Donostia. ENTRE los discos que mejor vendía Herri Gogoa figuraban los de Benito Lertxundi, Xabier Lete, Mikel Laboa y Oskarbi. "Solían llegar a los 5.000 ejemplares, un número muy bueno", explica el creador del sello, Iñaki Beobide. Había otros trabajos, sin embargo, cuyas ventas eran casi testimoniales pero tenían un marcado carácter de apuesta. O incluso de "disparate" y "locura", como confiesa el propio zumaiarra.
"Muy pronto empezamos a desbarrar", bromea el euskaltzale que hoy recibirá el premio Argizaiola en la Azoka de Durango. Lo dice, especialmente, a cuenta de la primera entrega de Akelarre sorta-Bat, un disco de 1972 que grabó en Nueva York "un negro enorme", William S. Fischer, antiguo director musical de la poderosa discográfica Atlantic Records y arreglista de artistas como Wilson Pickett o Roberta Flack. "Le llevamos melodías vascas como Bat bi hiru lau, Gurea da, Pello Joxepe y Euskaldunak gara y le pedimos que las convirtiera en temas para bailar en las discotecas", recuerda Beobide.
El resultado no puede ser más extraño y divertido: un puñado de reconocibles piezas instrumentales reinterpretadas en setentera clave funky sin escatimar efectos de wah-wah, sintetizadores, flautas traveseras y otro tipo de instrumentos nada habituales en la música vasca de la época. "Cuando sacamos el disco en Euskadi lo pusimos en sitios como el Tiffany's de Amara pero no funcionaba. La gente no bailaba... ¡Aún no sé cómo nos atrevimos a meter el morro en la música disco!", exclama, divertido.
órgano, cuentos, etc.
Otros proyectos
Las posteriores entregas de la colección se grabaron en Euskadi con la misma filosofía: "revisar canciones tradicionales a través de ritmos nuevos". Otro interesante personaje se sumó a la nómina de Herri Gogoa y se hizo cargo de varios akelarres: Shegundo Galarza, un músico de Segura que tuvo una notable carrera en Portugal desde que en los años 50 triunfó como residente en el casino de Estoril.
Además de una colección de órgano que coordinó Esteban Elizondo o un disco de cuentos leídos por Lurdes Iriondo (Txanogorritxu y Mateo Txistu), otro proyecto interesante y curioso fue el que protagonizó el célebre Tomás Aragüés, que "grabó él solito un disco con un sintetizador Moog" con versiones de temas como Aldapeko, Saltzen saltzen o Gernikako arbola. Otra "barbaridad" discográfica fue el álbum instrumental de Antxon Larrauri, un autor de Bilbao que hacía música de vanguardia. "Eran nuestros caprichos, tenían algo de disparate, como este país, que también es disparatado", concluye Beobide entre risas.