¿Cómo ha sobrevivido su comercio a la pandemia?

-Como siempre, actuando tipo hormiguita, nunca cigarra.

¿Qué ha aprendido en estos meses que le servirá para el futuro?

-Nos ha refrescado aquello que nos decían: que hay cosas que no se pueden prever. En 94 años hemos pasado todas las vicisitudes. Esta ha sido una más. Tenemos para escribir dos libros.

¿Ha notado cambios en los hábitos de compra?

-Cuando empezaron a aflojar las medidas, hubo un ansia de compra brutal. Luego se ha ido relajando. Pero sigue estando todo difícil.

De todas formas, antes de la pandemia, las cosas ya se habían puesto difíciles para el sector

-Nunca ha sido fácil. Primero, las grandes superficies, luego las cadenas de tanta fama, el low cost, y para rematar, Internet.

¿Se puede hacer algo contra las ventas en Internet?

-En mi caso y con los años que tengo, rezar. Ahora le ha dado a todo el mundo por comprar por Internet. Se están cavando su propia tumba. Internet no da trabajo.

¿Es cierto que hay clientes que van a una tienda física para probarse prendas que luego compran en Internet?

-Nosotros no lo hemos detectado, pero amigas que tienen boutique me cuentan que sí lo han visto. Pero bueno, gente cutre ha habido toda la vida.

¿Cuál es el secreto básico para que la clientela salga satisfecha?

-Lo fundamental es que la persona que te está atendiendo tenga un conocimiento exhaustivo de aquello que te está ofreciendo. Que esté fotografiando tu cerebro para que aquello que te ofrezca sea lo que verdaderamente te conviene y te va a ti. Jamás engañar y, desde luego, siempre con una sonrisa. Dar confianza. Eso sí que no te lo da Internet, que te viene con lo de Te devuelvo y no te cobro los portes. ¡Qué tontería más tonta!

¿El cliente o la clienta siempre tienen razón?

-Qué va. Si ya se cuestiona hasta a Dios... Que no hay más que salir al descansillo de nuestra casa y ver lo que vemos. Nada es ni blanco ni negro. La clientela no tiene por qué tener siempre la razón. ¿Que se la demos? Pues sí, no te voy a decir que no lo hagamos.

¿Qué pensaría el fundador de Almacenes Ferrer si levantara la cabeza?

-Estaría orgulloso no, lo siguiente. Porque si me dejas ser un poco soez, somos la ostia; ostia sin hache, ¿eh?

La cuarta generación ya ha tomado el mando. ¿Temió que no hubiera relevo?

-La cuarta y casi la quinta, porque mis dos nietos, que tienen dos años y medio, lloran si les sacan de la tienda. Prefieren tienda antes que parque. Y en cuanto a mis hijos, si tú llegas a casa de buen humor, cuentas cosas agradables, te ven sonreír, ese trabajo que tú estás haciendo es la pera... Es inculcar algo que queda.

Sus anuncios radiofónicos son un éxito. Los hace usted misma. Se inventa las letras y las canta.

-Mira, yo canto fatal, me echaron del coro. Soy consciente de que no lo hago bien, pero todo aquello que sale del corazón se irradia alrededor. Y me ilusiona hacer esos anuncios. Son graciosos, diferentes. Hay que ser diferentes. Mi padre decía que hay que inventarse la pipa acaramelada porque la tostada ya la hace muy bien Facundo.