La segunda jornada del juicio con jurado contra la cuidadora de una anciana de 91 años de Zumaia acusada de haberla asfixiado ha contado este lunes con la declaración de la acusada y de siete testigos en la Audiencia de Gipuzkoa. En su intervención, la mujer, que se enfrenta a una pena de prisión de 22 años por unos hechos ocurridos hace más de tres años, ha defendido su inocencia y ha asegurado que mantenía una “relación bonita y de cariño” con la fallecida.

Según el escrito de acusación provisional del Ministerio Público, los hechos se produjeron en la noche del 21 de noviembre de 2020, cuando la acusada, de nacionalidad extranjera y que contaba con 31 años en aquel entonces, habría acabado con la vida de la anciana cuando se encontraba a solas con ella. “Yo quería que no se muriera y la intenté reanimar”, ha defendido la acusada, al tiempo que ha explicado que, tras dejarla en la cama escuchó “un quejido” y se la encontró tendida de lado en la cama con un golpe en la cara y manchada de sangre.

“Le hice el boca a boca. No pensé que la perjudicaría. Le tenía mucho cariño y era como mi abuela”, ha asegurado la acusada, que ha reconocido que su muerte no solo la afectó sentimentalmente, sino también laboralmente. “Me quedé sin trabajo y sin casa y en unos meses iba a perder los papeles. Me perjudicó en todo”, ha añadido.

La acusada comenzó a cuidar de la fallecida en 2017 tras ser contratada por dos de los tres hijos de la mujer, ambos residentes en el extranjero, en Argentina y en República Dominicana, respectivamente. Desde entonces y hasta su muerte, atendió de lunes a viernes a la anciana, se encargó de la limpieza y del cuidado del hogar y de toda la compra necesaria gracias a una tarjeta de crédito facilitada por los hijos. “Teníamos una relación bonita y nos entendíamos. Le tenía mucho cariño”, ha respondido a las preguntas del fiscal, ya que la familia de la fallecida no se ha personado como acusación particular.

"Sangre en sitios donde ella no podía llegar"

Según ha detallado, el día del fallecimiento, a pesar del delicado estado en el que se encontraba la anciana, la jornada se desarrolló con normalidad. “Fue un día normal. Por la tarde le visitó su hija, que estaba unos días en Zumaia, y pude salir a dar una vuelta. Volví a las 20.00 horas y a las 22.45 horas la llevé a la cama”, ha explicado. 

Para evitar que la mujer se cayera de ella, la cama contaba con dos barreras, junto a las que habitualmente colocaban una serie de almohadas que amortiguaban los posibles golpes. “Se había golpeado varias veces, por lo que le sujetaba las piernas con una sábana para que no se moviera tanto”, ha descrito la cuidadora, señalando que la mujer tenía “la piel sensible” hasta el punto de que cualquier roce le provocaba heridas por las que sangraba.

Sobre esta cuestión, el fiscal ha asegurado que tras su muerte “encontraron sangre en sitios donde ella no podía llegar”, por lo que ha querido saber si era posible que la herida en la cara pudiera haberla proyectado, algo que la acusada ha negado. “Quizás manché yo las paredes al tocarla”, ha apuntado, al tiempo que ha confesado haber pasado la fregona por la habitación tras comprobar que la anciana ya no respiraba.

“La señora me medio sonrío y me apretó la mano. Entonces llamé a la hija y fue ella la que avisó al 112. No me dio ninguna instrucción”, ha agregado. La hija, que se encontraba en la vivienda de una amiga en la que se hospedaba durante su estancia en Zumaia, acudió a la casa, pero no quiso entrar en la habitación. Tras ella llegaron los equipos de emergencia que confirmaron la muerte. Según su testimonio, estos no se alarmaron del estado de la fallecida, sino que fue el médico que acudió poco después a la vivienda el que detectó la asfixia y llamó a la Ertzaintza.

Opción de sedarla

Esta versión ha sido ratificada por la hija de la fallecida, quien, visiblemente afectada, se ha mostrado agradecida a la acusada por el servicio mostrado a su madre en todo momento. “Ella siempre quería ayudarla”, ha indicado, corroborando, además, que la relación entre su madre y la cuidadora era “muy buena” y “cariñosa”.

Según ha explicado, ella trabaja en Argentina, por lo que acudía varias veces al año para visitar a su madre. No obstante, en las últimas visitas había detectado un deterioro notable en su salud, por lo que decidió cancelar el vuelo de vuelta y quedarse unos días más. “La enfermera me dijo que estaba muy mal, por lo que me quedé. El último día la vi muy mal. Estaba adormecida y siempre tenía moratones visibles en la cara y en las manos”, ha asegurado.

La situación de su madre era tal que la familia habría valorado la posibilidad de sedarla en un futuro cercano. “Estaba en un estado irreversible y nos dijeron que era terminal. Fue mi hermano el que habló con la enfermera sobre sedarla”, ha explicado, apuntando que ella tiene aprensión a hablar de ciertas patologías y prefería quedarse al margen. Por ello, decidió no entrar en la habitación al acudir al hogar la noche del 21 de noviembre de 2020. “La de la ambulancia me dijo que estaba muerta y no entré. Ella tampoco estaba alarmada”, ha asegurado.

"Lo mejor que le ha pasado a mi madre"

El segundo hijo, por su parte, ha asegurado que la decisión de no sedar a su madre se debió a la respuesta obtenida por la cuidadora. “Lo hablé con ella y me dijo que se comprometía de estar hasta el final. Su respuesta fue la que decidió no sedarla”, ha afirmado, asegurando que el juicio es “un error” y, por este motivo, la familia ha renunciado a cualquier indemnización económica.

“No tenemos nada que reprocharle, sino todo lo contrario. Solo tenemos reconocimiento y agradecimiento hacia ella. Ella es lo mejor que le ha pasado a mi madre en sus últimos años”, ha afirmado visiblemente afectado en referencia a la cuidadora.

Al igual que su hermana, él también destacó el gran deterioro físico producido en su madre en los últimos meses. “Era un ser terminal. Se había caído cientos de veces. Estaba acabada”, ha apuntado, antes de finalizar asegurando que la familia todavía “no puede cerrar el duelo tres años y medio después”.