MÁS allá del mundo de la confección y las pasarelas, el universo de la moda alcanza una constelación de disciplinas a años de luz de los flases y del renombre de las firmas internacionales. Uno de esos satélites que orbita alrededor de la alta costura es la creación de maniquíes. La Rosa mannequins diseña estos soportes desde 1922 y ha sido, a lo largo de su existencia, uno de los grandes proveedores de las casas de alta costura, entre ellas la del diseñador nacido en Getaria. El Museo Cristóbal Balenciaga acoge, desde ayer y hasta el 15 de julio, ManneQUEEN, que detalla la creación de esta empresa milanesa desde su nacimiento hasta sus últimas piezas.

"Está concebida de forma didáctica y muestra la evolución del maniquí y de los estilos europeos", explicó el comisario y propietario de La Rosa mannequins, Gigi Rigamonti. "Pero no solo repasa la historia de la empresa", añadió, "sino también la visión de la mujer a lo largo del siglo XX".

Estas perchas humanas no estuvieron al margen del arte de la centuria pasada, sino que hay un juego de influencias entre maniquíes y artistas. Uno de los ejemplos más claros es el de la pintura metafísica, encabezada por los pintores italianos Giorgio de Chirico, Alberto Savinio y Carlo Carrà. "Los maniquíes influyeron a muchos artistas", aseguró Rigamonti, "y más tarde los artistas influyeron a los maniquíes".

evolución artística

Del realismo a la abstracción

La evolución de las piezas se puede comprobar en la sala polivalente del museo getariarra, donde a través de numerosas fotografías y maniquíes se narra el desarrollo de los soportes. Los años 20 y 30, los primeros pasos, fueron décadas en las que primaba el hiperrealismo y se presentaba a las figuras "tal y como era la gente real", describió el comisario. Hombres gordos, mujeres rellenas y bustos nada estilizados formaban el estilo del momento. Estaban realizados con cera, yeso y papel maché, su mirada era de cristal y los pelos de la cabellera se injertaban a mano uno a uno. Este realismo venía marcado por el ambiente político de Italia, los años fascistas en el que Mussolini gobernaba con mano de hierro.

Después de la II Guerra Mundial y con el desarrollo de la moda, las formas femeninas se amoldan al canon de Hollywood y los maniquíes adquieren mayor gracilidad y estilización. En los años 60 el plástico se convierte en el material más usado y las pelucas sustituyen al cabello.

En los últimos años del siglo el maniquí se sofistica y adquiere un aire minimalista, abstracto y futurista. Los procesos de producción se industrializan, se desarrolla el moldeado en 3-D y la mujer pierde todas sus curvas para poner en valor la ropa que viste.

ManneQUEEN permite recorrer el variado camino por el lejano mundo de los soportes. El director del museo, Javier González de Durana justificó recorrer estos límites de la moda con la adecuación al contexto en el que trabajó el diseñador vasco. "Puede parecer que nos alejamos mucho del centro nuclear de la atención del museo que es Balenciaga, pero creemos que llevar la frontera de los intereses del museo hasta los extremos del mundo de la moda, hace más comprensible a los creadores".

Aprovechó, también, para ofrecer un punto de vista más metafísico de estas figuras. "El maniquí es una reflexión sobre el cuerpo ideal", explicó, "que nos lleva a un ámbito antropológico-filosófico sobre cómo el cuerpo ha sido entendido y en la manera en la que se ha querido transmitir una cierta noción sobre cómo debe ser el cuerpo de las personas hacia el público en general".