Desde que en 1975 la Facultad de Química abrió sus puertas en Donostia, 2.600 graduados y 600 doctores en Química han pasado por sus instalaciones. El rector Jon Mattin Matxain reconoce que la ciencia en Euskadi, tanto a nivel institucional como empresarial, pasa por un gran momento, pero advierte de que los precios en Donostia y la infraestructura actual del centro son un hándicap para retener talento.
El ecosistema científico actual poco tiene que ver con el de hace 50 años.
Los orígenes de la facultad fueron en el barrio de Altza, en la escuela Juan XXIII, donde se habilitaron las aulas para poder empezar en 1975, con Franco todavía vivo. Desde entonces, ha habido una evolución, pasando de ser la primera facultad de ciencias experimentales que hubo en Gipuzkoa a la llegada a Ibaeta, desde donde se ha desarrollado el ecosistema que hoy conocemos, pero que parte de la facultad, tanto de proyectos de investigación iniciales como de centros tecnológicos como Cidetec, CFM, DIPC y Polimat, que tienen su origen en profesores de la Facultad de Química. Nosotros estamos en el centro.
La evolución de la facultad, por lo tanto, no se puede entender sin la evolución del ecosistema científico, y viceversa.
Aunque no podemos imaginarnos una Donostia sin estos centros, todo viene de esa semilla que se plantó en 1975 gracias al trabajo de mucha gente que hizo su trabajo en aquella época.
La facultad es incluso anterior a la EHU.
Sí, cuando se formó Gipuzkoa, pertenecía a la Universidad de Valladolid, por lo que la Facultad de Química originalmente era una facultad de esta universidad. En 1979 pasó a la de Bilbao, que fue el germen de la EHU.
¿Cómo derivó esa facultad en el resto de empresas y centros?
Fue el trabajo de profesores que eran de la facultad que tenían una vocación docente, pero también de investigación. Había profesores de diferentes áreas y algunos vinieron de fuera, como Pedro Miguel Echenike. Tenían un camino anterior de investigación de largo recorrido y otros lo empezaron a desarrollar aquí. Esto era un páramo de investigación científica y fueron desarrollando sus líneas y surgieron estos centros. Una vez que se crean, es un crecimiento exponencial hasta el ecosistema que tenemos hoy, que es más rico todavía.
"Esto era un páramo de investigación científica y fueron desarrollando sus líneas y surgieron estos centros. Una vez que se crean, es un crecimiento exponencial hasta el ecosistema que tenemos hoy, que es más rico todavía"
¿Es el mejor momento para la facultad y para la química?
Diría que sí, porque los 50 años nos han valido no solo para celebrar, sino para estrechar lazos con todos los centros de investigación, pero también con empresas de diferentes sectores, no solo químico, también biotecnológico, de desarrollo de materiales... Es ahí donde se ve la potencia que tiene la facultad. Mucha gente que está trabajando en estas empresas o estos centros ha sido estudiante de la facultad. El vínculo no es solo de transferencia de conocimientos, es de personas.
¿Ha cambiado mucho esta interdisciplinariedad?
Totalmente. La necesidad de la sociedad en cuanto a la formación de químicos ha ido evolucionando. En su día, la facultad estaba especializada en polímeros y sigue siendo una de las universidades más fuertes en todo el Estado en ello, pero con el tiempo se han ido desarrollando otras líneas: la de polímeros, pero también nuevos materiales y el sector biotecnológico; y el quantum. Estamos en el año de la cuántica y la facultad también tiene un papel importante.
Es evidente que la cuántica ha sido la que mayor peso ha cogido en los últimos tiempos. ¿Lo esperaban?
Como facultad, no tenemos tanto control sobre lo que se hace. Los centros tiran mucho de la investigación y nosotros somos una parte más, pero no lideramos. Sí que se ve la evolución con el DIPC, que partió de la facultad, o el CFM, y esa vinculación es muy importante. El desarrollo y lo bien que lo están haciendo estos centros y otros más como Nanogune, han llevado a una apuesta por Ikerbasque. Es difícil prever las cosas, pero, desde luego, si no se hace ningún esfuerzo, no se consigue nada.
"Como facultad, no tenemos tanto control sobre lo que se hace. Los centros tiran mucho de la investigación y nosotros somos una parte más, pero no lideramos"
Imagino que como centro de enseñanza no pueden limitarse a una única área.
Exactamente. Nosotros tenemos, por un lado, una línea de investigación, pero luego, por supuesto, una vocación de formación. No se nos puede olvidar que tenemos que formar a personas que luego van a trabajar en diferentes sectores y nos tenemos que adecuar a ellos. Por eso es importante tener esa vinculación, para saber las necesidades. No podemos olvidarnos que estamos dentro de un contexto.
¿Las empresas del territorio necesitan químicos?
Siempre hacen falta. Muchas veces nos faltan esos vínculos personales en empresas que han venido de fuera. Todo es mucho más fácil cuando te conoces. Por eso, en octubre vamos a hacer unas jornadas de química y empresa para fortalecer ese conocimiento, porque muchas veces vienen químicos que tienen sus contactos personales en otras universidades y se nutren de ellos. Ahora los químicos estamos en todos los sectores, desde cosméticos, la ropa, comida, la potabilidad del agua, la calidad de los alimentos... más luego lo estándar, el desarrollo de fármacos, de materiales, producción de hidrógeno verde, etc.
¿La gente tiene esa percepción?
No, no se percibe la química como algo cotidiano a pesar de que cuando estamos cocinando en casa estamos haciendo química. Lo estamos intentando trasladar en este 50 aniversario con diferentes actividades, como un ciclo de charlas con Donostia Kultura o dando a conocer a través de infografías en nuestra web a estudiantes que han sido de la facultad y que ahora están trabajando en diferentes campos, y te puedes llevar sorpresas.
"No se percibe la química como algo cotidiano a pesar de que cuando estamos cocinando en casa estamos haciendo química y por eso lo estamos intentando trasladar en este 50 aniversario con diferentes actividades"
¿En qué ámbitos se trabaja más?
Muchos están en investigación, pero también en educación, como profesores de Secundaria, que son muy importantes, porque cada vez necesitamos más estudiantes. Cada año entran 88 a la facultad y tener esa vinculación con los profesores de química es fundamental. Queda mucho por mejorar, pero estamos dando unos pasos que son muy bonitos. También hay visitadores médicos, gente en el sector de los cosméticos, se están creando muchos spin-off desde la facultad y desde los centros que han surgido de aquí... Es muy heterogéneo.
¿Hay fuga de cerebros?
La fuga de cerebros no la entendemos igual que en otros ámbitos de la sociedad. Para nosotros es fundamental, a nivel de investigación, que la gente se vaya fuera. Por eso muchos de los programas de postdoctorado o de tesis doctorales son para hacer fuera, pero con la vocación de tener unos programas que puedan hacer que vuelva ese talento. Aquí, en líneas generales, hacemos las cosas bien, pero no podemos olvidar que en otros sitios también se puede hacer igual o mejor. Ir a un sitio donde se hace ciencia puntera y luego traerla aquí es muy importante. Hay gente que se va y no retorna. ¿Eso es fuga de cerebros? Sí, pero la que retorna es mucha y también atraemos talento de muchos sitios, con lo que el balance es positivo.
"Para nosotros es fundamental, a nivel de investigación, que la gente se vaya fuera. Por eso muchos de los programas son para hacer fuera, pero con la vocación de que pueda volver ese talento"
¿De qué lugares viene ese talento?
Tenemos mucho contacto con la Universidad de Burdeos, dentro del Campus Europeo Euskampus, y también desde los países emergentes. Cuando hay una oportunidad de doctorado o postdoctorado aquí, muchas gente es de la India, Pakistán, Irán... Hay mucho de Asia.
Eso en cuanto a investigación, pero, ¿en educación?
Los alumnos son mayoritariamente de aquí. Dentro del programa Erasmus nos viene gente de diferentes sitios, pero el balance es negativo. Se nos van más de los que vienen y muchas veces el problema suele ser lo caro que es Donostia y la falta de alojamiento. Es un problema que no nos afecta solo a la facultad, sino que es general. Por eso dentro de los alumnos los que más vienen son de Francia.
“Dentro del programa Erasmus se nos va más gente de la que viene y el problema suele ser lo caro que es Donostia y la falta de alojamiento”
¿Hay becas suficientes tanto para estudiar como para investigar?
Cada vez hay más ayudas, pero nunca van a ser suficientes porque, según creces, las necesidades van aumentando. Lo cual es bueno si se avanza. Para las ayudas Erasmus es poco para cubrir el alojamiento. ¿Faltan ayudas? Seguramente, sí, pero también se hace un esfuerzo grande. De hace 30 años a ahora las ayudas no tienen nada que ver.
¿Y para las instalaciones de la facultad? La tecnología no ha parado de avanzar en este medio siglo...
Si quieres hacer química del siglo XXI necesitas instalaciones del siglo XXI y el edificio que tenemos es del XX. Hay un problema de adecuación de lo que es la estructura del edificio y estamos intentando elaborar un plan de mejora con el vicerrectorado para a medio plazo, tres-cinco años, dar ese salto. Estamos limitados sobre todo con la extracción de las campanas de gas. Estos tubos están incrustados en la estructura del edificio, por lo que no podemos hacer nuevos. Tenemos que evaluar la posibilidad de sacarlos por fuera, lo que nos daría otra flexibilidad para poder hacer síntesis o reacciones químicas en el laboratorio. Por otro lado, tenemos el problema de los equipos. La tecnología ha mejorado un montón, pero son aparatos que cuestan mucho dinero. Hay que conseguir dinero para poder comprarlo. Hoy en día tenemos a dos investigadores –Sara Barja y Daniel Reta– que han conseguido la beca más prestigiosa de la Unión Europea, de cuatro millones de euros, y han podido comprar un equipamiento top, pero también está el problema de que si consigues una beca así, traer un equipo como este con una limitación del edificio es poner algo supercaro en un sitio que necesita mejorar. Podemos estar contentos de las instalaciones que tenemos, pero no satisfechos. Tenemos que exigirnos más y mejorar porque si no, no podríamos avanzar.