EL Boroa es, sin duda, un clásico. El edificio en el que se ubica es un antiguo caserío del siglo XV, rehabilitado con criterio para que los comensales se sientan cómodos. Se enmarca en un valle en el corazón de Bizkaia, en Amorebieta, dominado por el Gorbea, desde cuyas faldas te recibe en una campa de considerable extensión de la que se desprenden aromas de tomillo, romero, hierbabuena?

Aunque el restaurante abrió sus puertas en 1997, buena parte del equipo que lidera Asun Ibarrondo, propietaria del establecimiento, proviene del hotel Boliña de Gernika. Especialmente el que se refiere a los fogones, con un pedazo de cocinero como es Jabier García, un profesional que es capaz de tocar muchos palos con total garantía, desde la parrilla al puchero, sin olvidar las técnicas actuales.

Añadan una atención en sala esmerada y cálida, una carta de vinos amplia y a precios razonables, dos terrazas acogedoras para tomar el aperitivo o hacer la sobremesa, y entenderán el éxito de este local que en 2008 se ganó una estrella Michelin.

Por si fuera poco, su cocina está marcada por un sólido clasicismo, con los justos toques de modernidad, combinando platos tradicionales y otros más de vanguardia. Siempre con la cabeza puesta en el producto. De esta manera, presenta una carta amplia y variada, cada vez más difícil de encontrar, donde se ofrecen almejas de cuchillo, gambas blancas, bogavantes del Cantábrico, cigalas, centollas, ostras de Arcade? Pero también jamón y lomo ibéricos, foie gras, sopa de pescado y mariscos. En los pescados reina, como no podía ser de otra manera, el bacalao, especialmente un plato de degustación en tres maneras: brasa, vizcaina y pil-pil. Pero no hay que descartar el lenguado, la merluza o el rape. En las carnes, además de dominar la brasa, el Boroa tiene una larga lista de guisos de cuchara que van desde el rabo estofado o los medallones de corzo al cochinillo confitado. Los golosos no saldrán defraudados porque podrán deleitarse con torrijas caramelizadas, tartas de hojaldre y manzana, bizcochos fluidos de chocolate o un flan tembloroso con pañuelo de caramelo. Además de una certera carta de vinos dulces y espirituosos para completar el festín.

En esta visita, conocedores de su línea más tradicional, nos decantamos por platos más innovadores, entre los que destacan una magnífica ostra crujiente reposada en un cremoso de lenteja y su aire de mar. La salinidad de la ostra y su especial textura -subrayada por el crujiente- combina a la perfección con el dulzor aterciopelado del puré de lentejas. También es novedoso el bombón de foie y Sauternes en cubierta de palomitas. Todo un clásico con lectura moderna y buena técnica. Otra agradable sorpresa para el comensal es el pulpo gallego con sus patatitas y berberechos en salsa verde de azafrán, con un punto del cefalópodo espléndido y una combinación con punto de partida tradicional y elaboración actualizada. Lo dicho: clásico y tradicional, pero también con su punto de innovación.