Un total de 108.000 guipuzcoanos viven con preocupación el hecho de no poder calentar su vivienda como quisieran. El invierno ya ha quedado atrás, pero la pobreza energética sigue llamando a sus puertas. Se trata de 55.000 hogares en los que pagar en fecha las facturas energéticas ha pasado a convertirse en un problema cotidiano. Un sector de población que, como nota positiva, ha descendido tres puntos en los últimos cinco años -del 21,5% al 18,4%-, pese a lo cual no deja de ser una realidad que sigue provocando un “impacto desproporcionado” en los grupos más vulnerables.

Mantener la casa caliente, o comprar medicamentos. Duchar a los hijos e hijas con agua a una temperatura adecuada, o calentar los alimentos. Es la disyuntiva que se plantea a diario para miles de familias con recursos limitados, como refleja otro dato: el 12,7% de los hogares de Gipuzkoa realizó un gasto excesivo en energía en relación con sus ingresos durante 2022.

En concreto, dedicaron más de un 8,9% de sus recursos económicos a hacer frente a las facturas energéticas. Hay 38.000 hogares en esa situación, superando así ampliamente la media del territorio -5,5% de los ingresos- en lo que al pago de recibos de electricidad, gas natural o cualquier otro combustible para satisfacer las necesidades energéticas de la vivienda se refiere. En los últimos cinco años se ha producido en Gipuzkoa un incremento del 7% en el gasto medio, pasando de los 1.293 euros anuales a los 1.379 actuales.

Así lo recoge el Estudio de la Pobreza Energética, cuyos resultados ha desgranado este martes el diputado foral de Sostenibilidad, José Ignacio Asensio, que ha comparecido a petición propia en las Juntas Generales para detallar las principales conclusiones del informe de 2022, que da continuidad al realizado en 2017.

Cinco años han transcurrido desde el último trabajo en esta materia y, según ha remarcado Asensio, durante este periodo se ha registrado en el territorio una “tendencia alentadora” puesto que los indicadores de pobreza energética “se han estabilizado o mejorado” en comparación con los datos de 2017.

Un fenómeno "multicausal"

De entrada, hay que tener en cuenta que las dificultades para acceder a los servicios energéticos esenciales responden a un “fenómeno multicausal”, indica el diputado. A lo largo de los últimos años, el reconocimiento de la pobreza energética ha ido en aumento y, en la actualidad, cada vez es mayor la importancia y urgencia otorgada a esta problemática. Sin embargo, por el momento, no existe una definición universal y consensuada, en gran medida, debido al hecho de que este fenómeno puede manifestarse de diversas formas y en distintos grados, lo que dificulta su medición y seguimiento.

Son tres los factores principales que inciden directamente: los ingresos en los hogares, el precio de la energía, y las condiciones de eficiencia energética de las viviendas.

En lo relativo a los salarios, según recoge el informe, los ingresos medios se han mantenido prácticamente igual desde 2012, en torno a los 24.021 euros anuales. Asimismo, la tasa de población ocupada ha pasado del 50,6% al 53%. En suma, hay menos personas en riesgo de pobreza, pero los datos reflejan que quienes se encuentran en esa situación tienen cada vez mayores dificultades para salir de ella.

Gipuzkoa es un territorio cada vez más cohesionado y menos desigual, pero la paulatina mejora económica sigue sin llegar a las 42.200 personas que se encuentran en situación de pobreza severa, como reflejaba el pasado mes de febrero la cuarta Encuesta de Pobreza y Exclusión Social de Gipuzkoa. Un estudio que ofrece una fotografía comparativa del territorio entre 2018 y 2022, el primero que se realiza una vez superada la crisis sanitaria por covid, y que coincide con los resultados del nuevo informe.

Evolución "positiva"

El Estudio de la Pobreza Energética presentado este martes abunda en esa misma dirección. La evolución “ha sido positiva”, tanto si se establece la comparativa desde 2012 -la pobreza energética ha pasado del 19,2% de los hogares al 18,4%-, como teniendo en cuenta los últimos cinco años, del 21,5% al 18,4%.

Sin embargo, sigue habiendo 55.000 hogares y 108.000 personas preocupadas por no poder mantener sus casas a la temperatura deseada. “Los datos hablan por sí solos: un segmento de nuestra sociedad gasta una parte sorprendente de sus ingresos solo para combatir el frío, mientras que otros, en marcado contraste, apenas sienten el aprieto”, señala el diputado de Sostenibilidad.

A este respecto, la pobreza energética afecta al 25% de los hogares encabezados por una mujer, un porcentaje que duplica al registrado por los hombres. Las desigualdades también guardan relación con la edad, ya que la falta de confort térmico está presente en uno de cada cinco hogares encabezados por una persona mayor de 65 años. Asimismo, el riesgo de padecer pobreza energética es cuatro veces mayor para las personas extranjeras, y aumenta a medida que disminuye el nivel de estudios. Siete de cada diez hogares en los que la persona de referencia se encuentra en situación de desempleo sufren pobreza energética, como también pone de manifiesto el estudio.

Más allá de perfil sociológico de los colectivos más vulnerables, también se destacan “desigualdades notorias” motivadas por las características de las viviendas. En concreto, el informe recoge que el porcentaje de hogares afectados por situaciones de pobreza energética “es mayor a medida que disminuye la superficie útil de la vivienda, y a medida que aumenta la antigüedad de construcción del edificio”.