Vadim Neselovskyi siempre tuvo claro que lo suyo era la composición, no solo tocar. Con la música en los genes, este ucraniano, prodigioso del piano, improvisa melodías desde que puede recordar. Ahora, con 44 años y las últimas dos décadas viviendo en Estados Unidos, sigue creando y ayuda con su trabajo a los afectados por la guerra en su país de origen. Atiende a este periódico desde Alemania, antes de venir a actuar de forma benéfica en el Jazzaldia.

Es su primera vez en Donostia. ¿Qué espera de esta experiencia?

He oído que Donostia es un lugar increíble; estoy deseando estar abrumado por la belleza de la arquitectura, el clima o la cocina. De hecho, amo todo lo que sé sobre la cultura vasca y estoy entusiasmado de venir al fin.

Fue la persona más joven aceptada en el conservatorio de música de Odesa. ¿Cuándo se dio cuenta que quería dedicarse a la música?

Sí, tenía quince años cuando entré en el Conservatorio de Odesa. Mi madre es pianista, así que vengo de familia musical. Tocaba el piano sin recibir ninguna clase, porque estaba ahí, y eso ayuda. Buscaba melodías, siempre cantando. Pero profesionalmente Es una buena pregunta. No lo recuerdo; desde el principio, tenía muy claro haría música. Pero estaba interesado también en la física. Incluso empecé a estudiar física en la universidad y música en el conservatorio, por un semestre. Pero fue suficiente y escogí la composición.

Toca, pero también compone. ¿Qué le inspira para hacerlo?

Hay dos cosas. Primero, realmente no me siento y digo quiero componer. Improviso, me divierto, me siento al piano y toco algo y me lo paso bien. Y, de repente, pienso esto podría ser algo, como una pequeña idea o motivación. Mis composiciones han empezado así casi siempre. Por otro lado, quiero crear música que me gustaría escuchar, aquella que me conmueva. Y también quiero crear música que pueda conmover a la gente, tal y como mis compositores favoritos lo hacen conmigo. Cuando se me ocurre algo, lo quiero desarrollar en el modo más significativo posible. Decir poesía a través de la música, sin palabras.

Además, también es profesor. ¿Cómo lo combina todo?

Es muy difícil, pero lo intento. Ahora mismo es verano, no enseño y disfruto del descanso. Enseño en la Escuela de Música Berklee (en Boston), que también tiene sede en Valencia. Creo que es una combinación sana, si trabajas en tu propia música. Solo enseño dos días, en los que interactúo con los alumnos, les ayudo, comparto mi experiencia y mi conocimiento y les apoyo. Los veo como mis amigos; estoy intentado apoyarles como seres humanos, ante todo. Y es muy inspirador para mí también. Creo que esta experiencia trabajando con músicos más jóvenes está influenciando en mi música. Tengo 44 años, pero soy consciente de lo que la gente de veinte escucha. Sigo en contacto con algo que, de otra forma, no lo estaría y es muy inspirador.

Ha vivido en distintos países, desde Ucrania a EEUU, pasando por Alemania. ¿Abre eso la mente?

Por supuesto. Y cuantos más idiomas hables, mejor. No reemplazas nada por expandir lo que llamas hogar. Cuando vivía en Ucrania, mi hogar era únicamente Ucrania. Cuando me mudé a Alemania, mi hogar eran Alemania y Ucrania. Pero, tras haber pasado 20 años en Estados Unidos, ya puedo decir Europa es mi hogar. Toda Europa. En estos tiempos particularmente difíciles, con una guerra, es muy importante mantener relaciones personales con la gente. Enseñando en Berklee, estoy rodeado de gente de todo el mundo y puedo conectar mucho más con las personas. Cuanta más gente conozcas, más mejorará el mundo; habrá más empatía humana.

Tiene que ser difícil ver la invasión de su tierra natal desde otro país...

Duro ni siquiera es la palabra. Hoy, estaba con lágrimas en los ojos, cuando veía en la televisión a una niña de 4 años que mataron ayer en Vinnytsia (la entrevista se hizo el 15 de julio). Te quedas sin palabras; te preguntas a ti mismo ¿Hasta dónde puede llegar esto? ¿Cuándo será suficiente para ellos? Me afecta mucho. Los dos conciertos en Donostia son benéficos; es parte de esta nueva existencia, con la realidad de la guerra. Y, por supuesto, este (Ucrania) es mi país, por lo que tengo un impacto directo. Ayer, me junté con dos familias de Ucrania que son muy amigas mías; no hubieran venido (a Alemania) si no los hubiera convencido. Esa es toda mi vida ahora; es muy abrumador y agotador pero, ¿qué más puedo hacer?

¿Considera que el boicot de artistas rusos es lo correcto ahora mismo?

He llegado a la conclusión de que no quiero separar a la gente por su pasaporte. No me importa el pasaporte que tengas, aunque sea ruso. Pero, como ciudadano ruso, creo que tienes la responsabilidad de pronunciarte. Tengo un problema con los artistas que dan conciertos en Rusia y luego actúan en el extranjero como si nada estuviera ocurriendo. Pero la gente que se posiciona claramente y escapa de Rusia, porque no pueden apoyar esto, es mi aliada y mi amiga. De hecho, hablamos la misma lengua; mi idioma materno es el ruso aunque, desde que empezó la guerra, he estado hablando ucraniano más que nunca. Hay algunos artistas increíbles que han alzado la voz. Evgeny Kisin, uno de los mejores pianistas del mundo, se ha pronunciado claramente contra la invasión rusa y está ayudando a los ucranianos de todas las maneras posibles. Grigory Sokolov, sin anunciarlo mucho; simplemente toca en un concierto tras otro y dona todo a Ucrania; y es originalmente un artista ruso. Pero luego, tienes a alguien como Anna Netrebko, que siempre ha apoyado al régimen; tengo un problema con ella. O con Valeri Gergiev. Esta gente no veo cómo puede actuar ahora mismo, fuera del reich ruso.

¿Cuál debe ser el rol de la cultura en estos tiempos de incertidumbre?

Es una gran y muy difícil pregunta. Desafortunadamente, la cultura tiene una capacidad limitada para parar la violencia, tal y como nos enseña la historia. No nos salvó del Holocausto, de los nazis, de la Segunda o la Primera Guerra Mundial; hubo mucho de lo que la cultura no nos salvó. Uno no puede sobreestimar lo que la cultura puede hacer. Con la guerra, tengo una sensación. Las primeras tres semanas, el mundo entero estaba en shock, profundamente ofendido y afectado. Luego, otras noticias empezaron a surgir. Ahora, Ucrania está desapareciendo de lo más alto, lo que significa que la gente se está cansando de sentir todas esas cosas. Solo quiere vivir una vida normal; es verano y es tiempo de estar de vacaciones. Puedes olvidarte muy fácilmente de algo que está sucediendo y para los ucranianos es una tragedia si nos olvidan. Mis conciertos sirven como recordatorio. Eso es algo que puede hacer la cultura, por ejemplo; actuar como recordatorio para sentir cosas.

¿Cómo se presenta el futuro?

Ahora que el proyecto Odessa ha conseguido tanta atención, voy a estar tocándolo en este año y buena parte del que viene. Pero esto trabajando en una nueva gran pieza; solo puedo decir que será sobre cómo me estoy sintiendo desde el 24 de febrero.