Hace 17 años y tres meses, en abril de 2006, tuve la suerte de ser espectador de un partido de rugby en el estadio de Anoeta, Biarritz Olympique y el inglés Bath, partido que ganaron los vascos por 18-9 ante más 25.000 forofos vascos del Olympique, logrando pasar a la final de la máxima competición de Europa en la ciudad de Cardiff. El ambiente de la hinchada vasca fue novedoso, inolvidable. Tres años después, el 21 de agosto de 2009, el Aviron de Baiona recibió en “su” Anoeta al todopoderoso de la liga francesa. El resultado favoreció a nuestros vecinos. El ambiente volvió a vibrar. El 12 de septiembre de ese año se celebró el derbi vasco-francés de rugby, entre el Olympique y el Aviron de Baiona. Como anteriores ocasiones, Donostialdea, felizmente invadida por vascos, vasco-frances, de Iparralde, labortanos, franceses o simples seguidores del rugby.

El Pakito Txokolatero, Boga Boga, Agur Xuberoa, Ba Gire, Txoria Txori… eran canciones que hinchas del Aviron y Olympique cantaban, instrumentos musicales incluidos, en calles, carpas y bares cercanos de Anoeta, vestidos de blanco y rojo (Biarritz), azul celeste y blanco (Baiona), banderas de equipos contendientes, ikurriñas en manos de personas de distintas generaciones de ambos sexos. Los 30.000 seguidores de Baiona y Biarritz, o de Euskadi Norte, o de Iparralde, Lapurdi, o como se le quiera llamar, hablaban fundamentalmente francés y algo también en euskara. En Anoeta, los miles de forofos rojiblancos y txuriurdines no pararon de animar a sus colores y de cantar sus himnos y canciones de apoyo. Anoeta era testigo de un Pakito Txokolatero multitudinario. Niños, no tanto, jóvenes, mayores, hombres, mujeres, banderolas, camisetas, aplaudían. Ikurriñas.

Ante este magnífico espectáculo deportivo y social de alegría intergeneracional de los más de 30.000 presentes en Anoeta, oyendo francés y canciones en euskera, banderas e ikurriña en mano, pensaba en relación a las personas que abarrotaban Anoeta en: qué eran, qué ideas tenían, qué votarían, qué se sentirían, por qué llevaban la ikurriña con absoluta naturalidad, ¿se sentirían vascos?, que opinarían de nosotros, sus vecinos “vasco-españoles” de Hegoalde, y de su “relación” con “nosotros”. El 25 de marzo en Anoeta, con casi 40.000 espectadores venidos de allende el Bidasoa y con predominio claro de lapurtarras, se enfrentaron el Aviron Bayonnais y el Pau. Perdieron los de Lapurdi y con ello la posibilidad de dar un paso de gigante en su camino del play-off para el título de la liga del Top 14. Los vascos no lograron ganar al equipo bearnés en un partido igualado sin concesiones y que no se decidió hasta el tramo final para tristeza los de Lapurdi. Donostia, inundada de vascos de Iparralde, canciones vascas, ikurriñas, txapelas y kaikus. Una vez más.

Este segundo fin de semana de junio se han celebrado las dos semifinales de la Liga Francesa de Rugby Top 14 en Anoeta, liga francesa que se tiene por una de las más potentes de Europa. El espectáculo ha sido parecido, se han repetido las escenas vistas anteriormente. Docenas de miles de aficionados galos, entre 70.000 y 80.000, muchos vascos. Aficionados y turistas. Pasar dos días y aprovechar para visitar otros lugares y pueblos de la Gipuzkoa costera o más profunda. Se mantiene la tensión de canciones, vestidos, de ambiente de camaradería, de alegría callejera respetuosa, también ambiente vasco, plural, variopinto, distinto y diferente, novedoso. Iparralde, Euskadi Norte, allende del Bidasoa, Occitania y Aquitania, aficionados y aficionadas al rugby. Familias enteras. Cuadrillas de jóvenes y no tanto. Txarangas y trikitixas por doquier, talos, conciertos a lo largo y ancho de Donostia, comidas populares, bertsolaris y mercadillos. Mujeres y hombres. Chicas y chicos. Toulouse y Racing 92, La Rochelle y el Bordeaux-Bégles. El resultado es lo de menos. Es puro rugby y su tercer tiempo. Los supervivientes de las semifinales se disputarán el título de la Liga francesa el próximo día 17 en el Stade de France de París. En este marco de las dos grandes semifinales del Top 14, el sábado 10, y en el miniestadio de Anoeta, Euskarians, un combinado formado por jugadores de toda Euskal Herria, se las vio con la selección de Catalunya.

Lo confieso, sí, lo he de hacer, en mis años mozos jugué al rugby. No era muy bueno, pero corría mucho por las alas, en este caso me daba igual la derecha o la izquierda. Los lunes me costaba levantarme de la cama, mucho. Sólo fui expulsado una vez. Me arrepiento. Encendido y enfadado, solté un puñetazo a la cara de un jugador contrario, jugador con el que inmediatamente forjé una estrecha, sincera y real amistad que ya perdura casi medio siglo, y con el cual me saludo, casi ya ambos septuagenarios, afectuosamente cada vez que nos cruzamos en la calles de Donostia.

Como vasco y nacionalista, ¿qué reflexiones debería hacer ante tal espectáculo-regalo? ¿Cuál es, o debería de ser, la función y el papel del deporte en general, y/o del fútbol en particular, rugby, baloncesto, balonmano, atletismo, sokatira, pelota, golf, carreras populares, etc. en las relaciones transfronterizas, entre vascos hermanos del norte y del sur, Francia y España? Desconozco, imposible saberlo, cuál será el recorrido del voto nacionalista o vasquista en Iparralde –o a este lado del Bidasoa– en los próximos cien años. Ni idea cómo llegará a concretarse cultural o políticamente en Europa el Zazpiak Bat de las siete provincias vascas. No imagino el tipo de relación que habrá entre vascos de la CAV, Navarra e Iparralde que nos configuran como vascos. Desconozco cómo será la Euskadi de un siglo más tarde. Pero en Anoeta he sabido que, independientemente de “cómo” será “lo” vasco, sí sé que sí lo será. La apuesta vasca de futuro vuela por encima de las fronteras, abriéndose, siendo flexibles y entendiendo que hay muchas maneras de “ser y sentirse” vascos, de bienquerer y de llevar con querencia la ikurriña, agitándola al viento o llevándola discretamente en el corazón.

Ojalá que vascos de un lado y otro del Bidasoa tengamos la oportunidad de seguir saboreando vientos de bonanza mutua al ritmo del Pakito txokolatero o de la suave cadencia del Boga Boga, Agur Xuberoa, Ba Gire, Allez Aviron, Txoria Txori... Quizás deberíamos plantearnos los de este lado del Bidasoa que, en vez de hacer crecer un árbol, mimarlo y cuidarlo, talarlo y fabricarles una mesa a los de Iparralde, deberíamos dejarles que sean ellos los que directamente lo planten, mimen, cuiden y construyan la mesa rojiblanca, o txuriurdin, a su manera. Cuestión de honestar y cultivar, con humildad y fervor, sensibilidades, maneras, costumbres, identidades, historias y voluntades de personas y colectivos.

Y todo ello, árbol y mesa, deporte y culturas, equipos y colores, emociones y querencias, canciones e himnos, lenguas y euskera, banderas locales e ikurriñas en el seno de un espacio transfronterizo, de cada vez más diluidas cosoberanías en entredicho, fronteras permeables e infiltradas, identidades mezcladas y variopintas, lenguas varias, convivencias respetuosas y diversas llamado Europa. No creo que exista cara al futuro otro camino posible, real, factible y efectivo. Futuro de las generaciones que nos sobrevivirán en este trozo de tierra a ambos lados del Bidasoa y de los Pirineos llamado País Vasco. La Euskal Herria de nuestras querencias, amores, y sinsabores. Gure 7 en 1. Viva. Sea pues. Euskadi.