Aunque parezca una frase hecha, en el Tour no existen etapas. Siempre pasa algo que altera la carrera. En esta ocasión, la caída de Roglic. Es una pena porque creo que el esloveno estaba medio puntito por encima de Evenepoel en la montaña y con el retraso acumulado por el accidente pierde la opción del podio. Además, tras dos caídas seguidas, es difícil que pueda rendir bien en las siguientes etapas. Roglic ha tenido un punto de mala suerte, pero si siempre te caes es por algo. En mi opinión, Roglic se ha asustado con la caída de Lutsenko, la que ha generado el efecto dominó, y ha clavado demasiados los frenos. Los frenos de disco tienen estas cosas; si clavas, la bici se levanta y te vas al suelo. Eso le ha pasado al esloveno. Creo que le falta un poco de destreza sobre la bici, de manejo, de esas cosas que se aprenden desde pequeño. Roglic empezó tarde en el ciclismo y me da la impresión de que le falta algo de técnica. Cuando siempre te caes, no es casualidad. También está el factor de la colocación. Su equipo no estaba en cabeza y así se tienen más boletos para sufrir una caída. Es otro elemento a tener en cuenta. Tampoco hemos de olvidar cómo iba la etapa. Después de cazar a los fugados, el pelotón se lo ha tomado con calma hasta que ha empezado la aceleración previa al esprint. En ese momento se pasa de estar relajado a correr con tensión y aumentan las posibilidades de caídas. Del mismo modo, es cierto que la pequeña isleta era peligrosa porque no se veía y no estaba señalizada debidamente. En las caídas siempre se unen distintos factores. Por lo demás, la etapa nos ha dejado el dominio de Girmay al esprint. Es su tercera victoria y con ella clarifica la lucha por el maillot de la regularidad que el luce. La otra noticia que nos deja el día es el abandono de Pello Bilbao, que estaba tocado y no podía seguir en competición. Seguro que vuelve con más fuerza. Ánimo para él y también para Ion Izagirre, que dejó la carrera la víspera. El Tour no perdona.

El autor es director deportivo del Grupo Eulen-Nuuk