Cuando le comunicaron a Carlos II que la lepra que padecía acabaría por llevarle a la tumba, el monarca navarro comunicó a sus inmediatos que, llegado el momento del óbito, le extrajeran el corazón y lo depositaran cerca de la imagen de Santa María, en la iglesia-fortaleza de Ujué, por la que siempre había sentido una gran devoción. El hecho, lejos de tomarse por leyenda medieval, es cierto. El relicario existe y aún se puede ver en una pequeña hornacina situada a la izquierda del altar de la Virgen.

Impresionante estructura del castillo de Ujué. Begoña E. Ocerin

Carlos II se caracterizó por sus luchas contra los franceses al no serle concedidos los condados de Champagne y Brie que le correspondían por su matrimonio con la princesa Juana, hija del rey galo Juan II. El enfrentamiento entre yerno y suegro fueron tan constantes que ocuparon casi todo su reinado, si bien hay que destacar en el navarro una considerable labor legislativa. Hay quien dice que el apelativo de El Malo por el que ha pasado a la Historia se lo pusieron los gabachos, aunque también existen opiniones que apuntan a que algo tuvo que ver la violencia con que reprimió los levantamientos contra el poder real. Murió en Pamplona el 16 de enero de 1387.

LAS FIESTAS DE UJUÉ

Las fiestas de Ujué no son unas fiestas cualquiera. Sus romerías durante el mes de mayo pasan por ser las más antiguas de Navarra. Hay una tradición ancestral según la cual los romeros procedentes de los pueblos de alrededor asisten con un hábito negro.

Sin embargo, las patronales tienen lugar en la semana del 8 de septiembre, fecha en la que se celebra por todo lo alto, y nunca mejor dicho, el Día de la Virgen. Asisten cientos de personas portando tantos ramos de flores que apenas si dejan sitio en el altar para ver la reliquia de Carlos II, que, a pesar de soportar el apodo de El Malo, tiene su corazón en lugar sagrado.

Un viaje al medievo

Uxue o Ujué se encuentra a 53 kilómetros de la capital navarra y está considerado uno de los cinco pueblos más bonitos de España. Sus cuarenta y pocos habitantes que tiene hoy (llegó a superar el centenar no hace mucho) viven en las laderas de un cerro de 815 metros de altura en cuya cima se encuentra una impresionante iglesia-fortaleza muy bien conservada.

Mirador desde el que se alcanza al Ebro. B.E.O.

Huelga decir que las panorámicas que en días claros se pueden ver desde los puntos más altos son de auténtico privilegio, ya que por una parte alcanzan los Pirineos y por otra el Moncayo y las cuencas del Ebro y del Cidacos. Las casas son de piedra y están arracimadas una junto a otra, tal vez como sistema de defensa contra el viento que puede llegar de cualquier dirección. Sus estrechas callejuelas, de pronunciada pendiente y suelo de guijarro, tienen su punto de partida en el soberbio castillo que corona la cumbre.

Los vecinos ven con resignación que su número desciende como efecto de que la juventud apenas si encuentra futuro en el pueblo y lo abandona en cuanto acaba sus estudios y encuentra una oportunidad laboral lejana. Mientras tanto atienden a los peregrinos y curiosos que nos acercamos atraídos por la belleza del lugar y el importante papel que el pequeño enclave jugó en la Edad Media.

La lucha contra el Islam

Dicen los eruditos que la palabra Uxue procede del término gramatical vasco usoa (paloma), ave ésta que protagonizó la leyenda que dio origen a toda la historia relacionada con el pueblo. Al parecer, un pastor, cuidando sus rebaños, observó que una paloma entraba y salía constantemente del mismo hueco de una roca. Sintió curiosidad, metió una mano en el agujero y se encontró con una imagen bizantina de la Virgen. El hecho, considerado milagroso por el vecindario, sólo tenía una explicación: ante el avance de las tropas árabes por la península, alguien la había escondido para que no fuera profanada.

Los lugareños construyeron una iglesia para rendir culto en ella a la que bautizaron popularmente como Virgen morenica en atención a su color. A partir de entonces Ujué se convirtió en importante centro mariano, siendo muy recurrida su ayuda por los monarcas en su lucha contra el Islam que tenían muy cercano.

Para entender el significado histórico de la inmensa mole pétrea compuesta por el castillo y la iglesia no hay mejor manera que ascender a la cima del montículo, penetrar en el recinto y recordar los momentos previos a la construcción del conjunto.

Imagen de Santa María de Ujué.

Imagen de Santa María de Ujué. B.E.O.

Tiempos de lucha

El predominio de Navarra se inició con la ascensión al trono de Sancho Garcés III El Mayor en el año 1004. Consiguió que Castilla se convirtiera en un protectorado navarro, incorporó a sus feudos los territorios de Sobrarbe y Ribagorza, y ocupó parte del reino de León, amén de su expansión por territorio francés. Por su carácter europeísta y sus amplísimas posesiones mereció la consideración de emperador.

Esta obra unificadora se fue al traste en 1035 con su temprana muerte. Los estados dependientes de Navarra fueron repartidos entre sus cuatro hijos. Uno de sus nietos, Sancho Ramírez, descendiente de Ramiro I al que le había correspondido el condado de Sobrarbe, impulsó la construcción de una fortaleza en Ujué que permitiera la defensa de la zona de los musulmanes que tenía cerca y a los que había conquistado la plaza de Barbastro en una operación que fue todo un hito en su tiempo.

La portada del templo del castillo. B.E.O.

Una joya de iglesia

La iglesia-fortaleza de Ujué, hoy Monumento Nacional, tuvo su origen en un templo románico levantado entre los siglos XI y XII que disponía de tres naves que serían demolidas años más tarde por Carlos II El Malo para convertirlas en una única. Eso sí, una grandiosa nave gótica que mantiene los tres ábsides originales.

La portada sur del templo es una obra maestra del gótico. Data del siglo XIV y ha sufrido diversas restauraciones, la última en 2011. Las figuras poseen un gran dinamismo. Las de la izquierda, por ejemplo, componen la secuencia de la elaboración del vino. “La gente entonces no sabía leer y esta era la manera más fiel para que entendieran el proceso”, me dicen. Por la misma razón, en los otros accesos también hay motivos para hacer pensar, incluso alguno de carácter erótico.

En el altar se encuentra la venerada imagen que data del siglo XII y cuya festividad se celebra el 8 de septiembre.

La fortaleza protege al templo. Se aprecia claramente en el paso de ronda abovedado que oculta los ábsides del exterior. Las saeteras, hoy cerradas con delgadas láminas de alabastro que permiten el paso de la luz, hacen pensar en las luchas que se libraron desde ellas y los torreones para contener, como se decía, al infiel.

Recorrer los pasadizos y los pases de ronda, visitar los salones y asomarse a las almenas es otro de los grandes alicientes del castillo de Ujué. Te sumerge en el pasado solamente pensando en los romances que pudieron darse ante las ventanas ojivales que encontramos a nuestro paso o en ese precioso mirador que hizo construir Carlos II para lograr una amplísima visión de Navarra.

El ánimo sobrecoge cuando se alcanza la cumbre de las torres almenadas de los Cuatro Vientos y de los Picos o de las Campanas, desde donde se obtienen amplísimas panorámicas que ayudan a entender la misión que tenían estas fortalezas en la época de las grandes razzias guerreras a caballo.

No quiero olvidar el papel de los arquitectos para levantar estas moles con un refinamiento a veces que se me antoja magistral por los perfectos acabados para una época en que el cincel y el martillo eran la base de la construcción. Tenemos ejemplos en los robustos contrafuertes, en el brocal del pozo de donde se surtían los habitantes del castillo, así como en el ingenioso sistema para recoger agua de lluvia.

La obra, sin embargo, quedó inconclusa, de forma que hay una parte donde se ve el “hasta aquí hemos llegado”.

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Garrapiñadas de Ujué. B.E.O.

GASTRONOMÍA

Ujué posee dos tradiciones gastronómicas que no pueden pasarse por alto: las almendras garrapiñadas que se siguen elaborando en el establecimiento de Regino Sola desde 1927 con receta secreta, y las migas de pastor, tan antiguas como la propia profesión.

Perfectamente identificable por su florida fachada y situada en lugar privilegiado entre unas callejuelas tan de cuento de hadas como las de Blanca de Navarra, Norte, etc., la casa de Regino no defrauda porque su interior es acorde con el exterior. Posee el mismo encanto. Preferentemente venden en ella productos autóctonos navarros que van desde espárragos, vinos, miel, conservas de verduras y un larguísimo etcétera que se muestra libremente a los visitantes. Sin embargo, el producto estrella son sus almendras garrapiñadas, a punto de ser centenarias.

Las migas de pastor de Ujué, a base de pan cabezón, sebo de oveja, ajo, agua y sal, son muy populares. Tienen su propia fiesta, el famoso Día de las Migas, que se celebra el tercer domingo de septiembre, con una degustación habitualmente bien regada con clarete.