La palabra popel significa cenizas en checo. Es así como el cineasta de Gernika Oier Plaza ha bautizado su primera incursión en la pantalla grande, Popel, que se estrenó ayer a la noche en el Zinemaldia y que aún se podrá ver en la tarde de este jueves en los cines Trueba. Forjado en el rodaje de documentales para EITB, Plaza firma una no ficción que mezcla entrevistas con animaciones desarrolladas por Kote Camacho y que imitan también una pintura hecha con ceniza. Estos pasajes sirven para traer al presente la historia de un puñado de aquellos exiliados de la Guerra Civil que acabaron en los campos de concentración nazis. Estos relatos se mezclan con una investigación fascinante, casi detectivesca, de recuperación, no solo de la memoria histórica, sino de las propias cenizas de 2.200 deportados republicanos, que pasaron ocultas durante 80 años y que, por fin, pudieron descansar en paz. “Con este documental queríamos dar a conocer esta historia y el Zinemaldia es un escaparate espléndido para ello”, opina Plaza.

Este largometraje de no ficción comienza con dos investigadores en paralelo, ambas en Bizkaia. Por un lado, Antón Gandarias comienza a seguir los pasos del que era su tío, Anjel Lekuona, apresado por los nazis. Al mismo tiempo, un profesor de colegio, Unai Egia, comienza a indagar sobre la figura de Enric Moner –en una historia vital que se apropió Enric Marco–, tras leer El impostor, de Javier Cercas.

František Suchy

“Esta investigación que comienza en Bilbao” concluye en Praga, donde se descubre que el responsable del crematorio de la capital de la República Checa durante la II Guerra Mundial y años posteriores, František Suchy, “en un acto de desobediencia” ante el régimen nazi, escondió dos millares de esos restos y elaboró listas secretas para que pudiesen ser identificados.

Según cuenta el realizador, esta historia era conocida solo en el ámbito académico especializado de aquel país, pero no era algo que se hubiese socializado, algo que Popel, como herramienta cinematográfica, sí que ha permitido –aunque su estreno en el Estado fue ayer en el Zinemaldia, un reciente viaje de los familiares de los deportados a Praga para rendir tributo a František Suchy sirvió para preparar una prèmiere internacional–.

“Suchy era consciente de la importancia de dignificar la memoria de los difuntos”, alaba el realizador. Aún más, este héroe desconocido hasta la fecha tomó una decisión que, años después, cambió la vida de muchas personas. En un inicio, comenzó a preservar las cenizas de los miembros de la resistencia checa, en la época de Reinhard Heydrich, conocido como el carnicero de Praga. Pero lo “más sorprendente”, opina Plaza, es que hacia el final de la guerra, cuando comenzaron a llegarle cuerpos de los deportados, decidió hacer ese mismo ejercicio de solidaridad también con ellos. Ese acto tan “humano” permitió que muchas familias hayan podido hacer un duelo, aunque sea años más tarde.