BILBAO - Se abre el telón y aparece Raquel con una tablet. “Decidir o no decidir, esa es la cuestión”, apunta. “Dudar o no dudar”... Y duda. Raquel promociona un producto de vital importancia llamado Neurobit. “Necesario, porque nos ayudará a decidir y a acertar en las decisiones”, persiste la alumna. “Para ahí”, ordena desde un improvisado patio de butacas Matxalen de Pedro, profesora de interpretación gestual. Se rompe la magia y la conferencia performativa se congela, pero el corte tiene fundamento: “Falta ritmo y energía, tienes que medir los pasos. Por lo demás, bien”, sentencia la actriz. Son los últimos compases de una coreografía que arrancó en septiembre de 2016, un proyecto necesario y ansiado por las gentes de las artes escénicas desde hace más de una década: la creación de una Escuela Superior de Artes Escénicas en Euskadi.

El primer curso de Dantzerti ha contado con 24 alumnos y alumnas, repartidos en dos disciplinas: danza e interpretación. “Ofertábamos 40 plazas y hemos tenido 26 alumnos, aunque dos se dieron de baja en danza: uno por lesiones y otro porque ganó una beca para irse a Valencia. De todos modos, creo que es una buena cifra para empezar; más aún si tenemos en cuenta que en septiembre del año pasado estaba todo por hacer”, expone su director, Ekaitz González Urretxu. El donostiarra, licenciado en Historia y titulado superior en Arte Dramático, se muestra satisfecho de lo que han conseguido en tan breve plazo de tiempo: “Lo más importante es que se han creado las bases de un gran proyecto. Si en septiembre del año pasado me llegan a decir que en junio de 2016 estaríamos como estamos, no me lo hubiera creído”.

De su mano, Dantzerti se ha estrenado como Escuela Superior, y el director estima que en los próximos tres o cuatro años “se convertirá en referencia ineludible para todos aquellos que quieran estudiar estas disciplinas en Euskadi”. Ya se han prematriculado 100 alumnos para las 40 plazas que se ofertan de cara al curso que viene (el año pasado optaron 120 personas), una cantidad “considerable”, según el propio Urretxu. “Entramos en un proceso de normalidad. Hay que tener en cuenta lo que ofrecemos y también que aún hay gente que no conoce la escuela. Además, para entrar en danza, por ejemplo, exigimos el sexto nivel. Teniendo en cuenta todo eso, cien aspirantes es una buena cifra. En Barcelona, por ejemplo, se apuntan unos 400”.

El donostiarra no ha afrontado solo esta aventura. Le han acompañado once profesores y otros ocho profesionales que han impartido sendas master class. Jon Ugarriza, Iratxe Ansa, Karmele Aranburu, Itziar Lazkano, Fernando Montoya, Paolo Mohovich, Victoria Miranda y Andoni Aresti han reforzado el plan de estudios con estas clases puntuales. Una plantilla que se multiplicará en tres meses. “Este es un centro que sigue creciendo, porque en septiembre habrá más alumnos y nos harán falta más profesores. Sigue siendo un proyecto en construcción, y quedan muchas cosas por hacer, pero estamos todos muy ilusionados y hemos puesto las primeras piedras de una escuela referencial”, se congratula el director.

Matxalen de Pedro, profesora de interpretación mediante gestos, respalda la tesis de González Urretxu: “Ha sido una experiencia magnífica y hemos aprendido todos. El ambiente ha sido muy bueno y nos ha tocado un grupo majo. No es un grupo homogéneo y se notan las diferencias, pero para mí ha sido un lujo trabajar con ellos. Este año había que poner los cimientos de la escuela, y nos hemos esforzado en eso”.

De Pedro, que actúa en La Fundición el próximo sábado, asegura haber aprendido mucho en este primer curso: “Sabía que no se enseña, sino que es la persona la que aprende, pero hay que darles confianza para que puedan llegar lejos, para no limitar sus horizontes, para que tengan la valentía de probar y de investigar otras cosas. Yo he aprendido a ser flexible, a que la clase que has preparado no debe ser un guion fijo que hay que seguir como una mula ciega. A veces, hay que cambiar la clase de arriba a abajo, y adecuarla a los propios alumnos”.

Ana Remiro ha impartido clases de historia de la danza contemporánea, además de análisis de sus movimientos y repertorio, y conjuga los mismos verbos que su compañera vizcaina. La donostiarra reconoce que ha sido “un año un poco loco y difícil en muchos sentidos”, pero reconoce que ha aprendido mucho: “Para empezar, he tenido que profundizar en esas materias. Luego, hemos mejorado mucho en organización. Además, y por encima de las prisas y del resto de condicionantes, lo hemos dado todo de nuestra parte”. Remiro alaba también la disposición del alumnado: “Nos hemos encontrado con alumnos entusiastas y trabajadores, llenos de energía”, pero confía en que en sucesivos cursos cambien algunas cosas: “Necesitamos más espacio para los ensayos y lucharemos para tenerlo”.

Dos esos entusiastas son Beñat Urrutia y Jon Ander Urresti. El primero se apuntó al curso de danza, mientras que el segundo optó por la interpretación. Urrutia estudiaba Física pero decidió cambiar: “Estaba en la escuela de Igor Yebra pero quería ver cómo era esto y ahora no me arrepiento. El curso se me ha pasado volando. He aprendido mucho sobre el movimiento y ahí ves que los cánones estéticos que tenías se pueden cambiar, que el de la danza es un mundo muy abierto”. Urresti también está sorprendido: “Estudiar interpretación era muy difícil antes. Había que salir fuera y eso me frenaba. Ahora he podido experimentarlo y me ha impactado. Además, el ser una escuela en construcción le otorga un halo especial a Dantzerti, un plus de intensidad”.