EL denominado "Sonido Hammond" sacudió el panorama musical de géneros como el jazz, el rock , el soul o el ska allá en los 60. El característico instrumento que inventó el ingeniero estadounidense Laurens Hammond (1895-1973), se basaba en principios electromagnéticos de amplificación en altavoces individuales, de ahí su sonoridad vibrante tan peculiar. La carcasa de madera escondía una tecnología muy compleja, una maquinaria fabricada a base de piezas preciosas de relojería que dotaba al órgano de una enorme precisión en los contactos eléctricos. "Un universo es lo que te encuentras al abrir uno de esos ejemplares", explica el exalcalde de Eibar y representante de la Asociación Cultural Pedro Celaya, Jesús Mari Agirre. Un instrumento que, aunque muchos lo intentaron, nadie aparte de la firma Hammond Organ de Chicago (Estados Unidos) consiguió fabricar.
Pero en 1959, después de oír un concierto de música de salón, que el maestro Juan Urteaga interpretó en el frontón Astelena con uno de estos órganos, un grupo de exalumnos de la eibarresa Escuela de Armería decidió comenzar el proceso de construcción del Helmholtz, el que sería la primera réplica del prestigioso Hammond. Para ello contactaron con el párroco de Ermua Teodoro Zuazua, que poseía un ejemplar y a quien al principio no le hizo mucha gracia que lo utilizasen para un experimento, ya que valía más que un piso de aquella época. "Al final accedió con la condición de que el nuevo piano fuese donado a la iglesia de Ermua", explica Agirre. Lo más complicado para los miembros del proyecto, José Luis Elorza y los hermanos José y Jesús Ibaceta fue construir el teclado de "inimaginable complejidad". "'Ustedes que son hábiles mecánicos, tal vez construirán el generador tonal, pero el teclado no lo harán nunca', les dijo en una ocasión un prestigioso constructor de órganos donostiarra, que, por cierto, aunque lo intentó, no consiguió construir la réplica de la marca norteamericana", recuerda Aguirre.
Después de mucho tiempo trabajando, una vez que tuvieron adelantado el Helmholtz Church, como nombraron a la réplica, decidieron comunicar el éxito a la empresa americana. "Enviaron a Chicago una carta de presentación con una fotografía del instrumento, como si fuese un canto de sirena". Los eibarreses no esperaban ninguna respuesta pero a los pocos días llegó a Eibar MR. Herbert Meynema, el ingeniero jefe de Hammond Organ, máxima autoridad de la entidad. Asombrado con el resultado no paraba de palpar el instrumento: "¿De dónde han sacado los planos?", les preguntó el norteamericano. "De aquí", le respondió Ibaceta, señalando su cabeza. "Y del órgano original traído de Ermua", añadió. Meynema les felicitó por ser los únicos en el mundo que habían logrado construir un piano de esas características aparte de su empresa y adquirió al instante un ejemplar del Helmholtz recién creado. "En la fábrica de Chicago debe de haber un ejemplar", dice Agirre.
las claves del éxito
La industria auxiliar
No fueron pocos en Europa los que intentaron emular a este grupo de armeros, pero nadie lo consiguió. "Había fábricas en Italia y Bélgica que tenían la licencia de Hammond y medios muy sofisticados. Aun así no lo lograron", precisa Aguirre.
Para descubrir cuáles fueron las claves que llevaron a Elorza y los hermanos Ibaceta al éxito hay que sumergirse en aquel Eibar del siglo XX. La ciudad armera fue uno de los núcleos industriales más importantes de Euskal Herria, donde muchas empresas prosperaron, de las cuales algunas perduran hasta hoy. Consiguieron su objetivo, en gran medida, gracias a la industria auxiliar de la comarca, donde había empresas especializadas en diferentes campos.
Pero MR. Stanley, el último representante de la empresa estadounidense que en 1972 visitó el taller Helmholtz de la calle Errekatxu, no se creyó la historia. "Era un hombre muy serio según me contó José Ibaceta. Llegó al sitio y al ver un primer piso que no era ni taller, donde solo había un ejemplar del órgano no se lo creyó. ¡Cómo iban a construir un órgano ahí!", explica Aguirre.
En Chicago el método de producción era distinto: "Estaban acostumbrados a hacer los órganos pieza por pieza, en naves gigantes. Stanley no conocía la industria auxiliar eibarresa", apunta. En Eibar la "organización era diferente", según el exalcalde. "La fundición se hacía en un lugar, el modelaje en otro sitio; había empresas administradoras destacadas y tenían a mano los metales preciosos tan necesarios".
Los creadores de Helmholtz consiguieron muchos materiales y recursos industriales, que de no vivir en una ciudad como Eibar, les hubiese sido "casi imposible" obtener. Eso, unido a la tenacidad, a la iniciativa y a la formación de la Escuela de Armería, hizo de Helmholtz S.A. una empresa que fabricó cerca de 50 unidades repartidas por toda la Península.
Dentro de un mes se celebrará el 50º Aniversario del órgano, el 23 de septiembre a las 20.30 horas, mediante el concierto anual Helmholtz en el Auditorio Coliseo de Eibar. En él participarán, entre otros, la Coral Sostoa y el organista Juan Luís Agirre.