Donostia. En la ciudad del delicioso parmesano, Alessandro Petacchi se la dio con queso a Mark Cavendish y prolongó la fiesta de la Italia unificada, que la víspera celebró el liderato de un Marco Pinotti que ayer lo cedió a su compañero humillado al sprint. El manés no encontró consuelo en la maglia rosa y refunfuñó tras cruzar la meta. Y es que a nadie le gusta que le batan cuando te sientes más rápido.

Petacchi sabe más por viejo, 37 años, que por diablo. Es italiano, sí, pero no marrullero. Al menos, no destaca por ello entre la raza de los sprinters. Ayer fue más listo que Cav. Solo eso. En una recta impecable, el de La Spezia era lanzado por Danilo Hondo. Faltaban aún casi 300 metros, cuando Mark Renshaw adelanta al dúo del Lampre con Cavendish, su capo, a rueda. Petacchi hace lo único que puede: ponerse a rueda del británico. Y, pillo él, o zorro, o instintivo o, simplemente, italiano, el spezino sale como un obús por la derecha a 150 metros del final. El manés primero se sorprende con semejante arrancada tras su estela y, después, trata de reaccionar. Lo hace por la derecha de Petacchi, quien se abre lo justo hacia el mismo lado para dificultar la trayectoria. La maniobra es legal. Faltaría más: las volatas son cosa de cavalieres, pero no de signorinos. En plena estampida, el velocista de Man pierde una pedalada que su último golpe de riñón no consigue enmendar.

Veintidós victorias de etapa Por un tubular, incluso menos, pero fue segundo. Primer perdedor. Y como tal, bramó brazo en alto mientras Petacchi aullaba su victoria, la 151ª de su carrera y la 22ª en el Giro de Italia, cuyo liderato sigue en el seno del HTC-Highroad.

Con semblante serio, Cavendish subió al podio a recoger una maglia rosa que ya vistió en 2009, cuando su equipo también se impuso en la primera jornada, en Lido Venecia, donde Pinotti, segundo aquel día, se quedó con las ganas de rosa.

La etapa más larga del Giro, 244 kilómetros entre Alba y Parma, se resolvió en apenas doscientos metros. No dio mucho más de sí, salvo la galopada de Sebastian Lang y el tremendo calor: hasta 35 grados. El contrarrelojista alemán disputó la crono más larga de su vida. Tuvo la mala fortuna de atacar en el kilómetro 6 y que nadie le secundara en su idea. "La gente se lo piensa antes de meterse en las escapadas, porque queda todo el Giro y hay que ser muy valiente para meterse en ellas", explicó Alberto Contador, quien, como el resto de ilustres de la carrera, no sufrió sobresaltos.

En apenas seis kilómetros, Lang se vio metido en un lío con cuatro minutos de ventaja. Tiró para adelante, y así hasta el kilómetros 218 en el que, más muerto que vivo, agradeció ser neutralizado tras gozar de casi 20 minutos de ventaja. En total, 212 kilómetros entre pecho y espalda en solitario que le permitieron pasar primero por la única tachuela del día, Tabiano Castello, y enfundarse el maillot de la montaña, que ya lució en el Tour en 2008.

Una vez cazado el germano, atacaron de inmediato Marzoli, Rovny, Righi, Pineau, Bakelandts, Giordani, Golas y Vorganov, que hizo el afilador y regresó al pelotón. HTC-Highroad de Cavendish llevaba el peso por detrás, auxiliado en la parte final por el Garmin-Cervélo de Tyler Farrar. Lampre asomó justo para acaparar la fotografía de meta junto a un manés encolerizado porque se la dieron con queso.