de ver cómo reacciona la gente a estos eventos.

En sus filmes ha analizado el mito de ‘Patxi errementaria’ y en ‘Irati’ se centra en el panteón de divinidades vascas. ¿Quedan mitos por contar?

Por supuesto (ríe). Tanto los nuestros como los de fuera.

‘Irati’ habla de la mitología pero no como algo estanco, sino como algo que evoluciona y se adapta a los nuevos tiempos. En ese sentido, el audiovisual es una nueva manera de insuflarles vida.

La mitología siempre habla de la sociedad, de las personas, de los miedos de nuestras ansias, de nuestros miedos... Es un instrumento para poder conocernos a nosotros mismos. En el caso de la mitología vasca está absolutamente arraigada en la naturaleza. El lema de la película es propio de la mitología vasca: Izena duen guztia bada (Todo lo que tiene nombre, existe). Si recordamos esos nombres, ya sea mediante los cuentos o las películas, porque Irati no deja de ser un elemento más de esta transmisión oral, les estamos insuflando vida, existen, y también a eso que representan, la naturaleza. Queremos preservar tanto los mitos como la naturaleza. Por lo tanto, Irati tiene contextos y trata temas actuales.

‘Irati’ está rodada en euskera, que destila un deje antiguo. ¿Cómo fue la construcción de este euskera para la película?

Para ello conté con Gorka Lazkano, que es quien me suele ayudar desde un punto de vista filológico. En este caso hemos intentado hacer un euskera batua con una textura antiguo. En Errementari intentamos hacer algo mucho más local, más extraño, pero en Irati hemos intentado hacer algo mucho más accesible, pero manteniendo esa textura de idioma antiguo.

"No somos Marvel, ni esto es una producción de El señor de los anillos o de Juego de tronos. He intentado buscar soluciones creativas para que funcione, que el momento sea mágico y que, además, sugiera"

¿Qué cuesta más hacer una primera película como ‘Errementari’ o una gran producción como ‘Irati’?

Lo tengo muy claro: ha sido mucho más fácil hacer Irati. A nivel de presión he sentido mucha menos presión en esta, quizás por las tablas que ya tenía. Errementari era una película más pequeña, pero tenía muchos más miedos, inseguridades y demás. En Irati, a pesar de tener batallas, a pesar de ser una película con el doble de presupuesto que Errementari, he estado mucho más tranquilo.

En Sitges ‘Irati’ también ganó el Premio a Mejores efectos especiales. 

Las diferentes apariciones de las criaturas, los momentos surrealistas... quería buscar un golpe visual romanticista. Siempre hay que jugar con fusionar esos seres con el entorno natural, acercándome más al realismo mágico que a la fantasía. También hay que tener en cuenta la limitación de los recursos. No somos Marvel, ni esto es una producción de El señor de los anillos o de Juego de tronos. He intentado buscar soluciones creativas para que funcione, que el momento sea mágico y que, además, sugiera. 

En ciertos momentos, en la animación de algunas criaturas parece del género clásico, en 'stop-motion', incluso. ¿Es así?

Realmente no hay stop-motion pero sí que he intentado asemejarme a esas películas que me encantaban cuando era pequeño, como Jason y los argonautas con los efectos de Ray Harryhausen; es una de mis películas favoritas. Hay una escena en concreto en la que he intentado que el golpe visual sí que parezca animado en stop-motion, aunque no sea así.

De ‘Errementari’ a ‘Irati’ ha dado un gran salto. ¿Cree que también está abriendo el camino a otros cineastas vascos interesados en el género?

No lo sé porque no puedo leer el futuro pero sería muy bonito ser esa cabeza de ariete que tira la puerta. Hay muchas historias para contar y si la juventud se anima a fortalecer este sector y el género fantástico sería muy bonito.