Donostia. Hace un año, Wouter Weylandt (Gante, 1984) encontró su mayor éxito profesional al ganar en Middelburg la tercera etapa del Giro de Italia. Hoy, justo doce meses después, la misma carrera llora su muerte. También en la tercera jornada, el belga del Leopard-Trek perdió la vida tras sufrir una fatal caída en el angosto descenso del Passo di Bocco, a unos 25 kilómetros de la meta en Rapallo, donde Ángel Vicioso alzó los brazos y David Millar, segundo, se vistió la maglia rosa, tras un ataque en la última tachuela.

Ni uno ni otro subieron al podio. El Giro de Italia suspendió la ceremonia protocolaria, cuando aún se especulaba sobre la suerte de Weylandt. El aragonés no tenía constancia de ello, y no contuvo su júbilo. La organización no hizo oficial el fallecimiento hasta las cinco de la tarde, una hora después de la caída, cuando fue localizada e informada su mujer, Anne Sophie, que está embarazada y anoche viajó a Italia.

Weylandt falleció en el Passo di Bocco, una bajada estrecha, rodeada de árboles y un gran muro en su límite derecho contra el que se golpeó la cabeza. “No había ninguna bandera amarilla que alertara el peligro”, lamentó Pablo Lastras. La escena recordaba al Culmine di San Pietro, donde Pedro Horrillo volvió a nacer en la corsa rosa de 2009. El belga tuvo peor fortuna. Su fallecimiento fue casi instantáneo, explicó el galeno de la prueba, Giovanni Tredico. Durante veinte minutos, el equipo médico trató de reanimarlo, mientras un helicóptero sobrevolaba la zona para localizar un punto donde aterrizar. Fue evacuado al Hospital de Génova, que confirmó su muerte.

Weylandt “tenía una fractura en la base del cráneo y algunas en la cara”. Entró en parada cardiorrespiratoria y “no respondió a los masajes de reanimación”, confirmó Tredici. Los planos televisivos hacían temer lo peor. En medio de un sobrecogedor charco de sangre, que emanaba de su cabeza y de su nariz, el joven belga yacía inmóvil en mitad de la carretera. La vida se le iba mientras los ciclistas descolgados del pelotón le sorteaban. Uno de ellos fue Jorge Azanza, como captaron las imágenes de la RAI. El navarro de Euskaltel-Euskadi había caído un kilómetro antes y trataba de reintegrarse al pelotón. “Me caí, me levanté y luego vi a Weylandt en el suelo. No he querido ni mirar”, explicó el de Altsasu.

No debía haber corrido el Giro El destino hizo que Weylandt encontrara la muerte en una carrera que no estaba en su programación, pero la caída de Daniele Bennati en la Vuelta a Romandía obligó al Leopard-Trek a recurrir al belga, que completaba su primera temporada en el equipo luxemburgués, tras seis años en el Quick Step, en el que debutó en 2005. Anoche, sus integrantes debatían si seguir o no en carrera.

En este sentido, el director del Giro, Angelo Zomegnan, expresó su condolencia “a la familia” y dio vía libre a que los ciclistas interpreten “a su voluntad” la etapa de hoy, de 216 kilómetros planos entre Génova y Livorno. La anterior muerte en una gran vuelta fue la de Fabio Casartelli, en el Tour de 1995, en la bajada del Portet d’Aspet. Al día siguiente, el pelotón ralentizó la marcha y el equipo del malogrado italiano, Motorola, se adelantó unos metros en la meta de Pau en homenaje póstumo. Hoy podría repetirse un tributo similar.

Curiosamente, en la octava etapa, con final en Tropea, el Giro había previsto un acto de recuerdo en Santa Eugenia a todas las víctimas del ciclismo -desde 1934, son 47 los ciclistas profesionales fallecidos en accidente-. Desgraciadamente, ayer se sumó a la lista Weylandt, que silenció el triunfo de Vicioso, que deportivamente resucitó tras ser enterrado en vida tras la Operación Puerto.