Justo a la entrada, tras avanzar por el pasillo de la primera planta, se ven seis carritos para bebés y dos patinetes. Muchas de las mujeres atendidas no llegan solas al nuevo recurso. En ocasiones se han visto obligadas a poner tierra de por medio en pleno embarazo, o con sus hijos e hijas menores de edad de la mano. Su destino, Urrats, el nuevo servicio de atención urgente para víctimas de violencia machista que ha puesto en marcha la Diputación Foral de Gipuzkoa.
El recurso dispone de 24 plazas que en apenas un mes ya han sido ocupadas y que incluso parecen revelarse insuficientes, ya que actualmente son 27 personas -16 mujeres y 11 niños menores de cinco años- quienes están siendo atendidos en sus instalaciones.
En el exterior del inmueble la vida parece discurrir con aparente normalidad, en un día soleado de un lunes cualquiera. En el interior de este espacio, cuya ubicación no se desvela por evidentes medidas de seguridad, viven mujeres que han tenido que hacer un paréntesis en sus vidas. Víctimas de una lacra social que durante el último año deja en Gipuzkoa un total de 1.709 personas atendidas en los once recursos con los que cuenta el Departamento de Cuidados y Políticas Sociales para mujeres que han sufrido violencia machista y sus hijos e hijas, quienes también tienen el mismo reconocimiento.
Una amplia red de programas, con un total de 81 plazas, al que se suma Hariberria, el servicio foral de atención integral a la violencia sexual, en el que las víctimas no residen. Sí lo hacen en Urrats, este nuevo recurso que ha ampliado su capacidad ante una demanda que no cesa, y cuyas instalaciones ha recorrido este lunes este periódico de la mano de sus responsables, en una visita guiada a la que han asistido la diputada general de Gipuzkoa, Eider Mendoza, y la diputada de Cuidados y Políticas Sociales, Maite Peña.
Lo más parecido a un hogar
La premisa es que el lugar en el que van a ser acogidas temporalmente estas personas sea lo más parecido a un hogar. “Aquí ha habido un empeño compartido de que el propio diseño de este espacio se convierta en el punto de partida del modelo de atención. Para ello hemos seguido un proceso de escucha activa en el que han participado las propias usuarias”, detalla Marta Mojas, responsable de la organización social EDE Fundazioa.
El centro, -que ha supuesto una inversión de 2,3 millones de euros, de los cuales 1,9 millones provienen de fondos europeos- se divide en dos plantas. Tras franquear la puerta de entrada, una vez que se deja atrás el dispositivo de seguridad, la sala de primera acogida devuelve una cierta sensación de calma, a lo que contribuye una decoración con motivos ambientales. Todos los espacios han sido concebidos al detalle. “Queremos que sientan que es el comienzo de algo positivo”, señala Vanesa Paz, directora del centro. Es algo que corrobora Peña: “Vienen de situaciones muy complicadas y el primer impacto es muy importante”.
El recurso está destinado a la corta estancia, con una permanencia media de algo más de un mes, siempre adaptándose a las necesidades individuales de cada mujer o su familia. En esta primera planta se encuentran también salas de reuniones, un espacio para la actividad física donde practicar yoga, y las oficinas. Las instalaciones han sido ampliadas, entre otras razones, para albergar un almacén en el que las víctimas puedan depositar todas sus pertenencias sin tener la sensación de estar ocupando una habitación con su maleta al lado, como venía ocurriendo. Era una de las cosas que más demandaban las propias usuarias: buscar un refugio, pero con cierta calma, sin tener la constante referencia visual de su transitoriedad.
Espacio solidario, el "centro neurálgico de la casa"
Según explica Paz, para estrechar lazos entre las propias usuarias, hay concebido también un espacio innovador “que queremos que se convierta en el centro neurálgico de la casa, y que lo hagan suyo. Se trata de un lugar de “encuentro e intercambio” entre mujeres que han pasado por el recurso y aquellas que acaban de llegar. Un espacio “solidario”, que por el momento está vacío, pero que en breve irá tomando color en la medida en que compartan objetos útiles las usuarias.
“Vivimos en un territorio maravilloso, pero en el que también existen realidades muy duras como las que llegan hasta aquí. Es muy importante que las mujeres víctimas de violencia machista se atrevan a dar el paso, que sepan que si lo hacen cuentan con recursos como éste, convertido en su propia casa”, ha señalado la diputada general de Gipuzkoa durante la visita.
El objetivo es que, ante una situación tan dura como la que tienen que atravesar, tanto las mujeres como sus hijos e hijas puedan recibir una atención personalizada, calidez y apoyo. Es algo que se percibe especialmente en la segunda planta, que acoge la parte principal del servicio. A lo largo de un amplio pasillo muy iluminado se distribuyen dos comedores y espacios de descanso y socialización. La entrada a las habitaciones recuerda a pequeños apartamentos con puertas pintadas de color pastel, diseñados para ofrecer un entorno seguro y acogedor. En el exterior hay dispuesto un sillón a modo de banco para facilitar la comunicación entre las propias víctimas, como si de un vecindario más se tratara.
Los comedores comunican con una amplia terraza, “un espacio muy importante para que puedan respirar teniendo en cuenta el nivel de riesgo en el que vive cada usuaria”, según detalla la coordinadora técnica Lide Marco. Durante la visita al centro se ve a lo lejos a uno de los pequeños acogidos. En la medida de lo posible, explican las responsables, los hijos e hijas siguen acudiendo al centro escolar, siempre buscando el equilibrio entre minimizar el riesgo y favorecer la vuelta a la normalidad. La Diputación reitera su "compromiso absoluto" de ofrecer una atención integral e insiste en que las víctimas de la violencia machista "no están solas". Si dan el paso de pedir ayuda, asegura Mendoza, tendrán a su disposición recursos como Urrats.