Sorpresas, decepciones o acciones de juego limpio que quedarán para el recuerdo. El mundial ya ha cerrado su primera fase y la lucha por las medallas se va acotando.

Portugal, candidata

De la Era Oporto a la Era Sporting. Así se puede resumir el nuevo ciclo que ha abierto la selección que dirige Paulo Pereira desde 2016. Si hace varias temporadas el peso lo llevaron los dragones Miguel Martins, Fabio Magalhaes o Rui Silva, el cambio de guardia hace que la responsabilidad recaiga ahora en las espaldas de leones como Martim Costa, Salvador Salvador y Kiko Costa. Estados Unidos, Brasil y Noruega. Ninguna ha podido vencer en la primera fase a los pupilos de Paulo Pereira, que desde hace años están tratando de tirar abajo una puerta que todavía les separa de las grandes favoritas. No obstante, quizás sea un punto a favor para enfrentarse a grandes plantillas como la de Noruega, que no pudo con los lusos a pesar de jugar en su casa. A la juventud y el desparpajo de unos, se les suma la experiencia de otros. Rui Silva y Luis Frade, por su parte, son algunos de los jugadores más experimentados de la platilla y son la extensión de Pereira en el 40x20 para controlar los tiempos del partido o los impulsos de sus compañeros, entre otras cosas. La calidad del los portugueses es indiscutible y las ganas de querer hacer algo grande también. Por el momento, han cerrado la fase de grupos con pleno de victorias y arrancarán la Ronda Principal como líderes en solitario. Queda mucho camino por recorrer, pero Portugal ya ha presentado su candidatura para las medallas.

Chile hace historia

En su octava participación mundialista, y después de caer durante los siete campeonatos anteriores a la Copa Presidente una vez finalizada la fase de grupos, Chile jugará la Ronda Principal por primera vez en su historia. Los chilenos, de la mano del técnico guipuzcoano Aitor Etxaburu, sellaron su pase a la siguiente ronda después de ganar a la Japón de Toni Gerona dominando la mayor parte del encuentro. Tras ver durante los últimos mundiales que Argentina y Brasil sí habían conseguido seguir en la pelea por el trono después de cerrar la primera fase, Chile se ha sumado esta vez a las citadas y Sudamérica tendrá por primera vez tres representantes en la ronda principal. Los de Etxaburu tenían marcada en rojo la cita ante Japón, pero su juego ya dejó destellos en los encuentros anteriores. Ante España, por ejemplo, el combinado chileno dejó un inicio de partido para enmarcar con grandes minutos de los bidasotarras Esteban y Rodrigo Salinas y de Erwin Feutchmann. Buscar rápidas transiciones y hacer la valer la velocidad del pequeño de los hermanos en la línea de seis metros para buscar las espaldas de los defensores dieron sus frutos, y ante Japón no fue diferente. Chile ya ha alcanzado su mejor marca mundialista.

60 minutos

El factor mental juega un papel muy importante en cada gran torneo y no bajar los brazos cuando vienen mal dadas no es tarea sencilla. España, en cambio, ya tiene como costumbre demostrar su capacidad de no tirar la toalla y de luchar cada balón hasta que suene el pitido final. Esfuerzo, sacrificio y lucha conforman el adn de un grupo que dirige Jordi Ribera desde 2017. Aunque el técnico sorprenda en cada partido con su calma y la ausencia de aspavientos en sus indicaciones llame la atención de muchos, la mentalidad guerrera de España y la constancia durante los 60 minutos está presente siempre. Lo llevan dentro. El partido ante Suecia era crucial para contar con más opciones en la segunda fase, y lejos de los esperado, los escandinavos arrancaron el encuentro con un plan de partido claro que dominó a los españoles desde el inicio, abriendo rentas de hasta siete goles. Fue entonces, una vez más, cuando los de Ribera decidieron seguir luchando hasta el final buscando la tecla con la que debilitar a Suecia. El 5-1 en defensa y el 7x6 en el ataque dieron sus frutos. ¿El resultado? Un parcial de 6-12 para cerrar el encuentro con un empate a 29-29 que supuso acceder con tres puntos a la Ronda Principal. España, que solo fue ganando durante el encuentro cuando el luminoso marcaba el 1-2, demostró una vez más que los partidos de balonmano duran 60 minutos, y que cuando se le da por muerta es cuando se repone para voltear el resultado del partido.