Con el polideportivo en marcha y todavía las obras sin acabar. Después de un largo periplo de incomodidades -una forma suave para describir todo lo que hemos tenido que aguantar estoicamente, ¡qué remedio!, los ruidos de las máquinas y el lodo que cubría nuestro calzado, amén de las vibraciones en las paredes de nuestras casas cuando una maquinaria pesada realizaba su trabajo-, confiábamos en que los accesos a nuestro barrio mejorarían, pero no solo no han mejorado sino que han desaparecido.Colocar un paso de cebra único por el que nadie transita es para mí como montar un bar en el monte Ernio. Efectuar en un mismo sitio un hoyo profundo, cerrarlo, abrirlo y volver a cerrarlo varias veces, también es para creer que han faltado supervisores municipales o, de lo contrario, no han estado a la altura que debía exigírseles. Esperemos que las cabezas pensantes del municipio donostiarra tomen cartas en el asunto y nos brinden un paso de cebra que una el paseo de Casares 141-151 con el barrio de Arrizar. Ah, y se me olvidaba: a poca distancia de este lugar había un poste que nos señalaba la hora y la temperatura. Ahora nos señala únicamente la hora. ¡La mejora es enorme!