Una vez más, como ya ocurriera en pandemia, una decisión sanitaria, el uso obligatorio de la mascarilla en centros sanitarios, ha vuelto esta semana a enfrentar al Gobierno Vasco y al Gobierno español, con diferentes estrategias para hacer frente a la epidemia de gripe.

El Departamento de Salud siempre ha recomendado la mascarilla pero no la quería imponer. ¿Por qué?

—Efectivamente, hay evidencias de que la mascarilla es una barrera para prevenir contagios, y por eso se utiliza desde hace más de un siglo. Es eficaz para evitar la propagación de microorganismos de una persona a otra. Pero la orden del Ministerio de Sanidad de imponer la mascarilla de manera obligatoria en los centros sanitarios, con el fin de contrarrestar una epidemia de gripe, no es una medida eficaz por sí sola. La razón es que los virus no están residiendo únicamente en los centros de salud o en los hospitales. Los virus están en todas partes, en el transporte, en los centros de trabajo, en los lugares de ocio, en la calle, etcétera... Entonces utilizar un instrumento de barrera en un único ámbito, muy específico, no sirve para frenar la gripe, que está en toda la comunidad.

Ustedes afirman que el Ministerio no esgrime ningún argumento para imponer unilateralmente el uso de la mascarilla.

Este tipo de medidas de salud pública deben tener base técnica y eso quiere decir que hay que conocer cómo evoluciona la curva epidémica, cómo evolucionan los virus y cómo se pueden implantar intervenciones de orden social y organizativo. Una orden de pónganse mascarillas o quítense mascarillas no es únicamente un mandato de alguien que escribe en un boletín. Esto requiere de una intervención social. La salud pública no es un tema ideológico, ni es un tema de que a alguien le parezca que hay que hacer algo. Es un tema técnico que requiere conocimiento y pautas, y yo creo que esta parte más técnica no se ha visto reflejada en la orden del Ministerio.

¿Y por qué se decide su obligatoriedad justamente ahora?

Esa es la pregunta. El crecimiento de la circulación del virus de la gripe lleva entre nosotros desde hace más de cuatro semanas. El virus se está transmitiendo de manera creciente en Euskadi desde mediados de diciembre, con una progresión acentuada. Normalmente, la epidemia de gripe tiene unas pocas semanas de vida. Puede durar cinco o seis semanas de subida, y luego, aunque nunca se puede prever un pico epidémico concreto, suele bajar. Por eso digo que la obligación introducida ahora plantea dudas como medida para frenar la progresión de la epidemia a nivel comunitario. Es obvio que los centros sanitarios son centros vulnerables en el sentido de que acuden personas enfermas.

La declaración del Ministerio debe responder a situaciones de “especial riesgo o alarma para la salud pública”. ¿Eso es así en Euskadi?

Yo creo que esto genera una situación un poco extraña porque no estamos en situación de alerta o alarma que pudiera haber justificado una medida excepcional.

¿Se ha colapsado el sistema sanitario vasco por la gripe A o el covid?

Es cierto que ha habido más presión en urgencias y en la asistencia sanitaria por el mayor número de contagios. Ha habido, y hay, mayor demanda de servicios porque hay más gente enferma que acude tanto a la Atención Primaria, como a las urgencias, y que ingresan en hospitales. Pero está dentro de los márgenes, digamos esperables, en situaciones como éstas. Porque aunque haya aumentado la demanda, Osakidetza también ha aumentado su capacidad dentro del plan de contingencia, que se llama así precisamente porque sirve para atender los picos previsibles de demanda por la llegada de los virus respiratorios en invierno. Esto forma parte de cómo funciona el ecosistema de los virus respiratorios, con una circulación más acelerada cuando bajan las temperaturas.

¿Está siendo una temporada de gripe especialmente virulenta?

Estas epidemias se dan de manera cíclica y la actual, por el momento, no es superior ni más agresiva que otras que ha habido años anteriores a la pandemia. Durante el covid, cambió el comportamiento de los virus porque no hubo epidemias de gripe. Entre los propios virus hubo una especie de competencia, y ganó el SARS-Cov-2 que ocupó todo el espacio. No se puede comparar ni con el año pasado ni con el anterior. Hay que analizarlo en relación a 2018 o 2019, y comparado con esos años la situación es bastante similar.

El cubrebocas se ha impuesto cuando en Euskadi se alcanzan los 637,2 casos por 100.000 habitantes y sin embargo, en otras comunidades, se rebasan ampliamente los mil casos.

Sí, pero no quiero entrar en por qué en unas comunidades hay menos y en otras más. En Euskadi, desde finales de septiembre, nosotros hemos recomendado la mascarilla. Y quizá habría que aspirar a que fuera un elemento de uso más y poder desarrollar esa cultura de países asiáticos que la utilizan de manera habitual.

Pero se toma la medida cuando ya han pasado más de cuatro semanas con tasas de gripe altísimas.

Es cierto, aunque aún la curva no ha empezado la caída. Creo que se está algo mejor pero debemos ser cautos porque, desde luego, no se ve la bajada con claridad. Los últimos datos del Instituto de Salud Carlos III, con un informe comparativo por comunidades, reflejaban que en Euskadi había una ligera tendencia a la baja. Pero estábamos en descenso porque otros virus distintos a la gripe, en concreto, el virus de la bronquiolitis y del covid, habían descendido. Los últimos datos sobre la gripe todavía nos hablan de un virus al alza, con tasas de incidencia elevadas. Estamos en un punto alto, pero dentro de lo esperado en estas curvas epidémicas y sin suponer una sobrecarga excesiva para el sistema sanitario. Hasta que no veamos concretamente los datos de esta semana, no me atrevo a decir dónde estamos.

La orden estatal es transitoria ya que decae si se acumulan dos semanas consecutivas de descensos de positivos por virus respiratorios.

Esto también nos parece un poco lío precisamente porque, si esta orden hubiera salido a primeros de diciembre cuando el virus empieza a asomar la patita con ganas, todavía tenía un recorrido de unas seis semanas. Pero ahora, donde lo previsible es que en muchas comunidades si no han llegado al punto más alto, estén a punto de alcanzarlo en pocos días, no tiene sentido. Por eso, quizá, se ha puesto esa disposición de que si en dos semanas baja, ya no es necesaria la mascarilla obligatoria.