Y él, como puede, ladra. José María Aznar, como corresponde a jarrón chino, no se prodiga mucho. Y más vale. Reserva sus arremetidas a los momentos de alta tensión, cuando cree que es preciso armar hasta los dientes a los suyos en la pelea por desalojar al sanchismo. Y lo ha vuelto a hacer. No sé qué les sucede a los próceres de la derecha cuando se sientan ante el micrófono de Jiménez Losants, que parece como que se transfigurasen, como que se sintieran inspirados por un poder superior. Sí, entre la chulería y la transcendencia, Aznar ladró como si fuera el oráculo una sarta de sandeces que merece la pena recordar.
Antológico fue su ladrido contra el lehendakari con esa media sonrisa chulesca y prepotente, “ese castellano vasco” que se empeña en no hablar español. Impertinencia a la que el lehendakari respondió con buenos reflejos recordándole que su abuelo, el de Aznar, firmaba como “Imanol” en su etapa nacionalista, un nombre con el que Pradales no pudo ser inscrito por impedirlo la ley franquista. En fin, un guiño a la lideresa que tuvo los ovarios de largarse de la sala en cuanto Pradales saludó en euskera.
Pero no fue este el único ladrido de ese Aznar en metamorfosis mística ante el periodista ultra por excelencia. La desfachatez subió de tono cuando echó mano de una de las perlas grabadas por el tal Koldo, aquella de “coge uno y mete dos”, y esparció escandalizado la sospecha de elecciones amañadas por el PSOE y su victoria basada en la mentira. Lo que nos faltaba. Si un gobernante fue pillado mintiendo como bellaco fue José María Aznar, otra vez en trance ante las cámaras “mírenme a los ojos, es verdad que Irak tiene armas de destrucción masiva”. Mentira. En su arrogancia, apostó por la guerra contra Irak y así le fue. Mentira sobre mentira, intentó con desesperación falsear las elecciones tras los terribles atentados del 11-M, con una cínica falacia que no tiene punto de comparación con un presunto amaño de dos votos.
Aznar, el profeta de “el que puede hacer que haga”, ya ha logrado movilizar al coro mediático, judicial y político de la derecha extrema, y en ello se afanan periodistas, jueces y voceros parlamentarios. Es enternecedora la aplicación que en este cometido se da el aspirante Feijóo, apresurado a repetir y amplificar el mantra ladrado por su amo.
¿Por qué no se calla de una puñetera vez este arrogante, mentiroso e hipócrita jarrón chino? Acabe de una vez sus bravatas, sus oráculos y sus instrucciones de resentido. Dejen de ladrar, también, el clan de notables orgullosos a quienes también acechó la corrupción y el fracaso. Cállense, y no remuevan el fango más de lo que ya está.