Estoy seguro que al leer el titular sobre estas líneas han terminado la frase que llama, precisamente, a la acción. No obstante, céntrense en los dos primeros sustantivos, luces y cámara como epítomes de una labor que, inconscientemente, se invisibiliza: el de los técnicos del sector audiovisual, aquellos que nunca aparecen en primer lugar en los títulos de crédito, aquellos que han sido desterrados en algunas ceremonias de entregas de premios a un segundo o tercer plano. Pero no nos engañemos, detrás de los refulgentes nombres de estrellas levantados en neón se encuentra un chispas que ha diseñado el circuito. El Zinemaldia hizo ayer justicia entregando el Premio Zinemira al colectivo de profesionales del sector audiovisual vasco, encarnado en el jefe de electricistas Txema Areizaga, fallecido el año pasado y uno de los técnicos más prolíficos y veteranos, que vivió en primera persona la evolución del cine vasco en las últimas tres décadas, desde Ke arteko egunak (1989), primera película en euskera en competir en Sección Oficial, hasta Irati (2022), último trabajo de Paul Urkijo que se estrenará en Sitges. Esperemos que la nueva luz sobre este colectivo se mantenga encendida.