Donostia. "Yo, al principio, sólo quería que se muriera". Es la primera voz que se escucha en el documental Cuidadores, una expedición emocional por la cotidianidad de las personas que dedican buena parte de su vida a mejorar la de una de sus personas queridas, cuya existencia está sometida a una enfermedad degenerativa. Un viaje que sortea la compasión, elige la franqueza y busca sin descanso la esperanza. El jueves se preestrenará en Donostia y el viernes se asomará a las salas comerciales (en Gipuzkoa, en el Trueba; en Gasteiz, en los Florida).
Al director y guionista del documental, Oskar Tejedor (Legazpi, 1968), autor de Balenciaga, permanecer en lo efímero y Txalaparta, el eco de un pueblo, se le nota que vivió de cerca la experiencia: se inspiró al contemplar la evolución de su madre como cuidadora de su padre. Su cámara se introduce con delicadeza, como un testigo invisible, en habitaciones y cocinas para que el espectador se coloque frente al espejo del baño y se pregunte: ¿Cómo te gustaría que te cuidaran?
Maite Etxaniz, diputada de Política Social, contestó ayer en Donostia, en la presentación a los medios de comunicación: "A mí me gustaría que me cuidaran como lo hacen los cuidadores del documental y me gustaría cuidar como ellos lo hacen; dan una lección de serenidad".
Tejedor ha invertido en el proyecto cuatro años, entre ellos los intensos 18 meses de grabación de la terapia colectiva de los protagonistas que, cada quince días, se reunían para compartir experiencias, relativizar las suyas escuchando a los demás y ayudar a los otros a restarse soledad contando las propias. Una parte del grupo ya se juntaba y Tejedor realizó un pequeño casting para completar las distintas posibilidades de vínculos familiares. Cuidadores recopila los testimonios de maridos, esposas o hijas, y sus matices.
Koldo Aulestia, presidente de AFAGI (Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Gipuzkoa), agradeció el "regalo" del documental, que coincide con el 20º aniversario de la agrupación. "La demencia puede arrebatarnos la mente de nuestros seres queridos, pero nunca sus corazones", recordó.
'Soy un extraño para ti' Cuidadores compone un puzzle emocional de consecuencias íntimas. Los testimonios y las escenas cotidianas sólo se interrumpen con algunos planos de las localidades a las que se desplaza la cámara para situar al espectador. En el paisaje humano se advierte la transformación de las relaciones afectivas en las parejas; las dudas y las contradicciones afectivas; las distintas formas de afrontar la situación, de la desesperación a, solo en algunos casos, una cierta serenidad; la necesidad de independencia; otra manera de interpretar, en una residencia, la canción Soy un extraño para ti.
Maribel se va de vacaciones unos días; a su marido se le nublan los ojos cuando se lo dice, ella llora cuando se marcha en tren. "Lo peor son las noches, te encuentras al lado de la persona con la que has compartido toda tu vida pero sabes que ya no está. Es como si estuvieras en una casa vacía. Eso no se puede explicar con palabras...", reflexiona en otro momento.
Naiara, en la treintena, la más pequeña de sus hermanos, intenta encontrar su camino: "Yo a mi madre la quiero mucho y no la voy a dejar, pero soy muy joven y tengo que vivir mi vida; tengo que equilibrar el sentimiento de amor que tengo hacia mi madre". Manuel, pese a sus afectuosos detalles de marido, se pregunta si ha "hecho lo suficiente por ella".
"¿A dónde vamos? Y a los cinco minutos me vuelve a hacer la misma pregunta "¿y a dónde vamos?" Y así todo el día... Y de ahí no la puedes sacar", describe Carlos, en una escena dolorosamente reconocible para cualquier familiar de una víctima de la demencia.
"El plan lo puedes suplir, con una amiga, con un amigo, pero el proyecto de vida, no. El proyecto de vida se te ha ido al garete", expresa con triste lucidez Ana.
convivencia difícil Premiado en la Seminci, el documental recuerda a la sociedad que los cuidadores -ayer un informe encargado por el Instituto de Estudios Fiscales calculaba que los cuidadores familiares ahorran entre 25.000 y 40.000 millones de euros anuales al Estado- dan prioridad a las necesidades del enfermo, olvidándose de su salud física y mental y conviven con la depresión, la ansiedad o la culpa.
Con el último fotograma, una pregunta permanece en el aire como un trabalenguas melancólico: ¿Quién cuida al cuidador?