Él mismo apunta que lleva dos décadas anunciando su despedida de los escenarios, por lo que Josean Larrañaga, Urko, no tiene del todo claro que su actuación del próximo día 26 en el Teatro Arriaga junto a la banda municipal de Bilbao sea su último concierto. Sea o no lo sea, el artista donostiarra siente que su tiempo ya ha pasado y es el turno de dar el testigo a los nuevos músicos. "Los de mi generación somos de otra galaxia. Tenemos que ir despacito. Hasta hace poco podíamos ayudar a la gente joven, pero ya no", asegura. Por ello, mira al futuro con calma, sin ponerse metas y con la convicción "de no forzar nada".

Ya avisa de que no será su último concierto.

-Se dice siempre la antepenúltima. Me vengo despidiendo de la música desde hace veinte años. Desde entonces he bajado mucho el pistón y he estado superrelajado con la intención de irme poco a poco. Me iba a ir en Donostia pero, surgió este concierto, que es muy interesante y muy potente.

Imagino que el interés estará en hacer únicamente las cosas que realmente le motiven.

-Sí, pero realmente no estoy con ganas de hacer muchas cosas. Creo que a todos les llega el momento de irse, y es algo muy complicado. Siempre cuento la anécdota de Ramón Etxezarreta, al que le dije que me montara un concierto hace 20 años porque iba a ser el último. Cada vez que ve uno nuevo me dice: ¿Qué? ¿El último? (risas). Pero bromas aparte, estoy en la línea de dejarlo. Hay que hacerlo cuando estás bien. Somos casi el parque jurásico de la escena vasca. Hay gente buenísima como Izaro. Es el mejor momento de músicos en Euskadi de la historia. Son personas que han estudiado música y que tienen ideas nuevas. Lo que ahora tienen que recibir es un buen circuito y poder tocar en condiciones.

¿El concierto en el Arriaga es una segunda parte de la actuación de hace unos años en Donostia con la misma banda?

-Sí, pero ampliado. Con más gente sobre el escenario y con más repertorio. Nunca he tocado solo allí en 50 años de carrera y me apetecía. No tengo más que palabras de agradecimiento a la banda, al maestro José Rafael Pascual-Villaplana y a Iñaki Urkizu, que es el subdirector de la banda y el arreglista que ha hecho las adaptaciones de los temas. Las canciones estaban escritas para grupo, por lo que pasar de cinco a 60 personas no es fácil. Iñaki es un genio.

¿Será un repaso a toda su trayectoria?

-Estoy convencido de que la gente va a empezar a cantar desde la primera hasta la última. Va a ser un repaso de lo que es Urko con bandas de música. Hice un concierto en enero del año pasado en el Victoria Eugenia que era con mi grupo y con mis canciones propias, temas que no canto habitualmente. Cerré ese ciclo y ahora voy a cerrar este otro.

Será, por lo tanto, un grandes éxitos de Urko.

-Son 25 canciones que creo que todo el mundo las saben. Vendrán como invitados el txistulari Garikoitz Mendizabal y un trío brasileño, con el que tocaré una bossa nova que hice a Vinícius de Moraes y que solo lo había tocado en el concierto en el Victoria Eugenia. Es algo que rompe el esquema de la actuación.

¿Cómo están siendo los ensayos con la orquesta? ¿Hay mucha diferencia?

-Tocar con un grupo es relativamente sencillo. Lo que hay que hacer es rodearse de buenos músicos y yo siempre he intentado hacerlo con los mejores que he podido. Si te surge algún problema en el escenario, con una miradita para atrás puedes ver qué pasa y más o menos se arregla, pero con una orquesta, más con esta que es muy potente, a diferencia de la de Donostia, porque no tenemos y es una vergüenza, es un tren que viene. Tú no puedes detenerlo porque te pasa por encima. Por eso, tienen que estar muy bien hechos los arreglos y es un esfuerzo físico y psíquico terrible. Para mí es muy importante acompañarme del pianista Javier Pérez de Azpeitia -alias Pistols-, porque es un soporte muy importante.

Haber tocado con ellos también será una red importante.

-He tocado con ellos tres veces y tenemos muy buen feeling. Son 2.300 partituras en total, así que no es nada fácil. Tocar con una banda supone un enriquecimiento de las canciones, pero hay que tener muchísimo cuidado porque puedes caer en una especie de txaranga.

¿Va a sonar el cancionero donostiarra en Bilbao?

-Mogollón. Yo ahí no me corto ni un pelo (risas). La Marcha, eso sí, no la vamos a tocar, pero estará Quisiera ser alcalde o Kaia barrenian, que son de Donostia. Es curioso porque todas estas canciones estaban prácticamente desaparecidas. Ansorena hizo una gran labor recuperándolas y yo tuve la suerte de poder grabar un par de discos con canciones donostiarras que se han quedado para siempre y que ahora hay gente que se piensa que son mías.

En total, han sido dieciséis discos. ¿Habrá representación de todos?

-No, porque entonces tendría que estar tocando tres horas. Pero sí se va a tocar el comienzo del Gure lagunei, para lo que se ha hecho una adaptación impresionante, o temas del disco dedicado a Bergamín. Es un divertimento de mi vida.

¿La idea es grabarlo como el del Victoria Eugenia?

-Sí, EITB va a grabarlo y, como se hizo Urko Victoria Eugenia, habrá Urko Teatro Arriaga. Son dos discos completamente diferentes que resumen mi trayectoria.

A pesar de no seguir sobre los escenarios, ¿piensa continuar grabando más álbumes?

-No lo sé. Tengo proyectos muy bonitos que me da pena que no salgan, como una colaboración en Valencia con la Banda de Músicos Sin Fronteras, pero tengo muchas dudas de que vuelva a un escenario así porque sí. La vida me ha enseñado a que no diga nunca, pero creo que ha llegado la hora de echarme a un lado.

Ha cambiado mucho la vida.

-Sí, y además yo me he recorrido Euskadi 700 veces y he hecho de todo. Sigo llenando los sitios pero ya no es lo mismo. Estoy muy contento y muy satisfecho. Me han tratado bien en todas partes. Ha habido problemas de todo tipo, más en una persona que ha sido tan politizada como yo, pero nunca he dicho algo que sea diferente a lo que yo pensaba. La sinceridad a veces da problemas pero la gente me ha respetado. Hoy en día, además, estoy hablando con gente con la que no había hablado en 20 años. Lo que demuestra que sí, todo ha cambiado.

Lo que también ha cambiado por completo es la industria musical.

-Así como el pirateo nos hizo un daño terrible, ahora ha venido Spotify, donde no cobras ni un duro. Te dan 0,0001 por cada reproducción. Claro, si tienes dos mil millones sí, pero el resto no. Aún así, creo que es muy importante porque la gente tiene un escaparate de verdad. Todos mis discos están al alcance y puedes acceder a millones de músicas que antes no podía. El cd como soporte ha desaparecido, ya hasta los coches te vienen con un pendrive y dentro de no mucho será hasta sin ello.

Su discografía llegó recientemente a la plataforma. ¿Es una forma de conectar con las nuevas generaciones?

-Claro. Los de mi generación somos de otra galaxia. Tenemos que ir despacito. Hasta hace poco podíamos ayudar a la gente joven, pero ya no. Tienen otro ritmo, otras músicas, han mamado otras cosas diferentes a las nuestras. Ya no están tan politizados y son mucho más libres. Yo empecé a militar políticamente con 16 años y luego toda la vida he estado implicado. Podía estar grabando discos en Madrid y también poniendo carteles por las calles. La nueva generación es diferente, más libre, y hay que dejar que lo sea.

Quizás no esté tan politizada, pero sí implicada con los cambios sociales.

-Con la política hemos asqueado a todo el mundo. Hace falta sangre nueva y gente que ilusione, pero sobre todo que no ceda y que no dé un paso atrás para coger carrerilla. Hay que seguir para adelante.

¿Nota también un nuevo interés por el euskera?

-Sí, pero a los nuevos músicos les aconsejo que salgan de aquí a cantar. Nosotros nos dimos a conocer fuera y funcionamos muy bien. Llegó Aznar y con él se cayó todo. Desde entonces, no hemos vuelto a salir ninguno. Que fuercen y que soliciten todas las ayudas posibles para hacerlo. A nivel de calidad es gente buenísima. Solo hay que ver lo que ha hecho Izaro en el Velódromo.

Hace unas décadas, la gente de fuera de Euskadi conocía a los cantautores de aquí, de Catalunya y de Galicia, pero hoy es impensable.

-No saben nada. No existimos para nada. En Madrid se piensan que la música en euskera es el Maitechu mía de Mocedades. Cabreado por eso incluso le he escrito una carta a Miquel Iceta invitándole al concierto del Arriaga y el Ministerio me ha respondido diciéndome que no puede hacerlo por cuestiones de agenda. Les he contestado para que le digan que los cantautores vascos existimos. Pero de igual manera tenemos que preguntarnos qué cantautores catalanes o gallegos vienen aquí. No hay un circuito y somos núcleos aislados.

Echando la mirada atrás, ¿hay algo que le haya gustado hacer y no ha podido?

-A mí nunca me ha llamado Euskadiko Orkestra para hacer algo con ellos. Me hubiera gustado hacer el Gure lagunei junto a ellos y un gran coro.

Ahí queda la invitación.

-Tampoco me quita el sueño. Tengo claro que después del Arriaga no voy a forzar nada. Yo ya he subido al escenario mil veces y ahora lo que quiero es tranquilidad. He pasado unos años con problemas de salud potentes que me han enseñado que el futuro es ayer.