é que no soy el único que escribe un diario de confinamiento, aunque estoy seguro, eso sí, de que soy el único que lo hace en este papel, o eso pensaba hasta ayer- Llevaba en mi cartera mi salvocunducto que dice que soy esencial, cuando un colgao me paró al salir del portal camino a la farmacia: “¿Eres Joseba?”. Sí, yo. “¿El esencial?”. Me dispuse a sacar mi justificante. “Pues no me lo pareces tanto. Hay otros que también cuentan sus tontás de cuarentena, hasta Almodóvar lo ha hecho”. Vaya, otro como mi padre, ahora dirá que soy un Sinsustancia; pues no, fue más allá. “Pues yo conozco a otro Joseba Gorriti y también escribe en papel de culo”. Le expliqué que no podía ser, que lo que hubiese leído, seguro que lo había escrito yo. Empezó entonces a sacar un rollo de papel al que había pegado con celo, muchos si no todos lo artículos que han aparecido en estas páginas. “Yo conozco al tipo que escribe esto, se llama Joseba Gorriti y no eres tú”. La conversación comenzó a ponerse violenta, a la par que extraña. “Que sí, joder que soy yo el que escribe esto”. No hubo manera. Intenté convencerlo, le dije que le invitaba a subir a mi casa para que comprobase que el papel que tenía entre manos y el que colgaba de nuestro baño era el mismo, que lo tocase. Empezó a decir que yo era un tipo muy raro y que era un farsante, que dejase de utilizar el título de El esencial, que su amigo, el otro Joseba y él, me iban a partir las piernas y se fue corriendo ondeando los artículos. Llamé al periódico con temor de que esta historia tuviese un final a lo David Lynch y me respondieron muy bordes que dejase de inventarme chorradas y que enviase la columna, que se hacía tarde.