A bordo de trenes fantasma, pasaron a convertirse en un número que les despojó de su identidad. Al menos 80 guipuzcoanos sufrieron el horror de la deportación a los campos del Tercer Reich entre 1940 y 1945. Hambre, enfermedad, torturas y muerte fue lo que hallaron en los campos de exterminio. Hechos atroces que fueron relegados al olvido, donde hoy continúan, 80 años después de la caída del régimen nazi y del final de la Segunda Guerra Mundial.
Salvo por contados trabajos divulgativos, la historia de los deportados vascos se conoce de manera indirecta. Únicamente, en la medida en que éstos formaron parte del colectivo de los republicanos españoles, a su vez integrado en el de los deportados franceses.
“En Euskadi no se ha abordado lo que ocurrió en su justa dimensión, algo que no sucede en el conjunto de Europa", asegura a este periódico el historiador Etxahun Galparsoro, miembro de la Coordinadora por la Memoria de la Deportación Vasca y una de las personas que más ha investigado sobre lo ocurrido.
El experto ha entregado esta semana su tesis doctoral de 900 páginas que defenderá ante el tribunal en junio. Un nuevo trabajo en el que ratifica que son 253 los deportados vascos que fueron conducidos a los campos de concentración nacionalsocialistas. Corrieron una suerte desigual. Se salvaron 125, murieron 113 y se desconoce lo que les sucedió a otros quince.
El rol exterminador de Mauthausen
Por encima del resto, el campo de concentración de Mauthausen, en la actual Austria, se erige como el más siniestro para los deportados vascos. Desempeñó un rol exterminador. “Sólo el azar fue lo que salvó a los supervivientes. Mi tío Marcelino Bilbao, por ejemplo, jugaba al fútbol y es algo que le benefició de cara a la supervivencia. Pero muchas veces me suelen preguntar por este tema. La gente quiere saber cómo lo hicieron quienes se salvaron. Y la respuesta es que no hay ninguna explicación. A mi tío lo que le salvó fue puramente el azar. Estuvo a punto de morir un montón de veces", asegura el historiador, sobrino nieto de Bilbao.
¿Pero cómo llegaron más de 200 vascos a los campos de concentración del Tercer Reich? Es preciso remontarse a la Guerra Civil, origen y causa de su posterior deportación. Fueron miles de gudaris los que alcanzaron la costa francesa en barco y desde allí fueron enviados a Catalunya, tras la desaparición del Frente Norte.
La guerra continuó para ellos hasta febrero de 1939, cuando las tropas franquistas ocuparon Catalunya y medio millón de personas atravesaron la frontera rumbo al exilio, en el mayor éxodo que se haya dado jamás en la península ibérica. Al menos 6.000 vascos que habían combatido en el Ejército Popular de la República (EPR) se encontraban entre ellos. En abril, la mayoría se vio obligada a trasladarse al campo de Gurs, en el departamento de los Bajos Pirineos.
Las condiciones de vida eran durísimas, pero nada que ver con los campos de exterminio alemanes que iban a conocer después. "Franco tuvo sus campos de concentración, como por ejemplo el de Miranda de Ebro. Asesinaban a diestro y siniestro, pero la gran diferencia es que no todo preso que entraba en él estaba de antemano condenado a morir, algo que sí ocurría en Mauthausen. Psicológicamente era muy diferente", asegura el historiador.
Entregados a las SS
En septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia y Francia declaró la guerra a Alemania. Los miles de exiliados fueron presionados para que se enrolaran en el ejército francés. El Gobierno Vasco, que no deseaba una emigración masiva que dispersara a los vascos por el mundo y que entendía que había que solidarizarse con Francia, se posicionó a favor de esa alternativa. La mayoría de los exiliados colaboraron con el ejército francés en tareas de fortificación.
Pero nuevamente todo cambió en mayo de 1940, cuando se iniciaron las hostilidades y en apenas mes y medio el ejército alemán conquistó los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo y Francia. Los acontecimientos volvieron a precipitarse a partir de agosto de 1940, cuando los prisioneros de nacionalidad española fueron apartados del resto y comenzaron a ser entregados a las SS. "Para ellos era una nueva desconocida clase de tropa que los introdujo en trenes enviándolos rumbo a un incierto destino", detalla Galparsoro. Los republicanos perdieron su condición de prisioneros de guerra. Pasaron a ser deportados políticos.
El traslado a los campos de concentración de Alemania arrancó el 6 de agosto de 1940. Los primeros vascos deportados fueron enviados a Mauthausen. Era el centro de detención más severo con el que contaba el Tercer Reich. En torno a un centenar de vascos deportados en esta primera fase lo serían en exclusiva a este campo. "Los habían cogido prisioneros de guerra en la batalla de Francia. Los alemanes los consideraban peligrosos por varias razones: en primer lugar, porque ideológicamente eran antagónicos, pero es que además tenían experiencia militar adquirida en la Guerra Civil", explica el historiador.
Todo aquel prisionero que cruzaba la puerta de Mauthausen debía morir, y más pronto que tarde. No había manera de escapar a ese destino. La conducta de cada cual no afectaba al desenlace final. No había margen para la esperanza.
Su ciclo se completó en tan solo unos meses. Dos de cada tres vascos que ingresaron en esta etapa fueron asesinados. No resulta exagerado mencionar la palabra exterminio para referirse a este periodo.
El exterminio de la cámara de gas
Sin embargo, el exterminio masivo mediante la cámara de gas que tan popular se ha hecho en el imaginario colectivo aún no se había producido. Llegaría a partir de otoño de 1941, cuando se gestó la decisión de perpetrarlo y se crearon los medios técnicos para lograrlo. Por aquel entonces, la SS mataba a base de tiros o dejaba la labor más sucia en manos de sus esbirros, los kapos.
Según recoge el trabajo del historiador, se mataba mediante "un extremo proceso de desgaste" en el que se combinaban varios factores: la desnutrición programada, los improductivos y agotadores trabajos forzados, la inapropiada indumentaria para trabajar a la intemperie y una serie de enfermedades que surgían debido al hacinamiento y las pésimas condiciones higiénicas.
La mayoría de las muertes se debió a la combinación de estos factores. Un programa siniestro diseñado concienzudamente para matar, en el que aplicaban el principio del Erschöpfung durch Arbeit: agotamiento por el trabajo.
Ligado estrechamente a Mauthausen se hallaba el campo anexo de Gusen, a escasos tres kilómetros, donde se remataba a los moribundos. De los 66 vascos que fueron asesinados entre 1940 y comienzos de 1942, todos salvo cuatro lo fueron en este centro, donde se gaseaba a los reclusos.
MEMORIA HISTÓRICA
Deportados. La cifra total de los deportados vascos a los campos de concentración nazis alcanza el número de los 253, de los que 80 son guipuzcoanos. Del total, 113 murieron, 125 se salvaron y se desconoce lo que pudo suceder con los otros 15. Hubo casi tantos muertos (47%) como supervivientes (53%).
Campo Mauthausen. En él se exterminaron a dos terceras partes (65%) de todos los vascos que murieron en la deportación. Muchos de los supervivientes, en todo caso, murieron en las semanas y meses posteriores a su liberación. Hubo quien falleció años después, pero a consecuencia de las secuelas que arrastraba, por lo que el genocidio perpetrado por el nazismo va mucho más allá de estas cifras.
Dos fases. En una primera fase (1940-1942) fueron deportados 98 vascos, de los cuales los nazis mataron a 70, es decir, casi tres de cada cuatro vascos deportados (71%). Todos, salvo cuatro, fueron exterminados en el campo de Gusen o en el castillo de Hartheim. En una segunda fase (1942-1945) se deportó a 155 personas, de las cuales siete lograron evadirse de camino a la deportación. De los 140 cuyo final se conoce, 97 salieron con vida y 43 murieron, invirtiéndose la estadística de la primera fase, con dos de cada tres deportados salvados.
1942: arranca la segunda fase
A partir de 1942 arrancó una segunda fase. Cuando la ocupación alemana de Francia se hallaba consolidada y los últimos prisioneros de guerra habían sido enviados a los campos, los nazis comenzaron a deportar a otro tipo de individuos muy distintos a los anteriores: los resistentes. Combatientes de todo tipo de nacionalidades que luchaban contra el ocupante alemán y que comenzaron a ser deportados bajo la directiva Nacht und Nebel (Noche y Niebla), en la que se abogaba por la desaparición forzada de los enemigos políticos.
Los vascos que fueron llevados a los campos de concentración en esta segunda fase eran individuos que en 1939 habían conseguido no ser enrolados en el Ejército francés. No sólo fueron deportados a Mauthausen. "La presencia vasca en otros campos, como Buchenwald o Dachau es mucho más notoria en proporción", señala Galparsoro.
En esta nueva fase el perfil de los deportados se hizo mucho más heterogéneo. Aunque la mayoría de los vascos continuaban siendo exiliados a causa de la Guerra Civil, también se incorporaron mujeres a la deportación, con el campo de Ravensbrück como principal destino. El horror estaba próximo a su fin.
La liberación de Mauthausen -el último gran campo en ser liberado- se produjo el 5 de mayo de 1945. Sin embargo, al día siguiente los soldados americanos entraron en Ebensee, en teoría un centro satélite del anterior. En realidad se trataba de un auténtico campo cuya población presidiaria alcanzó los 18.000 individuos con vida. En este centro fue liberado el último grupo de vascos, que albergaron la esperanza de que tras la segunda Guerra Mundial los aliados desalojarían a Franco del poder. Algo que nunca se produjo. La mayoría de ellos tuvo que rehacer su vida en Francia.
“Nuestro objetivo es que este pasaje de la historia se inserte en nuestra memoria colectiva. Muchas veces pensamos que se trata de una realidad que incumbe a Alemania, o que es historia europea y no la nuestra. No es cierto. Forma parte de nuestro pasado”, insiste Galparsoro, convencido de la necesidad de empoderar la memoria de las personas que vivieron la deportación.
Asegura el historiador que a Franco le interesó mucho vender el relato de que España se mantuvo neutral y al margen tras la Segunda Guerra Mundial. “Se quiso desvincular para blanquearse así mismo, y de ahí viene parte del desconocimiento de lo ocurrido. Le tenemos que dar la vuelta, porque eso no es verdad".