Observar el trasiego de pacientes a la entrada de los centros de salud parece un viaje al pasado. La mascarilla vuelve a imponerse, como podía apreciarse este jueves a la entrada del Hospital Donostia y del ambulatorio de Gros. “Esto va a más, hay una alta incidencia de enfermedades respiratorias y parece razonable que se haya decretado la obligación”. Ernesto Moreno, de 67 años, se desprendía de la mascarilla mientras salía del centro de salud donostiarra apoyado sobre sus muletas. Lo hacía con una extraña sensación. La de haber visto a casi todos los pacientes, como él, protegidos con el cubrebocas, a excepción del personal de Osakidetza, que atendía a pie de mostrador a cara descubierta.

Era una de las imágenes curiosas del día, que también pudo comprobar este periódico durante la noche del miércoles en el servicio de Urgencias del Hospital Donostia, una vez entrada en vigor la orden del Ministerio de Sanidad de imponer el uso de la mascarilla hasta que baje la incidencia de los virus respiratorios, medida que se podrá levantar tras dos semanas consecutivas de descenso de contagios, con lo que su uso en estos espacios pasaría a ser una recomendación.

Por los pasillos del centro sanitario podían verse celadores y auxiliares de Enfermería sin hacer uso de la prenda. La polémica suscitada por la “incomprensible” imposición, que el Gobierno Vasco ha anunciado que va a recurrir judicialmente al entender que se han invadido competencias, tenía su reflejo también este jueves por la mañana en los centros de salud del territorio. En estos primeros compases, la normativa parece más laxa que en otro tiempo, y hay pacientes que se han extrañado por ello.

Llevamos varios días dando gel y mascarillas, pero todavía no hemos recibido ninguna notificación desde arriba”, reconoce una trabajadora del ambulatorio de Gros que no quiere ser identificada. “Tampoco tenemos la orden de obligar a los pacientes a que la lleven. Por el momento no tenemos nada por escrito en ese sentido”, señala la misma empleada, que apunta con el dedo al malestar de la consejería de Salud, al entender que las formas del Ministerio de Sanidad “no han sido las más adecuadas”.

Resignación, y algún que otro gesto contrariado

Se respiraba esta mañana cierta resignación, y había algún que otro gesto contrariado. “El hecho de que sean las trabajadoras las que no llevan la mascarilla tiene más delito. Cualquiera que venga aquí ya dirá, ¿esto qué es un cachondeo o qué?”, se preguntaba un paciente a la salida del centro de salud donostiarra.

“Creo que mucho de lo que está ocurriendo es también responsabilidad nuestra”, le respondía Isabel, una octogenaria a punto de cumplir los 83 años. “Hay mucha gente que renuncia a vacunarse y que además no se protege como debiera, por lo que acaban convirtiéndose en transmisores de los virus”.

La mujer, que había acudido a una cita médica para el seguimiento de una neumonía, reconocía que si por ella fuera, obligaría a usar de nuevo la mascarilla en el transporte, en supermercados y en lugares de alta concentración de personas. “Hay mucha gente mayor que está muy fastidiada, y también muchos críos con afecciones respiratorias. Al final se trata de hacer lo que mejor venga a todos”, reflexionaba.

Se espera que la curva epidemiológica toque techo en los próximos días, tras unas navidades de mayor interacción social en las que los virus respiratorios han arreciado, y pocas familias se han salvado de tener algún afectado por gripe, covid o virus sinictial (VRS). Desde Osakidetza se insiste en que, pese a que se ha incrementado el número de hospitalizaciones, no existe saturación de los servicios asistenciales, y se recomienda seguir haciendo uso de la mascarilla.

Aumenta la venta de mascarillas en las farmacias

Una creciente concienciación que también tiene su reflejo en las farmacias de Gipuzkoa, donde constatan que ha aumentado la demanda de mascarillas y la de test de antígenos. Así lo reconocen a este periódico desde varias boticas consultadas, aunque matizan que la creciente demanda se viene produciendo con caracter previo a la entrada en vigor de la nueva normativa.

“Se ha ido notando desde que los medios de comunicación hablan de ello, principalmente desde hace una semana. Antes la gente no pedía mascarilla, se habían olvidado de ella pero parece que ahora, una vez que se ha impuesto en los centros de salud, han comenzado a darse cuenta de que se necesita”. Mónica, de la Farmacia Cabiró, en la calle Duque de Mandas del barrio donostiarra de Egia, cree que “se ha llegado a este extremo porque no se la ponía nadie, cuando en verano ya hubo un brote importante. Se notó en la venta de antígenos, pero nadie venía con la idea de hacerse con una mascarilla”.

Arrate Gárate, de la parafarmacia de la calle Segundo Izpizua del barrio donostiarra de Gros, vendiendo este jueves una mascarilla FFP2 a una clienta. Arnaitz Rubio

Una situación que ha cambiado en los últimos días, según observa Kizkitza Alba, de la farmacia Cabezudo, en la calle San Francisco de Gros. “Se está notando cada vez más demanda. Los pacientes vienen dudando sobre si es necesario su uso en los centros de salud, y ante la duda se la llevan por si acaso”.

Asegura esta profesional que la venta va en aumento desde Navidades. “Comenzaron a repuntar los casos de covid, empezaron entonces los clientes a demandar test de antígenos, y poco a poco ha subido también la venta de mascarillas, sobre todo entre pacientes que vienen de paso hacia el ambulatorio”, explica la farmacéutica de este establecimiento próximo al centro de salud de Gros.

También han aflorado algunas dudas, como indican desde la parafarmacia de la calle Segundo Izpizua, en el mismo barrio donostiarra. “La gente oye cosas, y hay cierto equívoco”, detalla Arrate Gárate, que atiende a clientes con mascarilla, cuando en realidad no es necesario en el establecimiento. “La verdad es que es un producto que se había dejado de vender. Incluso pedías al distribuidor y casi ni tenían, pero con la demanda de los últimos días ha vuelto a ofrecerse”, asegura la profesional, al frente de un establecimiento que dispensa la FFP2 a 90 céntimos.