Muchos hogares del País Vasco luchan estas últimas semanas contra una invasión de chinche apestosa marrón (Halyomorpha halys), un insecto invasor asiático que no causa problemas de salud pero sí molestias en viviendas cercanas a zonas verdes y arboladas de numerosas poblaciones de Gipuzkoa y Bizkaia.
No es una plaga propiamente dicha porque el bicho no pica ni transmite enfermedades a personas o animales y tampoco ha afectado por el momento a cultivos en Euskadi, pero sí lo es por su aparición masiva y de forma más o menos repentina en algunos núcleos urbanos.
Las instituciones no tienen en curso medidas o actuaciones contra este insecto puesto que no supone un problema de salud pública, si bien las diputaciones forales están atentas porque en otras regiones como Cataluña llegó el año pasado a expandirse y causar daños en campos de frutales de numerosos municipios de Gerona.
"Tenemos noticias de esta chinche desde hace tiempo y nos han llegado también varias quejas", han señalado a EFE fuentes del Departamento de Equilibrio Territorial Verde de la Diputación Foral de Gipuzkoa, que reconocen que es "un insecto un molesto porque se mete en las casas". Entran por las ventanas abiertas o colgados a la ropa que ha estado tendida. No hay afección en la actividad agrícola del territorio pero "estamos muy atentos porque en otros lugares sí ha causado daños en cultivos", han agregado las fuentes.
Este tipo de chinche ya causó desazón el año pasado por estas fechas pero ahora, con más incidencia, vuelve a ser desde este septiembre quebradero de cabeza para muchos vascos, que las encuentran en abundancia en terrazas, tendederos y a veces dentro de casa, en zonas del Duranguesado, Barakaldo o Galdakao, así como en Beasain o algunos barrios de Donostia. En Araba no hay apenas afección.
Se trata de una especie procedente de Asia y que no tiene nada que ver con las chinches de cama que pican y se alimentan de sangre y que se han convertido en un problema en París, cuyo Ayuntamiento ha pedido ayuda al Estado francés al verse desbordado por la plaga.
La chinche conocida como apestosa o hedionda, porque en situación de amenaza segrega una sustancia maloliente para ahuyentar depredadores, es un insecto de cuerpo aplastado en forma de escudo de color pardo-marrón "marmoleado" que vive y se reproduce en zonas verdes y cultivos y se alimenta de hojas, tallos y frutos, pero que con el final del verano y el principio del otoño busca lugares protegidos para hibernar. Por eso busca cobijo en las casas.
El presidente de Asepla Euskadi, asociación de empresas vascas especializadas en control de plagas, Javier Redondo, ha precisado a EFE que esta chinche fue detectada en el País Vasco en 2016 pero hasta el año pasado había pasado casi desapercibida.
La empresas del sector recibieron los primeros avisos en septiembre y octubre de 2021, pero este año las llamadas "se han generalizado" porque buscan lugares protegidos y se meten en las viviendas. "Hay cierta alarma social", señala el experto, que llama a la tranquilidad "porque no entran en casa para criar".
No hay gran cosa que hacer contra estos incómodos compañeros de piso y no es aconsejable rociarlos de insecticida, porque aplicados sin criterio profesional no resultan eficaces, indica el experto, quien recomienda en general adoptar medidas de contención para mantenerlos fuera de casa, como el uso de mosquiteras en las ventanas, porque "en dos o tres semanas más dejarán de molestar".
Si la insectación es muy abundante, una empresa especializada podrá actuar en los lugares de paso más vulnerables de las viviendas, ha comentado Redondo, que es también el delegado del País Vasco de la asociación nacional que agrupa al sector (Anecpla), "Es una molestia para la población, sobre todo de las ciudades, que está poco acostumbrada a convivir con insectos -ha dicho-, pero es más preocupante que con el tiempo pueda producir daños en cultivos, algo bastante probable".
El calentamiento global y el cambio climático está entre las causas que favorecen ésta y otras plagas de especies que también llegaban en el pasado pero no proliferaban porque no se daban las condiciones, ha concluido Javier Redondo.