a sus 66 años, Little Steven, alias de Steven Van Zandt, guitarrista de The E Street Band, conserva la misma pasión por el rock’ n’ roll que a finales de los 60, cuando conoció a Bruce Springsteen. Guitarrista, actor y locutor radiofónico, el estadounidense acaba de publicar Soulfire (Wicked Cool/Universal), un viaje panorámico por las carreteras del rock’ n’ roll, con el carburante enriquecido de soul, jazz, blues y doo-wop. “Este disco soy yo haciendo de mí mismo”, indica Stevie, que actuará el 8 de julio en Barcelona.

El Cruïlla Festival, en el que compartirá escenario con Ryan Adams, The Prodigy y Pet Shop Boys, con entradas a 80 euros, será la única ocasión de ver en vivo a Little Steven y a su reagrupada banda, Disciples of Soul, una vez concluida con Springsteen la larguísima gira mundial conmemorativa de The River.

“Es uno de los mejores compositores, guitarristas y líderes que conozco”, asegura The Boss sobre Stevie. “Desde siempre, entre ambos hubo un nexo de corazón con corazón y alma con alma”, dice Bruce en sus memorias, en las que recuerda que en sus batallas de bandas en Asbury Park, tocando en grupos distintos, “formamos una sociedad de admiración mutua”. Y a pesar del distanciamiento, cuando le abandonó en la grabación de Born in the USA, “el disco más importante de mi vida”, The Boss le despidió con un “buona fortuna, fratello mio”.

Stevie, actor en Los Soprano y Lilyhammer, y locutor de Underground garage (disponible en Rock FM), ha editado Soulfire, su primer álbum en dos décadas, con el que regresa al sonido de su magnífico y olvidado debut, Men without women, a inicios de los 80, publicado al abandonar The E Street Band y antes de que su conciencia política (contra Reagan y el apartheid) y su apertura estilística posterior (world music y reggae incluidos) lastraran una carrera que nunca despuntó como se merecía a pesar de temas como Los desaparecidos, Bitter fruit, I’m a patriot o Native american.

Tras 20 años sin discos, Little Steven rescató a su antigua banda (“un cambiante grupo de inadaptados, pícaros y currantes”) el año pasado, de manera puntual, y tras el éxito logrado se metió en su estudio para parir Soulfire. Solo dos temas nuevos aunque, a pesar de su sonido clasicista y conservador, el disco, que incluye canciones y versiones nuevamente grabadas que abarcan su carrera como artista, intérprete, productor, arreglista y compositor, respira vida, pasión y energía.

“Tengo muy poco interés en el mundo moderno. Crecí en un período de renacimiento, en un momento afortunado, cuando la mejor música también era la más comercial. Nunca volveremos a ver algo así que para mí, eso es la grandeza”, explica sobre el sonido añejo de su música, aquel en el que las guitarras garajeras se fundían con el viejo sentimiento soul con un fondo de coches, brillantina, fiestas, pandillas y romanticismo adolescente.

Fogoso y honesto Con la intención de “sonar conceptual”, para que el disco “me representara por completo”, Little Steven y su lugarteniente actual, el guitarrista Marc Ribler, impulsaron un trabajo grabado “rápidamente, machacándonos” durante mes y medio, y repleto de vientos poderosos, guitarras enérgicas, coros pasionales y un arrojo de otra época. “Esta es tu oportunidad, es tu momento/despliega tus alas, es hora de volar... no estás solo, encontraremos el camino de regreso a casa”. Así arranca, en el tema titular, este fogoso y honesto disco, con una fusión de rock y soul que cobra vida también en I saw the light (inédita y escrita inicialmente para Richi Sambora), Love on the wrong side (con riff de Springsteen) y la balada Some things just don’t change, una de las cuatro prestadas a Southside Johnny & The Asbury Jukes, incluida la primera canción que compuso, I don’t want to go home.

El disco, que desprende una vitalidad ingenua que se echa en falta en los últimos discos del Boss, ofrece también varias curiosidades, como The blues is my businnes, un blues de Chicago grabado por Etta James; el doo-woop The city weeps tonight; la nueva Standing in the line of fire, co-escrita con Gary US Bonds y ahora con arreglos a lo Morricone; y el tributo a James Brown Down and out in New York City, en clave de jazz-funk blaxploitation . “Me sentí un poco culpable por haberme alejado de Little Steven”, explica. Ahora, dice “estar de vuelta. Y esta vez no me voy a quedar atrás”, indica, apoyado en una banda de quince miembros.