- Desconozco si fue coincidencia o sugerencia de vestuario por la escenografía, pero en el día de su pomposo reencuentro, Mariano Rajoy y Pablo Casado (o Pablo Casado y Mariano Rajoy, que tanto monta) parecían ir de uniforme. Compruébenlo en la fotografía que ilustra estas líneas, donde si son tan retorcidos y escépticos vitales como yo, quizá aprecien un buen rollito sobreactuado entre el actual presidente del PP y su predecesor. ¿Cuál de los dos está forzando más el gesto? Diría que Rajoy, pero solo porque es peor actor que Casado. Si pudiéramos medir el malestar genuino, veríamos seguramente que el que está pasando por peor trago es el palentino, que desde que está en lo más alto del organigrama en Génova lleva acumulados un buen número de desplantes, incluso afrentas, contra quien ha vuelto a su plaza de registrador de la propiedad. Como su tocayo San Pablo hizo con Jesucristo, no han sido pocas las veces que ha negado tener que ver con su mentor.

- A juzgar por lo que vimos y escuchamos ayer de sus labios, no parece que el agraviado compareciera con ganas de revancha con su heredero. En su intervención inaugural de la convención por entregas del PP, Rajoy prefirió desquitarse contra los villanos que lo sacaron de Moncloa. Esa espinita la tiene clavada en lo más hondo, y por ello su plática fue una enumeración autoglorificatoria de los inmensos logros de su mandato frente a la sucesión de calamidades provocadas por los socialcomunistas y separatistas que gobiernan desde que él recibió la patada.

- Más allá de los reproches despechados y de los guiños a su sucesor -“Pablo, vas a tener que cambiar esto, aunque te hagan una huelga general”-, la parte más sustanciosa de sus 30 minutos clavados de discurso fue el momento en el que achacó el nacimiento y el crecimiento de los populismos, entre otros factores, a la corrupción. Como quedó reflejado en la torrentera de tuits que inspiró instantáneamente la frase, eso pareció una tardía confesión de parte del expresidente, entre cuyos alias está el de Eme Punto Rajoy. Qué pena no haber tenido en ese momento un plano del rostro de Pablo Casado, que tan nervioso se pone cuando le recuerdan el pecado original e imborrable de la formación que lidera. Con todo, ayer se quitó un cuidado, Veremos por dónde le sale el jueves en Sevilla el impredecible José María Aznar, que algún recadito le ha enviado ya. Claro que el morlaco de tronío llegará el fin de semana cuando desembarque en la convención Isabel Díaz Ayuso.