poner en valor la colección propia es un objetivo de cualquier museo. En San Telmo, además, llevan a cabo iniciativas para reinterpretar sus piezas tradicionales. Es lo que hacen desde hace tres años a través de la competición Hau: toman un objeto clásico y proponen su adaptación al siglo XXI mediante un concurso de ideas. La idea vencedora pasa a exponerse y a formar parte del fondo del centro para, de esta manera, establecer un nuevo diálogo con el objeto original. En la primera edición la pieza que hubo que recrear fue taloaskea -plato rectangular de madera usado por los pastores-. El año pasado, fue el turno de la kutxa, mientras que el mueble que los concursantes han tenido que reinterpretar en esta edición ha sido el zizeilu, un banco corrido de madera, con respaldo alto y mesa reclinable que se situaba junto al fuego de la cocina de los caseríos -San Telmo cuenta con dos, uno situado en el claustro y otro en el apartado La tradición pervive de la exposición permanente-.

El proyecto Zura, de Uxue Aristimuño, Amaia Baztarrica y Olatz Mandiola, estudiantes del Grado en Ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo de Producto de Mondragon Unibertsitatea, fue el que se impuso a otros 30 presentados. Las jóvenes presentaron un banco descontextualizado de su origen tradicional: lo sacan fuera del interior del hogar y presentan un mueble de “estilo nórdico”, con pequeñas mesas abatibles y giratorias en los costados.

La fábrica de creación cultural Bitamine Faktoria es la que, con apoyo de San Telmo, la sociedad de ciencias Aranzadi, Mondragon Unibertsitatea y Ramírez i Carrillo studio, organiza esta competición que, según la responsable de actividades y proyectos del centro, Agurtzane Garai, año tras año se está “consolidando”. Este año se han presentado hasta 30 proyectos, que han jugado a cumplir con tres objetivos: poner en valor la colección del museo, exponer el contexto de la pieza original y reinterpretarla.

Uxue Ariztimuño no pudo asistir a la entrega de premios que tuvo lugar ayer en San Telmo, pero estuvo representada por sus compañeras de proyecto Amaia Baztarrica y Olatz Mandiola. Para crear su diseño, las estudiantes de MU se basaron en los “orígenes” del propio mueble y en las informaciones dadas por el etnógrafo Fermín Leizaola, que también ha actuado de miembro del jurado -además del investigador de Aranzadi, el tribunal estaba conformado por la propia Garai, la profesora e investigadora de diseño industrial de MU, Elisabeth Urrutia, el diseñador del estudio catalán Ramírez i Carrillo Jaume Remírez y el equipo de Bitamine Faktoria-.

El etnógrafo recordó ayer que el zizeilu, originalmente realizado en madera de pino, castaño o chopo, era un mueble polifacético -se conoce su uso desde hace 400 años-, que solía situarse junto al “bekosue”. Su alto respaldo que llegaba hasta el suelo cubriendo las patas del mueble servía para regular los flujos de aire que se producían en las grandes cocinas de los caseríos -servían de zona de encuentro- y evitar que el calor del fuego se dispersase. Asimismo, este mueble estaba reservado para los cabezas de familia y “tradicionalmente las mujeres no se sentaban” sobre él. “Investigamos la funciones y las características principales del objeto: estaba centrado en la cocina y en la tradición vasca”, explicó Mandiola. En pleno siglo XXI esas funciones carecían de sentido -las cocinas son más pequeñas-, por lo que el equipo de Zura, que se presentó al concurso sin ninguna pretensión de ganar -fue parte de una actividad de la asignatura de Estética de su grado- quiso actualizarlas.

El nombre del proyecto viene de la madera, “parte de la identidad y la cultura” vasca, en palabras de Baztarrica. Es también el material principal que usan en su diseño, que no entrará en fase de producción, aunque lo unen al aluminio para “modernizar un poco más” el mueble.