espreciable mercenario de la política: Leo sin sorpresa que deja su casi virgen acta de concejal en Barcelona. En dos años y dos meses ni se le ha visto el pelo por el ayuntamiento de la capital catalana. Que sí, que la pandemia y tal, pero sus conexiones telemáticas (cuando no hacía novillos) eran desde París o Menorca. Eso, con un sueldo de 92.000 euros anuales. Lejos quedan sus proclamas por la regeneración, la decencia y cómo no, la unidad de la nación española que usted venía a defender con su piquito de oro. A saber qué bicoca le habrá desviado de tan supuestamente nobles propósitos. Algo le debería hacer reflexionar el desprecio unánime que ha dejado en el Consistorio incluso entre quienes lo acompañaron en las listas.