EN calidad de diseñador, genio o figura -e incluso las tres cosas a la vez-, Javier Mariscal (Valencia, 1950) ha provocado una auténtica explosión de color en la Sala Kubo, que desde hoy y hasta el 29 de enero acoge la exposición Mariscal Bizi Poza. El título lo sugirió él mismo, fascinado por la sonoridad de la expresión "alegría de vivir" traducida al euskera, y también porque eso es lo que intentan transmitir las "coloristas y hedonistas" obras que ha traído a Donostia. "Lo único que tenemos es la vida, si te la quitan, te lo quitan todo. Hay que aprender a decir: qué chula es la vida", proclamó en la presentación de ayer.
La selección de dibujos, cuadros, esculturas, piezas de mobiliario, cómics o portadas de discos y revistas han sido alumbradas en un proceso que él vincula a "jugar y saber jugar". "El juego todavía está mal visto entre gente muy seria como, por ejemplo, Carlos Ruiz, y es mentira, todos nos dedicamos a jugar", bromeó en alusión al representante de Kutxa, que estaba sentado a su lado y que no dudó en quitarse la corbata y la chaqueta para demostrar que puede ser serio "pero no triste".
El recorrido por la sala kubo
"Me siento el rey del mambo"
El recorrido arranca en la sala de la entrada con un sugerente túnel del que cuelgan más de mil bocetos que permiten conocer la génesis de todas las criaturas de Mariscal. Además, en una mesa se pueden consultar varios ejemplares del libro Sketches y cinco teatrillos o dioramas -"belenes, los llama el autor-, que mezclan personajes y escenarios en volumen con proyecciones de Los Garriris, sus personajes de cómic que le han acompañado desde hace 40 años.
En el espacio central del Kubo desaparece el blanco y negro para dar paso al estallido de color de un sinfín de proyectos. Se pueden contemplar vajillas y diseños de mobiliario como carritos, taburetes, lámparas, altísimas columnas de estanterías o prototipos de jardineras que cumplen una doble función: estética y funcional. Además, se aporta profusa información fotográfica de sus trabajos en imagen corporativa y diseño de interiores, así como cómics y esculturas de hierro.
Hay varias muestras de su aportación a la reciente película de animación Chico y Rita, dirigida junto a Fernando Trueba, y una gran vitrina que alberga "un descontrol total" de trabajos sobre Cobi, la mascota perruna que Mariscal diseñó para los Juegos Olímpicos de Barcelona. En la misma "urna" se amontonan toallas, mochilas, ajedreces y hasta el ambientador de Cobi que llevaban los taxistas de la Ciudad Condal.
Tras confesar que le resulta imposible concretar cuántas piezas incluye la exposición -incluso invitó a los periodistas a hacer el recuento-, calculó que la obra más antigua quizá sea una minúscula escultura de papel maché, El señor del Caballito, creada en 1977. La más reciente es la que presta el título a la muestra, Bizi Poza, realizada ex profeso para la Sala Kubo. Se trata de un gigantesco y colorista mural que consta de cuatro lienzos de 2 por 2 metros, pintados en solitario por Mariscal durante quince días del pasado agosto.
Preguntado por si el encargo guarda alguna relación con la ciudad, respondió en broma que "podrían ser las afueras de San Sebastián, que cuando llueve mucho parecen una selva". "No, hombre, no tiene nada que ver, es una explosión de color, una especie de barroco", aseguró, aunque sí reconoció la influencia de la característica tipografía vasca, de líneas "duras y contundentes", en las letras del cuadro. Éstas tienen su equivalencia en una gran escultura de caracteres que forman las palabras Bizi Poza y que su autor comparó con las piedras que levantan los harrijasotzailes. Fiel a su carácter excéntrico y alocado, también comparó la letra O "con un gran chocho".
Por último, la sala superior acoge un espacio con pequeñas casitas de cartón y paredes forradas de papel blanco que los más pequeños podrán pintar mientras dura la muestra.
La exposición, comisariada por Mariscal junto a su hermano Pedrín -"él es reflexivo y yo no"-, está hecha a la medida de la Sala Kubo, un espacio que sedujo al artista desde hace meses. "Es maravillosa, como un abrazo y muchos besitos, aunque es difícil porque es muy alta y no hay tabiques", dijo, al tiempo que destacó la "tensión" entre el edificio y el paisaje marítimo, imposible de admirar por la falta de ventanas. "Aquí me siento el rey del mambo, esta sala es un regalo, sobre todo para la ciudad. En Tokio, Chicago, Londres, Milán y París no hay una sala como esta. Y en Bilbao menos", bromeó.
La de ayer, además, fue la última presentación de Marivi Arcaya como responsable de las salas de exposiciones de Kutxa. Tras once años, 46 muestras y un millón y medio de visitantes, será Cristina Beloqui la encargada de tomar el relevo.