"Algo huele a podrido en Dinamarca", espetó Horacio en Hamlet, y a tenor de los resultados de las elecciones municipales, lo sucedido en los comicios de este martes bien puede tomarse como un aviso a navegantes europeos después de que el Partido Socialdemócrata haya perdido la Alcaldía de Copenhague más de 120 años después.

La trayectoria de los Socialdemócratas en la capital, ciudad que han transformado de puerto pesquero a una de las mejores del mundo para vivir, ha sido paradigmática. En 2020, su entonces alcalde, Frank Jensen, renunció por una denuncia de acoso sexual y Sophie Hæstorp Andersen fue la candidata en las municipales del año siguiente, en las que perdió la primera plaza después de 30 elecciones desde principios del siglo XX. Retuvo la Alcaldía gracias a los pactos postelectorales, que sin pompa ni pachorra se cierran la misma noche electoral en los propios ayuntamientos, que permanecen abiertos.

Aun así, la dirección socialdemócrata decidió relevar en 2024 a la primera edil y volvió a colocar el mismo interino que en 2020, Lars Weiss. El relevo fue por elevación y la situaron en el Ministerio de Asuntos Sociales que dirigió Pernille Rosenkrantz-Theil, que ya se perfilaba aspirante a la Alcaldía de la capital en una permuta decidida por la primera ministra, Mette Frederiksen, muy próxima a Rosenkrantz-Theil y cuestionada este miércoles postelectoral. Lejos de estrategias de comunicación oscuras, ha dado la cara y asumido en persona la debacle. Si la derrota dulce de 2021, tras un primer viraje a un discurso más conservador, la interpretó como el peaje a ser un gran partido en todo el país, este martes no le ha quedado ese consuelo.

La líder del Partido Socialdemócrata de Dinamarca, Mette Frederiksen, tras las elecciones municipales Emil Nicolai Helms / Efe

Tres ideas cuestionables

En algún momento pareció buena idea situar a la que también fue ministra de Vivienda entre 2022 y 2024 como cabeza de cartel en una capital en la que el precio medio de la vivienda ha subido un 30% en cuatro años podía ser buena idea.

En cierta medida, aquella ciudad portuaria, sucia y que olía a pescado, y que hoy es una de las capitales mundiales de la innovación, muere de éxito. La culpa no es de una ministra concreta, pero la población busca responsables de que tanta atracción por ser una de las ciudades más agradables para vivir dificulte el día a día. Más en unas elecciones.

Conviene sumarle a esta losa dos apuntes más. Por un lado, la política antiinmigración que ha adoptado el Gobierno central liderado por la propia Frederiksen desde antes de la pandemia (que ha pasado de coaligarse con los social-liberales y la Izquierda Verde a los conservadores-liberales de inspiración agraria —Venstre— y Moderados) en un país que exige a los recién llegados demostrar mediante extracto bancario su suficiencia económica mientras busca empleo.

Y por otro lado, la campaña local de tintes antiecológicos que ha desarrollado Rosenkrantz-Theil, al punto de llegar a defender “el derecho a conducir por la ciudad tu propio coche” en un país de fuerte conciencia comunitaria. Baste de ejemplo la fiscalidad: el tipo general del IRPF oscila entre el 41% y el 62%, y el IVA es del 25%. Sin tipos reducidos.

Doble dicotomía

Con esos ajustes ideológicos, la izquierda decidió que debía buscar los votos que pensaba se le iban por el centro. En esa búsqueda fallida, los Socialdemócratas —que al caer en dos ya no están representados en los 98 municipios—, afrontan una doble oposición: a la derecha y a la izquierda, con partidos habituales en esos espectros. La teoría política del original y la fotocopia, en la que el elector tiende a optar por el original.

Y este problema se vislumbra, como en otras muchas latitudes, en la geografía: las políticas restrictivas impulsadas junto a la centroderecha han tenido en líneas generales mejor cartel en las localidades con menor peso demográfico (lo que no le ha permitido alcanzar nuevas alcaldías) que en la gran ciudad, donde en Copenhague se ha traducido en un retroceso de 4,5 puntos.

Este retroceso resulta suficiente para caer a la tercera fuerza con 44.000 votos por detrás de dos siglas de izquierdas, y quedarse a 10 puntos de la ganadora Alianza Rojiverde (77.000 sufragios), eco-comunista. Segundo ha sido el Socialistisk Folkeparti (62.000 votos), escisión del Partido Comunista danés en 1959, cuando algunos dirigentes fueron expulsados por rechazar la invasión soviética de Hungría. La próxima alcaldesa, Sisse Marie Welling, ha sido anunciada al filo de las 9:00 horas, tras reuniones en las que han participado todos los partidos, de derecha e izquierda, salvo los Socialdemócratas y

Otros resultados

La derecha populista gobernará una ciudad, Ringkøbing-Skjern, tras irrumpir como segunda fuerza con el 22% de los votos, mientras que el centro derecha de Venstre tiñe de azul casi toda la península danesa (Jutlandia).

Con 90 de las 98 alcaldías decididas, otros 10 municipios del Norte y la costa Este de Jutlandia visten de rojo socialdemócrata, dos de verde Conservador y otros dos de morado de la Izquierda Radical (Fanø) y un último de gris, en Tønder, donde gana la plataforma regional Slesvigsk Parti, que defiende los intereses de los alemanes residentes en el sur de Dinamarca.

La caída de votos general es de en torno al 5%-6% para los Socialdemócratas, pero se traduce en demasiadas alcaldías. En Frederikshavn cede el 31%; en Holstebro pasa del 37% al 20%; y en Brøndby (perteneciente al Gran Copenhague), del 14%.

En las otras tres principales ciudades que superan los 100.000 habitantes, gana casi dos puntos y las elecciones en Aarhus; resiste en Odense (13 puntos al segundo pese a caer 1,7 puntos); y en Aalborg, se deja casi cinco puntos pero aún dobla a la segunda fuerza.