En silencio, sin pancartas ni titulares, Ibai Uribe Martiarena (1988) cruzó este lunes una línea invisible al coronar por última vez el puerto de Mandubia, en la carretera entre Beasain y Azpeitia, tras completar 25 ascensos consecutivos. Había comenzado a pedalear a las cinco de la mañana, y trece horas después, pasadas las seis de la tarde, completaba el reto ‘Everesting’ (acumular en un solo día el desnivel positivo equivalente a la altura del Everest) en un día.

Emocionante llegada de Ibai Uribe tras completar su reto Everesting Mandubia

Emocionante llegada de Ibai Uribe tras completar su reto Everesting Mandubia Asier Oiarbide

Aparentemente lo hizo solo, pero durante el día estuvo arropado por decenas de personas que entendieron que aquello no era una hazaña deportiva, sino un acto íntimo de memoria y reparación. Un homenaje silencioso a su padre, Mikel Uribe, el ertzaina asesinado por ETA el 14 de julio de hace exactamente 24 años.

Amigos, familiares, y personas menos conocidas acompañaron en muchas de las subidas a Ibai en sus bicicletas o animándole por el recorrido.

Durante los últimos metros, un acogedor pasillo ayudó a Ibai en sus ultimas pedaladas, tras las que se fundió en un emotivo abrazo con su madre, su mujer y su hija.

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Las imágenes del ascenso a Mandubia y la celebración Pedro Martínez

Tras completar el reto, familiares, amigos y conocidos le brindaron un sentido homenaje en Mandubiko Benta. Txistularis, dantzaris y unos bertsos acompañados por trikitixas pusieron punto final al "homenaje en silencio" que Ibai le dedicó a su padre en el 24 aniversario de su asesinato. Asimismo, Porrotx quiso ser participe del acto y envió un paquete con varios juguetes para "unir" al Ibai que en 2001 era un niño de 13 años con su hija de 2 años.

Ibai, de pocas palabras, se sintió "emocionado y agradecido" por la acogida. No pensó en ningún momento que tanta gente se acercaría a apoyar su reto y lanzó una lanza a favor de la humanidad en las pocas palabras que pudo reproducir: "Lo que veo aquí es humanidad, gracias a todos. El dolor no entiende de ideologías. Querer mucho a los que os rodean".

Panel en el que se ha llevado la cuenta de todas las subidas al puerto de Mandubia Pedro Martínez

14 de julio

El día, elegido con intención, no era cualquiera. En 2001, mientras Pamplona cerraba los sanfermines, un disparo truncó la vida de Mikel en una sociedad gastronómica de Leaburu. Ibai tenía entonces 13 años, y aunque aquel niño dijo a su madre “saldremos adelante”, la frase fue más un escudo que un consuelo. Desde entonces, la mochila que cargó -la del trauma, el silencio, el dolor no procesado— fue tan pesada como la que ayer decidió soltar, pedalada a pedalada, entre las rampas del Mandubia.

No fue un reto para la galería, lo repitió él mismo antes de comenzar. No buscaba focos ni titulares. Ibai lleva años reconstruyéndose desde dentro, enfrentando su salud mental con la misma determinación con la que ayer enfrentó el desnivel de más de 8.800 metros. Tras años de esconder el dolor tras una “máscara”, de adaptarse a un entorno que a menudo justificaba la violencia que lo marcó, decidió romper el silencio. Lo hizo por primera vez el pasado mayo, en un texto personal que compartió con el mundo y este lunes, lo convirtió en acción.

La bicicleta fue mejor terapia. Durante la pandemia, volvió a entrenar, perdió peso, ganó equilibrio y descubrió en el esfuerzo físico una forma de sanar. Convirtió el monte Uribe, el de sus raíces, en el escenario perfecto para dar otro sentido a una fecha marcada por la pérdida. “El 14 ya no es solo el día que me arrebataron a mi padre, ahora es también el día que decido avanzar con él”, detallaba en su texto.

Ibai, emocionado, también alcanzó una cima interior: la de un hijo que, tras 24 años de duelo, se atrevió a convertir el dolor en camino. Y pedalearlo hasta el final.