¿De verdad la pandemia nos va a cambiar tanto como se dice?

—Dependerá de la inteligencia de nuestros diagnósticos y de la capacidad de implementar los cambios, que requieren un enorme esfuerzo colectivo.

¿No es un poco excesivo utilizarla como comodín para explicar cualquier fenómeno?

—El peor comodín ha sido utilizarla para comprobar que uno tenía razón y no ver en ella más que un motivo de ratificación de lo que ya pensaba.

¿A usted personalmente le ha hecho replantearse algo?

—Cualquier ocasión es buena para revisar prejuicios.

¿Alcanza a comprender por qué buena parte de la sociedad vive casi como si no pasara nada?

—Conforme me voy haciendo mayor me interesa cada vez más comprender la estupidez, la propia y la ajena.

¿Hasta qué punto se ha visto limitada la libertad individual?

—Se ha limitado en la medida en que implicaba un riesgo de contagio claro, pero también se ha protegido la libertad de no verse expuesto innecesariamente a ese riesgo de contagio.

¿Tiene justificación haber puesto ciertos límites?

—Entre los muchos derechos que existen no hay un derecho a contagiar, así que todo lo que deba limitarse para asegurar la protección de otros me parece que está justificado, pero solo en esa medida.

¿Por qué hay tanto negacionismo?

—Las cosas absurdas se pueden explicar, lo que no significa compartir. Hemos sobrepasado todos los umbrales de desconfianza más allá de los cuales una sociedad no puede funcionar.

¿Qué le ha parecido la actuación de las diferentes autoridades?

—Ha habido de todo, pero salvo alguna estridencia y ciertos errores, todas se han regido por un modelo de ensayo y error, aplicando lo que daba mejores resultados y expuestos a la comparación pública de los respectivos datos.

¿Y la de los partidos sin responsabilidad de gobierno?

—Sin generalizar, ciertos partidos de oposición no han sido capaces de resistir la tentación de aprovechar la crisis para conseguir lo que no logran a través de la lucha política normal.

¿Y la de los intelectuales?

—Algunos colegas han hecho un esfuerzo encomiable por darnos claves y entender lo que estaba pasando; otros me han decepcionado por su superficialidad.

Por cierto, ¿que es un o una intelectual?

—Cada vez lo tengo menos claro y tampoco sé si yo lo soy. Prefiero no perder de vista lo que es un filósofo. La discusión pública o mediática, aunque en ocasiones resulte tan virulenta, suele discurrir dentro de un marco que apenas discute. A nosotros nos corresponde examinar las premisas públicamente aceptadas a partir de las cuales se describen los problemas.

¿De qué cuestiones no nos estamos ocupando por estar centrados en la lucha contra el virus?

—Si hasta ahora la prioridad era la inmunidad biológica es necesario ocuparse ahora de la inmunidad social, es decir trabajar en la respuesta del resto de los sistemas (educativo, político, económico...) para que no sucedan crisis tan graves o para que nos encuentren mejor preparados y con mayor capacidad para reparar los daños que producen en la sociedad.