donostia - Mikel Urretabizkaia nació en 1953 en Ordizia, municipio que cada año acoge uno de los concursos más importantes de la DO Idiazabal. Este doctor en Periodismo, director de informativos y deportes y jefe de nuevos proyectos de Euskal Telebista, además de profesor en la Universidad de Deusto, presenta en esta edición del Zinemaldia Gazta, un viaje por el universo del queso Idiazabal. No es su primer trabajo documental, le preceden obras como Kronikak (2006), Guggenheim, historia de un sueño (2007), El cónclave negro (2008), y El secreto de Urdaneta (2009), por el cual Efe le otorgó el Premio Internacional de Periodismo.
La película habla sobre el queso Idiazabal, pero también une aspectos como la cultura, la mitología o la historia vasca.
-He querido plantear qué es el universo del Idiazabal. No deja de ser un producto sencillo (un queso), es la solidificación de la leche para mantenerlo, pero los pastores y pastoras que tenemos en nuestros montes hacen de ese producto una maravilla. Gastronómicamente de alta calidad, premiado aquí y allí, se ha convertido en un referente de la gastronomía vasca. La verdad es que entra un poquito de todo: los pastores y las pastoras, que son los que producen el queso, y el paisaje que está modelado por el pastoreo de la oveja latxa desde hace 6.000 años. Hemos querido ir también a las raíces.
Aparte de los pastores, ha hablado con cocineros, historiadores, farmacéuticos? ¿Cómo se decantó por hacer este trabajo?
-Yo quería que fuera algo fácil de ver, hacer algo que tenga interés para la gente. Los cocineros y las cocineras vascos se han implicado mucho en dar a conocer el queso Idiazabal. También lo han hecho en el Concurso de Ordizia, que es el más emblemático de todos los concursos, están presentes desde que se inició. La denominación de origen Idiazabal, que se puso en marcha por parte del Gobierno Vasco ha dado lugar a todo este asunto de los controles de calidad. También entran los laboratorios: desde el punto de vista químico y desde el punto de vista del ADN, si no es el único, es uno de los pocos a los que se anota el ADN y lo hace Tecnalia. Hemos estado en Tecnalia, en la Facultad de Farmacia de la UPV/EHU, y con la denominación de origen. Con todos ellos hemos hecho este conjunto.
¿Cuánto tiempo ha necesitado para hacer este documental?
-Prácticamente un año. No ha sido un año seguido de trabajo, pero lo hemos terminado en julio, prácticamente para presentarlo al Zinemaldia. Empezamos más o menos hace un año y hemos estado bastante implicados con el proyecto. Queríamos que quedara bien y ha habido muchas horas de grabación y de montaje. Al principio, el montaje nos quedaba en 90 minutos, pero lo hemos reducido a una hora y poco más, para que fuera un poco más ágil. Una de las cosas que quería era que me gustara a mí, eso era el elemento esencial. Después de eso, deseaba que la gente salga a gusto después de pasar un rato agradable. Yo creo que hay que respetar al espectador.
Ningún trabajo que ha hecho antes se parece a ‘Gazta’.
-La verdad es que no. He estado trabajando en informativos y tampoco he tenido muchas veces la oportunidad de hacer una cosa así. Hicimos un trabajo sobre el Guggenheim en 2007; la serie Kronikak basada en la historia de Euskadi y también El secreto de Urdaneta que fue premiado por la agencia Efe con el Premio Internacional de Periodismo? Pero nunca he hecho un trabajo específico sobre un producto. El queso Idiazabal es un producto que forma parte de nuestra historia, es un símbolo, y todo el mundo tiene acceso al Idiazabal como un alimento de gran calidad gastronómico. Por ejemplo, gente como el cocinero Joan Roca, que no es de Euskadi, utiliza este queso de altísima calidad en su cocina.
¿Cree que la gente de la calle, que no tiene relación con el sector, valora la importancia del queso Idiazabal?
-Desde que se controla todo y se ha conseguido un producto de alta calidad, sí. Con la labor de difusión que se ha hecho por parte de muchísima gente (la propia denominación de origen, el Gobierno Vasco y el navarro, que también está incluido en la denominación), se ha conseguido que sea conocidísimo. Los concursos también han tenido un papel importante para dar a conocer el queso. El Concurso de Ordizia fue el primero que se puso en marcha hace muchos años y se ha convertido en referente. También ha servido para la difusión. Eso creo que le entra a la gente y pienso que es especialmente conocido.¿Qué es lo que más le ha llamado la atención al hacer este documental?
-Hay varias cosas, pero hay una que me ha llamado mucho la atención. Cuando fuimos al monte en busca de la senda de los pastores, todos ellos tenían cara de felicidad. Y eso que estábamos en el monte y viven en chabolas. No son las chabolas de hace cuarenta años, por supuesto, pero son chabolas que están en el monte. Sobre todo he visto la diferencia entre nuestro mundo industrializado y el de ellos, que viven en zonas perdidas como Infernuko Erreka, por ejemplo, que son lugares difíciles de llegar y viven felices. Cuando fuimos con la pastora Eli Arrillaga a grabar hizo una tormenta increíble y estábamos allí en el monte. Aún y todo, ellos estaban felices. Otros en cambio, aunque tengan de todo, lo ven todo negro. Pensé: nos tendremos que convertir en pastores.
Parece que la vida de los pastores tiene futuro.
-Sí, es una cosa que me ha dado qué pensar. Es un trabajo con animales y eso a cualquiera no le gusta. Esto podría ser una cosa de las generaciones anteriores y que no tuviera continuidad en la gente joven. Sin embargo, el ganador del Concurso de Ordizia de este año, Julen Arburua, no llega a la treintena. Nos hemos encontrado con gente muy joven trabajando de pastor. Pienso que es porque se ha formado una pequeña industria y consiguen sacar el producto. Desde el punto de vista macroeconómico es una cifra pequeña, pero bueno, para que puedan vivir las familias yo creo que es sostenible hoy en día.
Se remarca, además, que la vida de los pastores no es tan aislada como lo era antes.
-Eso es. No es lo mismo que era hace cuarenta años. Ahora los pastores tienen un todo-terreno y pueden bajar al pueblo para lo que sea. Eso antes era impensable, y volvían a casa después de cuatro meses.
¿Qué impresión se llevará el público que vea el documental?
-Esa es la gran duda. Yo me he quedado contento, pero pienso también que todos los trabajos que he hecho han gustado a la gente. Espero que le guste a la gente. Lo bueno de verlo en el cine es que se puede ver con muy buena imagen y con sonido de alta calidad. No es lo mismo que verlo en la televisión, tal y como se hará luego. Hemos trabajado mucho, tanto en la imagen como en el sonido.