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Qué decir (y no decir) a alguien que ha perdido a un ser querido

La presión por sanar el dolor del otro nos puede llevar a usar frases que no aportan nada

Qué decir (y no decir) a alguien que ha perdido a un ser queridoPexels

Enfrentarse al dolor de un ser querido que atraviesa un duelo es una de las situaciones más difíciles y delicadas. Nos cuesta gestionar el malestar ajeno y sentimos la presión de encontrar la frase perfecta, la fórmula mágica que pueda aliviar el sufrimiento. A menudo, además, ni siquiera hablamos de “duelo” cuando la pérdida no encaja en lo socialmente reconocido —una amistad, una mascota, un proyecto de vida, una pérdida gestacional o perinatal—, pese a que para quien lo vive puede resultar igual de devastador.

Esa presión por aliviar el dolor puede llevarnos a quedarnos sin palabras o, peor aún, a recurrir a frases hechas que, lejos de consolar, incrementan la sensación de incomprensión y soledad. Y es que el objetivo no es curar ni reparar, sino reconfortar. ¿Cómo? La clave está en estar presentes, en sostener y acompañar, más que en encontrar las palabras perfectas.

Frases que hieren o minimizan

La primera lección es aceptar que ninguna palabra puede reparar el dolor que produce la muerte de alguien a quien amamos. El dolor por la pérdida es inevitable y debe ser transitado. Pero la presión que sentimos por sanar el dolor del otro a menudo nos lleva a llenar el silencio con frases que no aportan nada. Es lo que los psicólogos llaman “frases vacías”. 

Recurrir a clichés como ‘Te acompaño en el sentimiento’ puede transmitir desinterés

Recurrir a clichés como “Te acompaño en el sentimiento” o “Sé cómo te sientes”, no solo denota desinterés, sino que también puede transmitir falta de autenticidad. Pero eso no es lo peor, y es que ciertas frases pueden dejar entrever que su sufrimiento es injustificado. Comentarios como “Ya era muy mayor”, “Vivió una vida plena”, “Es voluntad de Dios”, “Todo sucede por una razón” o “Está en un lugar mejor”, suelen ir dirigidas a calmar la propia angustia del que acompaña, por lo que no ayudan a que la otra persona se sienta comprendida, pudiendo generar rechazo o resentimiento. 

Lo que sí podemos decir

Con todo, en los momentos duros, el apoyo más valioso que podemos ofrecer es reconocer la dificultad de la situación y darle espacio al otro para que se exprese sin juicio. Las fórmulas que demuestran una cercanía auténtica y honesta son las más efectivas: “No sé qué decirte”, “No sé cómo ayudarte, aunque me gustaría poder hacerlo” o “No puedo imaginarme lo que estás sintiendo, pero estoy aquí por si quieres hablar”. Se trata de reconocer que no tienes la solución, pero que estás dispuesto a quedarte cerca, y abren la puerta para que el doliente, si lo desea, hable y ponga palabras a lo que le está ocurriendo. 

Se trata de reconocer que no tienes la solución, pero que estás dispuesto a quedarte cerca, y abren la puerta para que el doliente, si lo desea, hable y ponga palabras a lo que le está ocurriendo

Además de las palabras, la cercanía se demuestra con ofrecimientos concretos, no con el genérico “llámame si necesitas algo”. Hay que tener en cuenta que la persona en duelo a menudo está abrumada y es incapaz de pedir ayuda. Es por ello que son de gran ayuda frases como “Voy a hacer la compra, ¿necesitas algo?”, “Te llevo la cena mañana” o “Recojo a los niños del colegio”. 

Además de las palabras, la cercanía se demuestra con ofrecimientos concretos, no con el genérico “llámame si necesitas algo”

La clave del acompañamiento está en entender que el duelo no se resuelve con palabras bonitas ni con silencios incómodos, sino con acompañamiento y presencia, todo ello para que la persona sienta que no transita sola por el proceso del duelo. 

Las fases del duelo

Tal y como lo describió la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, pionera en el estudio de la muerte, el proceso de duelo es una experiencia profundamente individual que, si bien no es lineal ni sigue un orden fijo, suele transitar por cinco fases emocionales clave: la negación, un estado inicial de incredulidad y confusión donde se siente que la pérdida “no está pasando”; la ira, cuando se toma conciencia de la realidad y aparecen rabia, resentimiento y la pregunta “¿Por qué a mí?”; la negociación, una etapa en la que la persona intenta encontrar explicaciones o acuerdos internos para aliviar el dolor, y donde pueden convivir culpa y nostalgia; la depresión, caracterizada por sentimientos de vacío, dolor profundo y tristeza; y finalmente la aceptación, donde la persona asume la realidad y mira hacia el futuro, adaptándose a la nueva realidad y manteniendo el vínculo emocional con el ser querido fallecido.

Según los expertos, es fundamental recordar que estas etapas pueden superponerse o que se puede retroceder en ellas, siendo el ritmo de cada persona el único válido.