“Está en juego un futuro digno de ser vivido; el mundo como lo disfrutamos; un mundo con significado, un mundo donde nos guste vivir”. La bióloga argentina Sandra Myrna Díaz, Premio Nobel de la Paz en 2007, acompaña sus palabras con una advertencia: para paliar el cambio climático y la pérdida de biodiversidad “hay que hacer algo más que llorar”.

“Se trata de temas paralelos. Son dos síntomas del mismo problema, del mismo modelo y vienen juntos. Son dos crisis igualmente graves pero una depende de la otra, porque la naturaleza viva regula el clima y sirve para mitigar el cambio climático y viceversa: el cambio climático afecta a la naturaleza viva”, añade.

Es necesario buscar “soluciones simultáneamente para ambos, porque todo es lo mismo”, aclara con convicción Myrna Díaz en una entrevista concedida a Efe durante una de las sesiones del festival de divulgación científica Passion for Knowledge (P4K), que en su quinta edición reúne esta semana en Donostia y Bilbao a 16 prestigiosos investigadores internacionales, ocho de ellos galardonados con el Premio Nobel.

Especialista en el estudio del impacto de la crisis climática sobre la biodiversidad regional de los ecosistemas vegetales, Myrna es considerada una de las personalidades más destacadas en la lucha contra la crisis climática, lo que la llevó a recibir el Premio Nobel de la Paz en el año 2007.

“Están en juego todas las cosas fantásticas de las que estamos disfrutando”, prosigue su relato Sandra Myrna, quien incide en la importancia de lograr que el futuro no se convierta en “un mundo miserable para la gran mayoría” de las personas.

“La calidad de vida está cada vez peor para cada vez más gente”, matiza la investigadora argentina, mientras dirige sus críticas a cuestiones como el aumento del “consumo suntuario (de lujo)” y “la codicia desmedida de unos pocos” que, en su opinión, comportan en el otro extremo “una vida cada vez más miserable” para cada vez más personas.

“Uno ve todas estas catástrofes, inundaciones e incendios que se producen en el mundo y la enorme mayoría de los que se mueren no son los privilegiados”. “Ese es el modelo que a mí me parece hay que tratar de desactivar de alguna manera”, insiste con firmeza.

En esta línea la experta opina que, en la lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, “son los países los que tienen en su mano el poder para tomar medidas”, aunque admite que para ello deberán enfrentar “intereses muy fuertes y corporaciones que trascienden” a las naciones e incluso “tienen más poder económico” que algunas de ellas.

La científica también incluye en la ecuación el “compromiso y el sacrificio individual” de las personas a la hora de tomar medidas que puedan ayudar en esta lucha, porque “siempre vale la pena”, pero advierte de que se trata de algo que realmente “no alcanza y nunca alcanzará” por sí solo para resolver el problema global.

“Tiene que ser una cuestión sistémica a nivel de gobiernos, de corporaciones y de organizaciones de la sociedad civil. El Estado es el que tiene la capacidad de hacer eso”, resume: “En algún momento habrá que ir en contra de los intereses económicos que nos pusieron en la situación en la que estamos”.

Recuerda también que el planeta vive cada vez un mayor número de “eventos extremos” a consecuencia del cambio climático, como los más de 40 grados que hizo hace un año por esta época en el norte de Canadá, el hecho de que se produzcan “incendios nunca vistos” en todo el mundo, o que vivamos “uno de los veranos más calientes de toda la historia desde que hay registros climáticos”, junto a enormes sequías.