Finaliza el paseo, con unas vistas increíbles, y todo sin mover un pie. Las gafas de realidad virtual no solo permiten hacer terapia con los usuarios. También brindan la oportunidad de salir del hogar o del centro residencial, visitando pueblos, ciudades, y entornos naturales rodeados de animales. No hace falta salir de casa, del Kursaal, en esta ocasión. “El potencial de la Silver Economy es tremendo, está en pleno auge”, asegura Erika Álvarez, de la empresa Oroi, radicada en Donostia. La joven deja sobre el mostrador el dispositivo que ha hecho posible el viaje, el mismo que ofrece esta empresa a personas mayores. La llamada economía plateada representa ya el 5,5% del PIB del territorio, cifrado en 1.472 millones de euros, y aporta más de 31.000 empleos.
A fin de cuentas, se trata de ofrecer una respuesta positiva e innovadora al envejecimiento de la sociedad. Es lo que se ha podido palpar en Donostia esta semana en el primer Foro Internacional de Silver Economy en Euskadi; un encuentro organizado por la Diputación Foral de Gipuzkoa y Adinberri que ha reunido a cientos de profesionales, entidades sociales y más de 40 empresas inmersas en las últimas innovaciones, que este periódico ha querido conocer un poco más de cerca.
Las cifras demuestran que los desafíos sociales, que tradicionalmente han sido vistos como un gasto, generan cada vez más riqueza y permiten desarrollar una economía competitiva. El nuevo modelo de atención personalizado a una población cada vez más envejecida, que mayoritariamente expresa su deseo de continuar residiendo en sus hogares, abre las puertas de par en par a inversiones en tecnología que están permitiendo renovar muchas prestaciones. “Somos un canal de realidad virtual que presta su servicio en centros de personas mayores. El objetivo es el entretenimiento y el bienestar, pero también el trabajo cognitivo de los usuarios”, detalla Álvarez.
Esta empresa donostiarra está presente en medio millar de centros, tanto del Estado como de países como Francia, Reino Unido, Alemania o Estados Unidos. La implantación de este servicio ha sido imparable desde que arrancó su andadura en 2018 en centros guipuzcoanos de atención a personas mayores. “Nos alegra mucho que este evento se haya celebrado aquí, que se vea el músculo de desarrollo que tenemos”, sonríe la trabajadora de la empresa donostiarra.
Exoesqueleto Hank
Durante esta semana también se ha podido ver por los pasillos del Kursaal a un joven caminando con un exoesqueleto Hank, de miembros inferiores modular, flexible y personalizable. Un ingenio destinado a la rehabilitación de pacientes con lesiones medulares, enfermedades neurodegenerativas o que hayan sufrido accidentes cerebrovasculares.
“Ayuda a volver a caminar a personas que tienen muy poca autonomía. Es el exoesqueleto más completo y eficiente. Permite abordar múltiples patologías de forma rápida y efectiva. El objetivo es mejorar la calidad de vida”, explica Juan Izeta, responsable de ventas de la empresa Gogoa, que cuenta con dos centros clínicos de rehabilitación robótica, en Urretxu y Bilbao.
Asegura el experto que el concepto de rehabilitación robótica ha entrado con fuerza en el mercado. Entre los clientes de esta empresa figuran hospitales de rehabilitación, tanto del Estado como a nivel internacional, con consultas desde países como Panamá, Francia o Italia. La empresa mantiene también un “nexo de investigación” en Houston para mejorar los productos.
A unos metros cambiamos completamente de escenario. Estamos frente a una simulación de una vivienda adaptada, un hogar pensado en clave de envejecimiento saludable, ideado para personas con movilidad reducida. Ylenia Alonso es técnica de proyectos en el Cluster Habic, que aglutina a más de cien empresas en todo lo relativo al equipamiento de edificios, entre ellos hogares y hospitales. Objetivo: buscar soluciones para mejorar la calidad de vida. Alonso muestra “la cama cota cero, que facilita mucho a las personas usuarias la entrada y salida”.
Sobre el lecho se pueden ver unos sensores, que también pueden ser colocados en las paredes. “Estos dispositivos miden la frecuencia cardíaca y detectan arritmias. Detectan tanto los signos vitales de la persona que está durmiendo, como si tiene caídas o ausencias, por ejemplo cuando se levanta para ir al baño y no vuelve”.
Automáticamente, a partir de ese momento salta una alarma que llega al dispostivo de la persona cuidadora. Alonso señala la puerta, provista de una cerradura inteligente y sensores que permiten detectar cuando es abierta. Todo ello acompañado de todo tipo de dispositivos de teleasistencia predictiva, tanto cadenas como pulseras, junto a butacas y sofás adaptados. También dispositivos de asistencia médica, como los pastilleros inteligentes.
Alonso se detiene junto a una encimera motorizada. “Se puede adaptar a las diferentes alturas, tanto para personas en sillas de ruedas como para responder a todo tipo de problemas de movilidad”, indica mientras la activa. “Se trata de una amplia gama de dispositivos adaptados, no solo en el sector sanitario si no en las viviendas en general, para personas que no necesariamente son dependientes pero tienen un grado de dificultad”, explica la técnica de proyectos en el Cluster Habic.
Otra de las novedades pasa por la alimentación personalizada. La constante interacción con personas usuarias de centros residenciales llevó a Gureak Zerbitzuak a percatarse del índice preocupante de malnutrición que existía. “Al profundizar en la disfagia o problemas para tragar, nos dimos cuenta de que alimentarse a base de purés podría crear hastío o indiferencia”, explica Laura Cuesta, responsable de Gureak Ostalaritza.
Este grupo empresarial vasco ha presentado esta semana su último proyecto de alimentación texturizada, una técnica de adaptación alimentaria que consiste en modificar la textura de los productos. De este modo, se reintroducen alimentos en la dieta que se habían eliminado por riesgo de atragantamiento, manteniendo así todas las propiedades nutritivas. Y hay más.
Miriam Díez es directora de comunicación de Famileo, una aplicación al servicio de las familias de personas usuarias de centros sociosanitarios, tanto personas mayores como con discapacidad. La app ofrece una especie de red social interna, en la que se puede volcar contenido, al igual que se hace en las redes sociales o en los grupos de whatsapp familiar. “Con frecuencia las personas mayores no están incluídas en esos grupos de comunicación. Por eso, todo ese contenido se vuelca en esa red social privada y se convierte en una revista de papel que recibe cada usuario en el centro sociosanitario”, explica Díez. Recoge todo aquello que su familia ha querido compartir con ellos, “rompiendo así la brecha tecnológica entre distintas generaciones”.