Quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y si encima acumula propiedades cortijeras, eres todo un privilegiado. Más en estos tiempos de ventanas y balcones. Bien lo saben (y practican) Froilán y Victoria Federica, a quienes se les puede catalogar de jetas y vagos, pero también de afortunados.

Porque no es lo mismo sobrellevar la cuarentena con mamá en un piso de 120 metros cuadrados en pleno centro de Madrid, que ya es bien confortable (todo sea dicho), que respirar a espliego y a aire fresco del sur. Por ello, los hijos de la infanta Elena y Jaime de Marichalar, adelantándose a la que se avecinaba, pusieron rumbo a Andalucía a principios del mes de marzo para protagonizar un confinamiento cortijero. Ambos por separado, eso sí, pero con esos lujos borbónicos que les proporcionan con cariño sus amigos.

El primogénito, por ejemplo, descansa (no sabemos muy bien de qué) en el Alcuzcuz Hotel Boutique, una preciosa finca familiar construida en 1850 y propiedad de su íntimo amigo Andrés Parladé Tassara, cuyo rostro desconocemos pero seguro que luce patillas.

El cortijo está ubicado en la exclusiva localidad malagueña de Benahavís y cuenta con preciosas vistas al mar Mediterráneo y a la serranía de Ronda. Froilán, en todo este tiempo, no ha abandonado tan apetitoso hotel. ¡Ni falta que le hace! Según afirma Vanitatis, cumple a rajatabla la condición que le impuso su madre de no dar escándalos. Por ello, mata el tiempo jugando a cartas y practicando mucho deporte. Las pistolas y la caza, totalmente prohibidas. Aún resuena en palacio la crisis del Frigopié.

Vic, por su parte, también consume una cuarentena ligera y desahogada en Villacarrillo (Jaén). Y lo hace en compañía de su novio, el DJ Jorge Bárcenas, con el que mantiene una relación estable desde el pasado otoño. Ambos, juntos y revueltos, se alojan desde hace más de un mes en el cortijo El Derramadero, propiedad de su amigo Ángel Rodríguez-Avial, quien luce una cara de Borja que no se puede aguantar.

Según Vanity Fair, la joven pareja gasta el tiempo haciendo barbacoas, viendo La casa de papel, y dando largos paseos por la finca. Todos los que no pueden practicar ni su madre, ni papá Marichalar, ni el 90% de una sociedad confinada desde hace ya cinco largas semanas.