Respondiendo a la convocatoria del Basque Culinary Center, el lunes 13 hubo un aforo completo en la Casa de Cultura de Okendo, con unas quince personas sin poder entrar. En el hall, un guardia municipal; fuera, en la puerta, un grupo de tres más, en la gasolinera su coche y enfrente, a la altura del ambulatorio un coche de la Ertzaintza. Situación tensa en la sala y tensa también en la entrada de Okendo.   

El martes 14, en el mismo lugar y también con el aforo lleno, la convocatoria de Ulia Auzo Elkartea a todo el Ayuntamiento de Donostia, sin protección policial. Sólo aparecieron EH Bildu y Elkarrekin Podemos, que tuvieron una modesta intervención, para la altura a la que hemos llegado con este tema.

Los poderosos representantes del Basque Culinary Center y de las empresas que intervienen en la construcción del edificio se muestran satisfechos por haber llegado a un acuerdo con el Ayuntamiento en sólo dos años para llevar a cabo su propuesta en Manteo, cuya ejecución consideran inmediata. Lo que se puede entender por un trámite corto, discreto, cauteloso, evitando salir a la luz, ellos lo presentan como exitoso. Lo han hecho porque no han contado con la participación ciudadana ni con algún que otro estudio geotécnico, medioambiental, de impacto social. Simplemente, han pasado por encima de cualquier derecho social. Y ahora, a destiempo, se arrogan la responsabilidad de citarnos, rodeados de medidas de seguridad propias de altos dirigentes para explicarnos cómo y por qué han elegido Manteo. Proponen abrir en la Avenida de Navarra una oficina para recoger nuestras quejas y opiniones, al mejor estilo protector de nuestra dignidad. Se valen de argumentos tales como la proyección internacional de la ciudad, el valor cultural de la gastronomía, el bien común, transmitiendo esos argumentos tan manidos cuando se busca convencer a la ciudadanía. Irrelevantes los millones que van a recibir del Gobierno Vasco, de la Diputación, las costosas matriculaciones del alumnado, su carácter privado en el uso de lo público. No hablemos del cuidado que van a tener con la Avenida de Navarra, no tanto con la calle (no le llaman Paseo) Rodil, como si por allí no pasara nadie. Siguen sin entender que este movimiento ciudadano se refiere al uso privado de un espacio público, y no a su curriculum, ni a la investigación de los alimentos ni a la tortilla de patata desestructurada.

Lo hemos dicho algunos desde hace tiempo, no son ellos los que tienen que estar ahí. Parece que no nos escuchan, o quizá no nos hemos hecho entender cuando decimos que ellos no son nuestros interlocutores, que no dudamos de la bonanza de su carísima enseñanza privada, que no nos acordamos del dinero público que se llevaron en el anterior edificio que conservan en otra parte de la ciudad y que pretenden ampliar o reparar, y que rechazamos un uso privado en un importante espacio público. De hecho, el único que queda en esa zona de Ulia/Gros. Nuestro interlocutor es principalmente el Ayuntamiento de Donostia, pero también la Diputación Foral de Gipuzkoa y el Gobierno Vasco.