Bruce Springsteen volvió a hacer magia sobre el escenario de Anoeta el pasado sábado. Si algo caracteriza a su música, incluso a sus canciones más oscuras, es que siempre deja la puerta abierta a la esperanza. Lo mismo sucedió en la que fue su cuarta actuación en la capital guipuzcoana: miró de frente a la dura situación política y social que se vive en Estados Unidos y en el mundo en general, y criticó a Donald Trump con crudeza, pero en sus palabras no había resignación, sino una sincera convicción en el poder que tenemos como sociedad para mantenernos unidos y revertir la situación, independientemente de lo desalentadora que pueda ser.

La fiesta continuará en una actuación que no contará con la presencia del carismático guitarrista Steven Van Zandt. El miembro de la E Street Band “no se encuentra bien”, según explicó ayer la promotora Doctor Music, organizadora del doble recital del Boss.

Doctor Music transmitió un mensaje de “tranquilidad”, ya que “todo está bien y le deseamos a Stevie una pronta recuperación”.

Sin Steven Van Zandt, no obstante, el concierto de este martes (21.00 horas), no diferirá en exceso respecto al del sábado. La estructura del repertorio se mantendrá, así como sus discursos políticos y denuncias a Trump, traducidos al euskera y castellano en las pantallas gigantes del escenario.

40.000 personas

Las 40.000 personas que se dieron cita el sábado en Anoeta fueron testigo de dos horas y 45 minutos de entrega y emoción. Springsteen exhibió, como siempre ha hecho, la capacidad redentora del rock and roll, una música que le salvó cuando era un adolescente y le hizo ver que la vida está llena de maravillosas posibilidades.

Hubo tiempo para todo en un concierto que contó con un público entusiasta y con el que el Boss no dejó de interactuar, regalando su armónica y dándose más de un baño de masas entre los espectadores de las primeras filas. La complicidad fue inmensa, especialmente en temas bailables y pegadizos como Hungry Heart. Springsteen desplegó todo lo que tiene a sus 75 años, que no es poco. Ya no posee la energía de antaño, pero mantiene intacta su capacidad para conmover y tocar la fibra de los espectadores.

El frenético inicio ya fue toda una declaración de intenciones: una contundente No Surrender dio paso a My Love Will Not Let You Down, tema que evidenció que el legendario rockero sigue en plena forma, al igual que la incombustible E Street Band. En el repertorio tuvieron cabida muchos de sus clásicos (The River, Darkness on The Edge of Town, The Promised Land o Because the Night) con canciones de corte social, como la descomunal Land Of Hope and Dreams, que hace referencia a un metafórico tren en el que todos, “los santos y los pecadores, los ganadores y los perdedores”, somos bienvenidos.

El Boss sabe que la música es un inmejorable nexo de unión, y por ello invocó al “poder justiciero del arte y del rock and roll en tiempos peligrosos. Esta noche pedimos a todos los que creen en la democracia que se levanten con nosotros y alcen sus voces contra el autoritarismo y en favor de la libertad”, dijo.

La misma pasión de siempre

El irrompible vínculo generado entre el cantante y sus fieles seguidores se intensificó en la tanda de bises, en los que un arrebatado Springsteen puso a bailar y saltar a las 40.000 almas que albergaba Anoeta. La interpretación de Thunder Road, uno de sus clásicos imprescindibles, fue magistral, y Born To Run resonó con su fuerza habitual mientras todo el estadio cantaba al unísono, como sucedió con Born In The U.S.A, Dancing in the Dark y Twist and Shout. Asimismo, no faltó el homenaje a los miembros de la E Street Band que ya no están con nosotros, Clarence Clemons y Danny Federici, en Tenth Aveue-Freeze-Out.

La última canción de la noche fue Chimes of Freedom, de Bob Dylan, un apropiado broche de oro con el que se remarcó la necesidad de justicia y paz que tanto urge en los tiempos que corren. Los asistentes volverán a experimentar una oda a las cosas por las que merece la pena luchar: la esperanza, la amistad, el amor, la camaradería y, por supuesto, la libertad. Mientras Springsteen y los suyos estén sobre el escenario, el mundo será un lugar mejor.