Madrid - Amparo Baró era elegida año tras año por una encuesta como una de las personas más conocidas de España y la mujer más valorada, algo que ella atribuía solo a la suerte porque su “fuerte” no había sido nunca “socializar”, pero daba igual: hiciera cine, teatro o televisión arrasaba con su ácida dulzura como una de las grandes de la escena española. Baró, fallecida ayer a los 77 años en el hospital madrileño Puerta de Hierro, donde estaba ingresada a consecuencia de un cáncer, tenía “todas las experiencias” y las había vivido “como había querido”, presumía en su última entrevista con Efe.

Casi nada le asombraba, aunque agradecía humilde que se agotaran, sistemáticamente, las entradas, como ocurrió en su último montaje teatral, Agosto, en el CDN, o todos esperaran ansiosos el resultado de La puerta abierta. La catalana -había nacido en Barcelona en 1937, aunque vivió desde joven en Madrid- inició estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de su ciudad natal pero, tras ingresar en el Teatro Español Universitario (TEU), descubrió su verdadera vocación y se dedicó profesionalmente a la interpretación. Debutó en 1957 en la Compañía Windsor sustituyendo a Amparo Soler Leal en Las preciosas ridículas de Molier, dirigida por Adolfo Marsillach, y a lo largo de su carrera compaginó sus trabajos en la escena con los del cine, en el que comenzó ese mismo año con Rapsodia de sangre, de Isasi-Isasmendi. Entre los filmes en los que participó destacan El bosque animado (1987), de José Luis Cuerda; Las cosas del querer (1989), de Jaime Chávarri; y Boca a boca (1995), de Manuel Gómez Pereira.

Últimos años En diciembre del pasado año había comenzado el rodaje junto a su “íntima” Carmen Machi de La puerta abierta, de Marina Seresesky, la historia de una hija y una madre prostitutas. Machi estaba entusiasmada con la idea y se deshacía en elogios hacia la que ya se había estrenado como su “madre” en una de las más potentes historias teatrales que se han estrenado en España, Agosto (2011). Solo estuvo un mes en cartelera, con todo el papel agotado desde que se puso a la venta, porque tanto ella como Machi, de la que aseguraba que era “la mejor de su generación” y que sin ella en el escenario se habría sentido “perdida”, se pusieron enfermas. Agosto, de Tracy Letts, dirigida por Gerardo Vera, era su vuelta a la escena tras 12 años alejada y regresó porque desde que conoció el texto supon que “necesitaba hacer” una pieza “tan brillante y conmovedora”. Aunque hubo un intento de recuperar la obra y llevarla de gira, finalmente Agosto, una tremenda historia familiar, en la que Irene Escolar era su nieta, fue su última aparición en el teatro, en el que había debutado en 1957, junto a Adolfo Marsillach.

Baró incorporaba con tal maestría sus personajes que, recordaba, cuando hacía de Sole en la serie de televisión 7 Vidas un taxista la “acusó” de ser “una roja”. Ella le explicaba que aquel era su personaje pero él insistía hasta que ella le espetó: “No, no soy roja. ¿O es que cree que si hiciera de puta lo sería?”. “No creo que sea la más conocida y valorada, aunque lo digan esas encuestas. La gente me quiere pero no me conoce mucho y confunde a la Sole de 7 Vidas conmigo. Soy irónicamente ácida, pero del resto nada. Ni de puta, ni de roja”, se reía recordando la anécdota con el taxista.

Tenía “muy claro” que si no se veía con fuerzas no iba a volver a una escena porque le espantaba la idea de salir “arrastrándose”. “Morir en un escenario me parece una ordinariez y un horror”, sentenciaba. Hacía lo que hacía cuando quería hacerlo y era muy difícil, sostenía, que lamentara sus decisiones, haciendo honor a su fama de “peleona”, y por eso asumía su “error” de haberle dicho que “no” a Pedro Almodóvar cuando la llamó para su primera película, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. “No me he arrepentido. Cuando me dieron aquel guion dije ¿Pero esto qué es? Este no está bien de la cabeza. No le veo ni pies ni cabeza’. La suerte esa vez no me acompañó pero es que yo no creía en aquello. Nunca más me ha llamado ni nada de nada, ni creo que lo haga”, barruntaba.

Se había “reconciliado” con el cine con Siete mesas de billar francés (2007), que le brindó el Goya a la mejor actriz de reparto, pero, como todo, se lo tomaba con “el tiempo y la perspectiva que requiere el trabajo”, al que dedicaba “lo justo”, se reía. Lo que más le gustaba, decía sin remilgos, era estar en su casa del campo, madrugar, y contemplar, sin solución de continuidad, “el el paisaje, las casas, las vacas, la vida pasar...”

Javier Cámara. “Se ha ido Amparo Baró. Mi madre tantos años. Me quedo huérfano. Toda la familia de los cómicos también. ¡Hasta Siempre! Qué tristeza”.

Toni Cantó. “Hay pocas actrices a las que se le pueda llamar ‘La’, la Baró, la Espert, la Machi, la Portillo... y Amparo era una de las grandes”.

Gracia Querejeta. La directora que le brindó el Goya con Siete mesas de billar francés expresó su “tristeza grande por la muerte” de la intérprete.

Tristán Ulloa . El actor recordó uno de sus últimos papeles: “Me quedo con lo último que vi de ella: su enorme trabajo en la obra Agosto”.

Secun de la Rosa . El actor, autor y director teatral lanzó un mensaje de agradecimiento: “Tantas interpretaciones en el mejor teatro, Estudio 1, esas cosas del querer, tus series. Tu voz, tu humor. Gracias”.

Sergio Peris Mencheta . “Se marchó una pequeña gran actriz”.

Rossy de Palma . “Oh Amparo Baró te nos fuiste. D.E.P maravilla de mujer y de actriz”.