En los últimos avatares de este filme de trilogía de trilogías, dos mujeres, en medio de una multitud, se besan fugazmente. Es un plano apenas subrayado, pero del que la mayor parte del público toma nota porque ha sido compuesto para eso, para ser (a)notado dentro de la corriente artificial de corrección política que nos acorrala. Ya sabemos que El ascenso de Skywalker implica el empoderamiento de lo femenino en un mundo épico de batallas y violencia. También que ha nacido para satisfacer a sus feligreses, para quienes se siembran de guiños y de sobreentendidos todos y cada uno de los planos que aquí se dan cita. También constatamos que, a estas alturas, Star Wars cierra el ciclo de su existencia asumiendo esos pequeños cambios necesarios para que nada cambie en esencia.

Así, lo que nació en los años 70 como manera de reivindicar el niño que siempre nos acompaña, el placer por la aventura, cierra 42 años después el deseo de convertirnos en peterpanes abocados a un consumo que nunca cesa.

Cuando hace unos meses Scorsese arremetía contra el cine denominado de la Marvel, es decir, ese cine de superhéroes que se eterniza en reiterar sus señas de identidad, siempre idénticas a sí mismas; el principal argumento que esgrimía el autor de Toro salvaje era que eso no era cine, que allí no había riesgo, ni búsqueda de emoción, ni experiencia artística. Cabría preguntarle a Scorsese si en Star Wars no percibe la misma estrategia mercantil, la misma disposición autoral e idéntica actitud ideológica que mueve ese "no cine" del que ahora tanto reniega.

En realidad, en 1977, George Lucas y Steven Spielberg representaban la generación que sucedía a la que Scorsese encarna. Ellos llegaron para hacerse un hueco en medio de cineastas como Coppola, Allen, Ferrara, De Palma,... Y buscaron su espacio con un cine espectáculo que blindó su fundamento en la evolución de los efectos especiales.

Y así llegamos al ascenso de Skywalker, un filme que, curiosamente, posee secuencias que parecen haber sido filmadas en los platós de cartón-piedra de las denominadas series B y series Z. Eso sí, pese a esa apariencia igualitaria, cada oveja debe estar con su pareja, para culminar reivindicando la fuerza de EEUU: el derecho a la autoprotección, la exaltación de las armas y la glorificación del individualismo. Dios bendiga a América.